Читать книгу Nosotros sobre las estrellas - Sarah Mey - Страница 15
Capítulo 10 MAISIE
ОглавлениеPor fin lo he encontrado. Lo tengo justo en frente de mí y su rostro es mitad sorpresa, mitad molestia. ¿Le molesta mi presencia? Pues bien, vamos a darle motivos para ello.
—¿Qué demonios haces tú aquí?
Él suelta un bufido y me mira como si estuviese loca.
—La pregunta más bien sería la de qué haces tú aquí. No yo.
Arrastra las palabras de tal forma que siento que me invade la rabia. Ha hablado con suficiencia y ha elevado el mentón mientras lo hacía. ¿Acaso se cree superior a mí? Me pongo todo lo recta que el dolor que tengo en las piernas por el entrenamiento me lo permite y gano unos milímetros de altura con intención de resultarle lo más imponente que pueda.
—Soy la dama de honor. ¿Acaso no es obvio?
Él eleva una ceja y me mira con diversión. Venga ya. ¿Qué demonios le pasa a este hombre? ¿Le divierto?
—¿Qué es tan divertido?
Él niega con la cabeza, tratando de quitarle importancia.
—Lo siento, pero… ¿te conozco?
Sus palabras hacen que mi boca caiga en picado al suelo. Me ha desarmado haciéndome sentir como si yo no fuese nadie y ha hecho que mi cerebro colapse demasiado pronto. Ni tan siquiera he bebido el primer cubata. O champán. Hoy pienso beber mucho champán y mucho vino. Vino rojo. Como aventuro que han de estar mis mejillas ahora mismo. Maldito seas, James. Sé que has buscado hacerme sentir en evidencia y en ridículo. Lo observo detenidamente y entrecierro los ojos. Está buscando enfadarme y lo ha conseguido.
—Lo siento —le digo con una sonrisa maliciosa que pretende tener el mismo efecto que tendría en él una patada en el estómago—. Te he confundido con un imbécil que conocí esta tarde en el gimnasio.
Tras decirle eso y ver la cara de estúpido que se le queda, sonrió de verdad y me doy media vuelta. De pronto ya no me interesa averiguar qué hace aquí. Tan solo quiero que me trague la tierra y desaparecer de su vista. Si él ha hecho como que no me conoce, no pasa nada, yo haré lo mismo y lo ignoraré todo lo que pueda para no volver a verlo más.
—Tal vez deberías de haberme confundido con un chico encantador que te escoltó a casa sana y salva.
En esta ocasión la que resopla soy yo. Me giro hacia él rompiendo mi plan de ignorarlo y lo encaro. Hay reto en su mirada y eso me hace quedarme mirando esos ojos verdes unos instantes como una tonta. Tiene una sonrisa burlona en los labios y unos dientes blancos que en otro momento me habrían hecho suspirar. De verdad, hoy no tengo neuronas.
—No me hace falta una escolta ni un perrito faldero —le suelto acercándome a él, tratando de intimidarlo.
Para mi sorpresa, él da un paso más hacia delante y acorta tanto las distancias conmigo que contengo el aliento cuando el suyo cae en mi piel y la eriza. Para mi disgusto, siento una corriente energética recorrerme de pies a cabeza. Nuestros ojos se encuentran con una expresión peligrosa que difícilmente se podría expresar con palabras.
—¿Acabas de cometer el gran error de llamarme perro?
Su voz suena amenazante y sus ojos parecen rabiosos, pero no doy ni un solo paso atrás y hago lo único que creo que no se espera. Me acerco más y nuestras narices se rozan unos segundos. Él se ha agachado para estar a mi altura, pero aun así los centímetros que me gana en estatura logran intimidarme. Todo en él es cautivador. Sus ojos… la forma en la que eleva la comisura del labio… su hoyuelo en la mejilla derecha… su olor…
No duda ante mi cercanía, como he esperado, y siento su respiración en la punta de la nariz. Probablemente él sienta la mía en el cuello ahora que he empezado a respirar de nuevo y que él ha dejado de inclinarse un poco.
—Yo no te he llamado perro. Te he llamado perrito faldero. Tienen connotaciones distintas. Los perros son bonitos, los perritos falderos, pesados.
No sé de dónde he sacado el valor de decir eso. Veo cómo sus ojos se abren un poco por la sorpresa y soy capaz de ver que pierde los papeles. Lo escucho hacer un ruido gutural con la garganta y coger aire cuando una voz nos interrumpe a ambos y nos hace separarnos unos centímetros.
—¡James! ¡Ya veo que conoces a Mais! —distingo la voz de Mike y me giro hacia él.
Le sonrió y me abrazo a mí misma al tiempo que le corrijo.
—Maisie —digo posando mis ojos en James de manera significativa.
Él pone los ojos en blanco, pero veo que su aspecto ya no es enfadado y soy capaz de apreciar que mira a Mike con cariño.
—Enhorabuena por tu boda. Traté de decírtelo antes y me fue imposible.
Acabo de pasar a un segundo plano y no sé cómo. Los dos chicos que tengo delante intercambian una mirada de complicidad y un abrazo en plan machote. Me doy cuenta de que dura más tiempo de lo normal y me siento incómoda, como si observase una escena que tiene una gran carga sentimental. Me los quedo mirando cuando se separan y los veo realizar un cruce de ojos con afecto.
Vaya, James, al parecer eres un amigo íntimo de Mike. ¿Quién iba a decirme eso? Dakota se coloca a mi lado, nerviosa, y le pone ojitos a James. Me parece una idiota total, aunque más me lo parece él cuando mira su cuerpo con avidez, provocando que yo entrecierre los ojos con ferocidad. Más le vale dejar a mi prima en paz.
—Eh, ¿nos conocemos?
Mi prima niega con la cabeza y suelta una carcajada demasiado obvia. Y yo me quedo mirando a ambos de la misma forma en la que lo hace Mike. ¿De verdad que piensan ligar delante de nosotros? ¿Ya? ¿Así, tal cual?
Toso tratando de llamar la atención de mi prima y ella posa sus ojos azules en mí. James me mira con recelo y eleva una ceja. Está claro que no le gusta que haya interrumpido su conversación.
—¿Nos disculpáis? Creo que Jessica está llamándonos —digo señalando a mi hermana y agarrando el brazo de Dakota.
Ambos asienten, aunque por el rabillo del ojo veo cómo James no está complacido. Y sinceramente, me da igual. Al revés, me gusta. Si quieres ligar, majete, te aseguro que no será con alguien de mi familia y en mis propias narices.
—¿Qué demonios estás haciendo con ese chico? —le pregunto a Dakota, cuyo pecho sube y baja con demasiada intensidad.
Dakota se hace la sorprendida. Primero Ariel le pone ojitos en la iglesia y ahora de nuevo ella. ¡Fenomenal!
—Nada, solo hablábamos.
Pongo los ojos en blanco, molesta.
—¿Es que acaso tienes algo con él?
Dakota parece tener demasiado interés en mi respuesta.
—¿Qué? Puaj, pues claro que no. ¿Cómo puedes pensar eso?
Se encoge de hombros mientras nos acercamos a Jessica. La otra dama de honor ni tan siquiera se imagina que me he inventado que nos ha llamado.
—Entonces, ¿que más te da que hable con él?
La fulmino con la mirada ante ese comentario.
—He conocido hoy a ese chico y no me gusta su actitud. Es muy altivo y es un imbécil.
Ella sonríe y me mira con algo de compasión, lo cual no entiendo.
—A mí me parece seguro de sí mismo y muy guapo. ¿Lo has visto bien?
Aguanto las ganas de gritarle que no tiene ni idea y de montar un numerito y me conformo con apretarle con fuerza la mano que aún le tengo agarrada.
—¡Ah! —se queja ella.
—Lo siento —digo con rapidez mientras miento—. Ya sabes, ha sido el tobillo.
Le lanzo una mirada de disculpa, aunque en realidad no siento en absoluto haberle apretado la mano. Dakota, definitivamente, se ha vuelto loca. ¡Quiere ligar con James!
—¿Qué demonios le ves a ese chico para interesarte por él? Acabas de conocerlo.
Dakota ríe y se muerde los labios.
—Tiene unos ojazos, es muy guapo, tiene pelazo y, no sé si te has fijado, pero tiene un culo que lo flipas.
Contengo la respiración ante la evaluación de mi prima y cojo una bocanada de aire, frustrada.
—Solo es un físico —le digo mientras muevo el tobillo.
Esto tiene que ser el karma, porque ahora sí que acaba de volver a molestarme de verdad. De hecho, no ha dejado de dolerme desde que me dio ese dolor tan fuerte en la ceremonia por doblárseme el pie. Creo que necesito un ibuprofeno o incluso algo más fuerte.
—¡Oh, venga ya! También parecía simpático.
Niego con la cabeza y no digo nada más. No estoy de humor para hablar de él.
—Si no lo conoces, ¿cómo estas tan segura de que no me conviene?
Dakota eleva ambas cejas y yo me froto las manos, nerviosa.
—Lo conocí esta tarde en el gimnasio. Vino a entrenar y hablé un poco con él. Por si eso fuese poco, me mareé e insistió en escoltarme hacia casa siguiéndome con su coche mientras yo conducía.
El sonido que suelta mi prima por los labios hace que mucha gente se gire a mirarnos.
—¡Ooooooooohhhhhhh! ¡No me lo puedo creer! ¡¡¡¿Pero aún quedan hombres así?!!!
Cierro los ojos otra vez y cuando los abro sonrió forzosamente a una señora que no conozco y que tiene que ser familiar de Mike.
—¡Oh, Dakota, por favor, no seas cría! Ese comportamiento no es normal.
Siento cómo Dakota me aprieta el brazo tratando de captar mi atención.
—No, no lo es. Ese comportamiento es el de un caballero, y si a ti no te interesa, nadie dice que no se acabe convirtiendo en tu primo —bromea.
Aquello me hace reír al mismo tiempo que vuelve a exasperarme. Tengo demasiados pensamientos contradictorios respecto a James y eso me hace dudar. Bueno, al menos si Dakota consigue que él se fije en ella para algo más que sexo sé que no lo veré mucho. En alguna que otra celebración una vez al año o cada pocos años. Puedo soportarlo.