Читать книгу Nosotros sobre las estrellas - Sarah Mey - Страница 11
Capítulo 6 MAISIE
Оглавление¡Mi hermana va a matarme cuando me vea aparecer con estos pelos! Se me han olvidado las planchas y el secador en casa de una amiga y no tenía tiempo a bajar a comprar otras ni a pedir a alguien del servicio que fuese a comprármelas, así que he tenido que dejarme secar el pelo al aire libre, y creedme que no es buena idea dejar secar el cabello al aire libre en un helicóptero. Trato de llegar al enorme apartamento sin que me vea ningún invitado, metida en una limusina negra que me esperaba nada más bajarme del aparato aéreo. ¡Por favor, por favor, por favooor, que Jessica no me vea antes de que alguna de las peluqueras me peine o va a decirme de todo menos bonita! ¡Y más aún teniendo en cuenta que no quería que fuese a trabajar hoy y que lleva histérica como unas dos semanas!
Respiro y noto los nervios en el estómago después de haberme zampado antes de ducharme una buena porción de chocolate y una Coca-Cola. Sé que si se tiene la tensión o el azúcar bajo hacer eso es una locura, pero es la única forma de que aguante el día de hoy hasta tarde. Y hoy pienso emborracharme. O al menos pienso que he de hacerlo para aguantar el dolor de pies que estoy segura de que voy a tener con los supertaconazos que llevo metidos en el bolso más la sesión fuerte de gimnasio.
Pensar en el gimnasio hace que unos ojos verdes se me vengan a la cabeza y un escalofrío me recorre. No sé cómo se las ha apañado ese chico, pero bastó con que me sonriese durante el entrenamiento para hacerme sentir nerviosa y, por si eso fuese poco, se tomó la molestia de acompañarme hasta casa. Escoltarme. Eso fue lo que me dijo. Me escoltó hacia casa. ¿Quién demonios escolta a casa a una chica que no conoce? Aunque no puedo evitar pensar que es un detalle bonito, su responsable sigue produciéndome sentimientos contradictorios. Además, me dijo bien claro que yo no le interesaba en absoluto. Tranquilo, don perfecto, a mí tampoco me interesas en absoluto tú. ¡Ojalá que no te vea más! No me gustó la forma en la que se dirigió a mí cuando se acercó a mi ventanilla. No tengo ningún interés en ti, ni mucho menos en acosarte. Ni tingui ninguín intirís in ti, ni in iquisirti. Mi mente dice la frase imitando la voz de una niña de cuatro o cinco años como mucho. Valiente imbécil. Me alegra no gustarle a alguien como tú. Es más, me encantaría tener un solo motivo por el que debiese de importarme no gustarte. Ironía. Si no te gusto, no me mires. Así de fácil. Me encantaría que eso fuese cierto y que me importase tan poco lo que los demás piensen de mí. Eso no es irónico. Ojalá me importase menos. Estoy trabajando para que sea así, pero aún me falta un poco para lograrlo.
Veo un gran cúmulo de invitados en la puerta principal y le hago señales al chófer para que entre por la entrada secundaria que mi hermana me dibujó hace unas dos semanas y por la que debería entrar. Vaya, no puedo negar que el chalet es increíblemente hermoso. Es de estilo moderno y algo chill out al mismo tiempo. Por lo que sé de Mike, tiene buen gusto con los lugares. Siempre lleva a mi hermana a sitios cool, como Jessica los llama.
Me llevo una mano al cabello y lo noto suave, aunque totalmente apelmazado. Espero que no me vea nadie, ya que aparte de eso llevo el vestido puesto y unas converse. Ese es mi estilo, al fin y al cabo, y muchas bloggers llevan vestidos con zapatillas y me parece un acierto total. Soy antitacones y amante de los coches. Y también amante de la gimnasia rítmica y del ballet. Tengo gustos muy diferentes. Lo sé. Lo mismo te hago rugir el motor que te hago un conjunto. Un conjunto, sí, así es como se llama al conjunto de movimientos que se hacen en gimnasia rítmica mientras suena una canción. Al menos, así lo llamaba mi profesora. Tuve que dejar la gimnasia rítmica hace unos dos años, cuando tenía diecisiete, y nada me ha resultado más difícil a lo largo de toda mi vida que dejar de lado mi pasión. Me sentía libre mientras entrenaba y sentía mi cuerpo tan ágil y elegante que era feliz. Era, en pasado. Ya jamás podré volver a competir. La lesión que sufrí en el tobillo derecho aún me pasa factura algunos días. Casi siempre tengo ese tobillo abierto y sin fuerza. De hecho, hoy me ha extrañado que no me haya molestado al entrenar con ese chico. James. De nuevo en mi mente.
Las puertas de la entrada secundaria se abren ante mí y dejan a la vista unos jardines con una fuente tan bonita que me parece de película. Ni tan siquiera en la casa de Florida de mis padres tenemos una fuente igual. Tiene un estilo clásico y romántico que aunque no lo parezca queda genial con el estilo moderno de la casa, en su mayoría en color blanco y con rosas rojas a modo de adorno para la celebración. También tiene árboles y arbustos muy cuidados, algunos de ellos haciendo formas preciosas.
Nada más llegar, una mujer que reconozco como Mar se acerca corriendo y abre mi puerta incluso antes de que el chófer pare el coche. Mar es la organizadora de la boda, o una de ellas, junto a Yolie, quien creo que es su amante por la forma en la que la mira y por esos azotillos juguetones que le pegó en el trasero el día del ensayo de la boda para darle prisa. Que, ojo, que viva el amor en todas sus formas, pero me refiero a que creo que tienen una relación más allá de la profesionalidad y la amistad.
Mar llega hasta mí con su cabello pelirrojo perfectamente peinado y hace una mueca de horror que automáticamente trata de ocultar al verme. No le gusta mi aspecto en absoluto, y yo no puedo dejar de mirarle el pelo. Tengo un crush con los cabellos pelirrojos. Me encantaría teñir mi pelo de ese color en algún momento.
—¡Oh…, Dios… mío! —dice nada más verme—. ¡Tenemos demasiado trabajo contigo, Maisie! ¡Vamos, sal corriendo, eres la dama de honor, no pueden verte así! ¡A la novia le va a dar un infarto si te ve con esos pelos!
Le doy la razón totalmente porque conozco a mi hermana. Desde luego que Mar tiene el cielo ganado si ha sido capaz de aguantar a la mimada de mi hermana organizando su boda. Mar me agarra de la mano y por primera vez me fijo en su vestido. Es de color rojo a juego con las flores rojas del lugar. En la zona donde tendrá lugar la boda las rosas son de color rosa, a juego con mi vestido, el de mi madre y el de la mayoría de mis tías. Mi hermana ha sido estricta con la etiqueta de la familia porque quiere tener fotos bonitas y con colores acompasados entre ellos. Y nadie de mi familia le llevaría la contraria a Jess en su boda. ¡Por favor, no se la llevarían ni en un día normal, mucho menos en este!
Mar me lleva por el pasillo de entrada lo más rápidamente que sus tacones le permiten. Es una mujer agradable, la típica persona que ves y te cae bien. Puede que ayude el hecho de que es bajita y parece una persona muy dulce, y eso hace que me parezca adorable. El pasillo es enorme y casi puedo ver mi reflejo en las impolutas losas de un brillante mármol marrón. La mansión está decorada con muebles y objetos que reconozco de marcas exclusivas, así como los diseños de muchos diseñadores de lujo. Si no estuviese acostumbrada a esta clase de objetos opulentos en todas las casas de mis padres, probablemente me hubiese detenido a mirar más de uno.
Subimos por unas escaleras curvadas, en color blanco y con un tapiz de seda en rojo que le da un toque aún más elegante al lugar. Giramos hacia un pasillo también blanco con fotos en las paredes. Son imágenes de paisajes y lugares conocidos. No me da tiempo a mirar ni una de ellas con detenimiento, pero de reojo reconozco la Torre de Pisa.
Mar me aprieta la mano y me mete en una habitación con cortinas de seda y muebles en blanco. Tres personas posan su mirada en mí, sorprendidas.
—¡Chicas! ¡Tenemos trabajo! ¡Hay que dejarla impoluta! —apremia Mar dando dos palmadas.
De pronto, tengo a las dos mujeres y al hombre, que resulta ser el peluquero, alrededor de mí, y estoy sentada en una cómoda silla, con una de las mujeres maquillándome y la otra haciéndome uñas de gel.
—Parece que has metido el pelo en un enchufe —me dice la maquilladora al ver los labios fruncidos del peluquero.
—Algo parecido —le sonrío por unos instantes antes de que comience a embadurnarme en potingues que jamás usaría en mi día a día.
Mar me mira atenta, y se acerca a la maquilladora.
—Acuérdate de ponerle un maquillaje acorde con la iluminación. No quiero que parezca un fantasma en las fotografías. Ponle un poco de bronceado —le dice.
La mujer asiente ante las presiones que Mar ejerce en ella y se gira hacia su maletín de maquillaje a buscar un poco de bronceador.
—Y algo de iluminador en las mejillas. Quiero que resalten.
Odio el iluminador, aunque no digo nada porque creo que Mar también está nerviosa y sé que posiblemente haya sido mi hermana la causa.
—Y respecto a ti —dice dirigiéndose a mí y mirándome de arriba abajo para luego guiñarme un ojo—: Que no se te olvide ponerte los tacones. Te espero abajo en unos veinte minutos.
—No te preocupes, llegaré antes de que a la novia le dé un ataque de pánico por culpa de la dama de honor —le sonrío.
Ella me devuelve la sonrisa y se va de la habitación, y ambas sabemos que no bromeaba con mi última frase. Jess ha de estar atacada, y eso solo significa que posiblemente mi madre y mi padre estén igual.