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Capítulo 13 JAMES

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La rabia me consume a tal punto que me da miedo hacer alguna estupidez. ¡Jessica no quería que viniese a la boda de mi propio hermano! Jo-der. ¡Es la boda de mi maldito hermano! Me muerdo los labios con fuerza mientras camino veloz hacia la otra entrada donde nadie me verá mojado. Aprieto la mandíbula y me reprimo para no dar una patada a un árbol. Ya es suficiente con ir dejando una hilera de pasos en el césped con los zapatos. ¡Maldita Maisie! Si no me hubiese empujado no habría pasado nada de esto. ¡Tan solo quería protegerla de ese animal de Daniel! Espera, ¿protegerla? Bueno, tal vez esa no sea la palabra. No quiero que esa sea la palabra. Me niego en rotundo a querer proteger, o ayudar, o lo que quiera que haya hecho a una chica como Maisie. Estoy tan furioso y a la vez tan dolido que no me percato de que alguien me ha seguido hasta que me llama por mi nombre.

—¡James!

No, por favor. De nuevo ella no. Me giro con los nervios a flor de piel hacia la responsable de ese momento y la veo mirándome con ojos asustados. ¿Ahora sí que vas a asustarte? ¿Ahora?

—¿Qué? —espeto voraz, dejando ver que no le conviene provocarme o tendremos un problema.

Ella parece que se molesta al escuchar mi tono de voz, pero al mismo tiempo la veo tragarse el orgullo cuando me sigue mirando dispuesta a proseguir con lo que sea que quiera decirme.

—No sabía que Daniel tenía novia.

Me quedo mirándola esperando algo más por su parte. ¿Quizá una disculpa? Si yo metiera la pata y tirase a alguien al agua, lo menos que haría sería disculparme. Como mínimo. También me ofrecería a comprarle algo o a invitarle a algo caliente. Elevo una ceja escrutándola con la mirada. Ella está esperando mi respuesta y eso me cabrea, aunque no puedo evitar quedarme mirando su cara. Está tan guapa que me cuesta seguir enfadado.

—¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

Juro que si esta tía fuese mi novia me convertiría en alguien parecido al de Cincuenta sombras de Grey. Bueno, no me van esas cosas, pero mínimo un azote como el que no quiere la cosa y en la cama, en un momento de revancha, se llevaba. Me quedo mirando su cara cuando escucha mi pregunta. Es todo un poema. Como los que me inspira a escribirle cuando frunce la nariz como ahora mismo. ¿Qué demonios me pasa? ¿Cómo puedo pasar de pensar en tener sexo duro con ella a escribirle un poema? Este no soy yo.

—Eres tú el que debe disculparse.

WTF. Ahora le escribiría una saeta de esas que se cantan a los muertos, pero cantándole cosas feas y desagradables. Maisie tiene colocada ambas manos en jarras y sobre las caderas. Entre eso y su mirada provocadora solo puedo acercarme un poco más a ella y tratar de intimidarla.

—¿Que soy yo quien debe disculparse?

Ella eleva la cabeza con suficiencia y eso me cabrea aún más.

—¿Desde cuándo se interrumpe a dos personas que están a punto de besarse? —me echa en cara.

Cierro los ojos deseando no haber oído lo que acabo de escuchar. Siento como la ropa mojada se pega más a mi cuerpo cuando cojo una bocanada de aire. Aprieto los puños y trato de calmarme. ¡Sigue queriendo besarse con Daniel! ¡A pesar de saber que tiene novia!

—Aún puedes ir y comerle los morros, niñata. Me importa bien poco lo que hagas.

Me giro con intención de ignorarla todo lo que queda de noche, y de paso toda mi vida, cuando ella vuelve a hablar.

—¡No pienso besarme con un tío con novia! ¿Por quién me tomas?

Me quedo patidifuso en el sitio. No la entiendo. Juro que no la entiendo. A ver…

—Me has dicho que desde cuando se interrumpe a dos personas que están a punto de besarse como si te hubiese molestado que os interrumpiese —siseo llamándola de todo menos bonita con mi mirada.

Ella desvía la vista hacia arriba antes de volver a observarme, ofuscada. La forma en la que me mira me hace ver que tiene mil insultos para mí en su mente.

—¿Y? Eso no implica que quiera besarlo. Ni en broma volvería a acercarme a él.

Mi mente se queda en blanco. En serio. Este es el momento en el que te peleas con una tía y sabes que tienes razón, pero ella le da la vuelta de una forma tan retorcida que acabas planteándote que el que lo ha hecho mal eres tú. Me quedo plantado delante de ella y llamo a todas mis neuronas a que la ataquen. No puedo, hay algo en sus ojos que me hace quedarme mirándola como si fuese una obra de arte. Es una mujer fiera que en este instante transmite demasiado con su mirada. Me está retando, y eso me saca de quicio. Tanto que la sangre se me calienta. Uno ambos labios, que se me han separado inconscientemente. He de reconocer que está preciosa bajo la luz de la luna. No sé en qué momento he acortado las distancias entre nosotros. Mi mano rodea su cintura y ella se queda quieta, sorprendida. Espero una señal, y la veo mirando mis labios descaradamente. No soy capaz de pensar. El momento me atrapa de la misma forma en la que yo atrapo su boca con la mía. Siento como Maisie se tensa ante mi roce, pero tras un instante sus labios, suaves y calientes, comienzan a moverse al ritmo de los míos. Su pintalabios sabe a una especie de fruta entre el melón y la sandía, y me hacen estar hambriento de más. De ella. Soy consciente de que estoy metiendo la pata hasta el fondo al besarla, aunque el hecho de que no se haya apartado como esperaba me hace quedarme cerca, acariciando sus labios con los míos más tiempo del habitual. Me encuentro a mí mismo deseando que pase sus brazos por mi cuello. No lo hace. Y eso es motivo más que suficiente para reaccionar.

Me alejo de ella y veo en sus ojos que va a echarme en cara el beso, así que hago lo mejor que sé hacer, sonreírle con una media sonrisa y soltar una burrada.

—Así no tendrás que ir a buscar al imbécil de Daniel para pedirle que acabe lo que empezó. De nada —le espeto dándome media vuelta y entrando en la casa con rapidez, casi a pasos agigantados esperando que no me siga.

¡Qué demonios! Espero que me siga. Claro que lo espero. No para querer darme otro beso ni para algo más, sino para otra cosa. Espero que me siga, gritándome y poniendo el grito en el cielo. Poniéndome de pervertido o de cosas peores. Incluso me detengo en la cima de las escaleras de caracol, haciendo algo de tiempo por si acaso le da por aparecer a gritarme. Pero no lo hace. Y eso me hace sentir totalmente perdido.

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