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Capítulo 9 JAMES

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No me puedo creer que esta mosquita muerta acabe de preguntarme delante de toda mi familia qué coño miro. Así, tal cual. Esas tres palabras. Me agarro a mi silla con fuerza para no levantarme y comenzar a decirle cosas feas, que es lo que me apetece realmente hacerle. Su pregunta me ha dejado fuera de juego, pero me ha vuelto a cabrear muchísimo. No es típico en mí dejar que lo que hagan los demás me afecte tanto. Sin embargo, si es ella la que lo dice, no sé cómo lo hace, que las palabras parecen adquirir un sentido mucho mayor que si lo dijese cualquier otra persona.

—Vete a la mierda —gesticulo de la misma forma que ella, esperando que deje las cosas ahí.

Es cierto que la he estado mirando. Joder, ¿qué clase de persona con ojos no la miraría? A ver, me refiero a que la tengo justo delante… a unos pocos metros.

Suspiro y me miro los nudillos. Están blancos de tanto apretarlos. Tengo que confesar que he buscado su enfado. No sé por qué, pero quería enfadarla y hacerla sentir molesta. A una parte de mí le parecía divertido. Eso sí, no me han gustado en absoluto las dos muecas que ha hecho en dos ocasiones totalmente distintas y que me han hecho tensarme como un tonto.

La primera de ellas fue caminando hacia el altar. Parecía que algo le había hecho daño y que luego se le llenasen automáticamente los ojos de lágrimas me hizo sospechar que le dolía algo y no que estaba emocionada con la boda como la mayor parte de las personas que me rodean pensaron.

La segunda vez ha sido hace unos minutos. Su gesto volvió a convulsionarse en una mueca de dolor y fui capaz de verla articular una palabrota, como si algo le doliese.

Veo cómo su cara reacciona ante mis palabras y cómo saca un puño con intención de hacerme un corte de mangas. Tengo que morderme los labios para no reír al ver su cara al darse cuenta de que está en una boda y que es el centro de atención de muchas personas. La veo contener el gesto malhumorada, sobrepasada por la situación y por el odio que puedo jurar que tiene hacia mí. Una parte de mí se pregunta qué hace ella aquí, y cómo ha llegado a ser la dama de honor.

Recuerdo que Mike me dijo que una de las damas de honor sería una prima lejana de Jessica y la otra su hermana. Por favor, rezaré a quien haga falta para que Maisie sea tan solo una prima lejana de Jessica a la que no tenga que ver nunca más. ¡Por favor, por favor!

Automáticamente miro a Jessica y a Maisie. No se parecen en absoluto. La otra dama de honor se parece más a la novia. Respiro con algo de tranquilidad y con mucho alivio. No aguantaría comidas familiares con ella, ni viajes, ni… básicamente nada. Hasta estar en esta misma casa con ella, por cierto, mi casa, por si no hubiese quedado claro, me parece demasiado.

Miro a la otra dama de honor, apartando mis ojos por fin de esa chica que creo algo malcriada y mimada. La otra dama de honor tiene unos ojos bonitos, y un buen cuerpo. Sí, está bastante buena. Si esa chica es la hermana de Jessica, tiene todos mis respetos. Ella parece escuchar mis pensamientos y me mira en ese preciso momento. Sus ojazos se encuentran con los míos y me sonríe, pícara. Le devuelvo la sonrisa brevemente y me convenzo de que esa es la hermana de Jessica.

Estoy convencido de que voy a verla mucho. Jessica es esa clase de mujer a la que le gusta hacer cosas en familia cuando no disfruta alejando a Mike de mí, y algo me dice que va a traer a toda la suya, al menos a la más cercana, a muchas cenas familiares en casa de mis padres y quizás algún que otro viaje de desconexión.

Suspiro mientras las palabras del cura siguen llegando a mis oídos y mientras la hermana de Jessica me tienta con la mirada. A su lado, Maisie se da cuenta y le da un codazo, haciendo que la otra dama de honor deje de mirarme. ¿Acaso está celosa? No lo creo, no aparenta ser esa clase de chica.

Siento los ojos de Maisie buscando los míos, pero ahora no tengo la menor intención de mirarla. Paso olímpicamente de ella. No sé quién se cree que es para decirle a la hermana de Jessica que no me mire, y tampoco quiero saber lo que le ha susurrado para que esa despampanante chica de ojos claros deje de mirarme. No tengo intención de mirar más a Maisie durante toda la ceremonia, ni mucho menos durante la noche.

Ahora centro mi mirada en la otra dama de honor, y quiero que Maisie desaparezca, aunque en esta ocasión sea ella quien no pare de mirarme. Siento que me penetra con la mirada de forma descarada, quizás para decirme que deje de mirar a la hermana de Jessica. La ignoro buscando cabrearla aún más. Además, no sé con qué derecho se atreve a hacerme un corte de manga, pero no se lo tolero y mucho menos en la boda de mi hermano. Ojalá que los fotógrafos hayan inmortalizado ese momento. Estoy convencido de que Jessica tardará en volver a hablar con esa chica si la ha visto hacer eso en el día de su boda.

Me mantengo callado durante al menos unos treinta minutos. A excepción de algún que otro niño pequeño, lo único que se escucha en la estancia es la voz de los novios y del cura, mezclada con los sonidos de la naturaleza que desprende mi jardín. Siempre me ha gustado leer debajo de estos árboles en verano. Y ver el paisaje desde el porche en invierno, con una manta y una taza de café ardiendo. Vuelvo a centrar la mirada en los novios y sin querer vuelvo a observar a Maisie. Ella ya no me mira, está absorta mirando a la novia con ojos emocionados. Mi hermano y mi cuñada acaban de decirse sus votos y, vaya, hasta yo me he quedado alucinado de lo cursi que ha sonado mi hermano.

—Si alguien tiene algo que decir en contra de esta unión, que hable ahora o calle para siempre.

Un silencio abrumador inunda el lugar. De nuevo noto las palabras en mi garganta. Quieren contarle a Mike lo que ocurrió entre Jessica y yo. Sin embargo, cojo aire y les quito importancia con intención de dejarlo disfrutar de su boda. Hoy no es el día de contar secretos. Hoy debería mantenerme callado y volverme invisible para no molestar a nadie. Por otro lado, me encantaría hablar y poner colorada a Maisie señalándola de alguna manera, pero es la boda de mi hermano y solo por eso trato de controlarme como llevo haciendo toda la maldita tarde. En poco tiempo anochecerá y toda la fiesta pasará al interior de la gran casa de invitados, al menos durante la cena. Después de eso, tengo pendiente un baño nocturno y sé que no voy a dármelo solo. Miro a los novios y soy consciente de que Jessica está tensa ante las palabras del cura. Creo que todos se han dado cuenta por la forma en la que sus hombros están elevados. Por un mero instante, su mirada se encuentra con la mía. Y me muerdo los labios por la forma en la que me está mirando, algo asustada. Mike parece darse cuenta y también se gira disimuladamente en mi dirección. Ambos estaban mirándose mutuamente por eso cuando mi hermano posa su mirada en mí no llama mucho la atención. Desvío la mirada rápidamente. No voy a decir nada. No ahora. No hoy. Y no así. Quizá no necesite decir nada nunca.

—Por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer.

Cierro los ojos durante una fracción de segundo y escucho cómo la mujer que tengo sentada a mi lado, y que es tía de Jessica, contiene el aliento con una exhalación ahogada. Abro los ojos y veo a mi hermano besando a Jessica y a todos los demás aplaudiendo. Ya está. Oficialmente, mi hermano y yo hemos acabado nuestra etapa de locura y encubrimiento fraternal. Se acabó. No sé por qué, pero como un egoísta de mierda que me siento, no puedo estar totalmente contento por la boda de mi hermano y una parte de mí siente pena porque voy a verlo mucho menos, aunque Jessica quiera hacer planes familiares. Tal vez, si las cosas empeoran y ellos dos se siguen dedicando a viajar por el mundo, una vez cada dos o tres meses. Nunca voy a encontrar un mejor amigo como él. Y notar cómo se aleja de mí me pone excesivamente triste y de mal humor. Mike busca mi mirada y me levanto sonriente. Por mucha pena que me dé, mi hermano se merece una sonrisa de oreja a oreja y eso es lo que le sirvo en mi rostro mientras me acerco a él y lo abrazo.

—Enhorabuena, Mike, me alegro mucho por…

No soy capaz de acabar la frase ni de darle el abrazo que quiero darle porque Jessica se mete en medio y le da un beso que me hace pararme en el sitio y quedarme muy quieto. Cuando se separan, mi hermano trata de acercarse a mí, pero de nuevo Jessica le agarra la mano y se lo lleva dándole prisa a saludar a unos invitados. Yo desisto y miro al suelo, furioso. Esto mismo me ha pasado ya miles de veces desde que comenzaron a salir. El querer acercarme a mi hermano y que ella, indiferentemente de que no se dé cuenta o de que lo haga aposta, —opto por lo segundo—, se lo lleve sin dejar que me acerque a él. Creo que llevábamos como unos cinco meses sin hablar tan de seguido como cuando lo saludé antes de que se celebrase la ceremonia. Cojo aire y me dispongo a buscar a Elle y a algún que otro primo con el que charlar y echar unas risas. Necesito relajarme y quitarme esa sensación de abandono de encima. Me dirijo hacia un grupo de mi familia que está riéndose a carcajadas cuando alguien se me coloca justo en frente con el ceño fruncido y malhumorado. ¡Oh, no, por favor! Lo último que necesito en este preciso momento es a ella.

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