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Capítulo 7 JAMES

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Al final tuve que tirármela. Quiero decir, ¿quién en su sano juicio sería incapaz de tirarse a una tía buena en una ducha totalmente desnuda? Os aseguro que yo no soy ese tío. Y vaya polvazo que tiene esta chica. Aunque es solo eso, un polvazo y una chica con la que me rio a ratos.

Acabo de ponerme la corbata y le agarro la pierna a Elle, acariciándosela. Saboreo su suavidad unos instantes hasta que, sin previo aviso, me vienen a la mente las piernas de Maisie. Muevo la cabeza alejando esa imagen de mi mente y beso a la preciosa chica que tengo al lado.

Elle me devuelve el beso con pasión y se agarra el tocado de la cabeza, como si le diese miedo que pasase una mano por su pelo y la despeinase. Esta chica siempre es igual. Siempre está preocupada por su imagen, y eso me aburre un poco. Me separo de ella y observo una de mis casas. Bueno, de mis padres. En realidad, a mi nombre solo está el apartamento de la Quinta Avenida, y es mío y solo mío. Nadie más que yo vive ahí, y es algo que me hace tan feliz como ver la cara de todas esas chicas que entran por la noche y contemplan el paisaje que deja ver las paredes de cristal. La imagen de la ciudad de Nueva York ante un rascacielos como el que vivo es espectacular.

—Vamos a aterrizar en unos segundos —informo a Elle, que creo que es la primera vez que se monta en un helicóptero y algo en ella me dice que está un poco asustada.

Le aprieto la mano porque sé que está nerviosa y trato de calmarla.

—Mira esa piscina —le digo señalándole el lugar que más me gusta de toda esa finca. Ella observa la piscina y suelta una exclamación ahogada—. Esta noche voy a follarte en ella.

Elle abre los ojos y la boca al mismo tiempo que suelta una carcajada.

—¡Oh, James! ¡Créeme que me encantará! ¿Aunque no decías que esta noche solo somos amigos?

Ahora el que ríe soy yo.

—Nadie ha dicho que vaya a follarte solo a ti —le respondo encogiéndome de hombros.

Al ver cómo su cara cambia y se pone seria, algo molesta, me acerco a ella y le hago saber que es una broma, aunque en algún momento de la noche voy a volver a tirármela.

Le doy la mano para ayudarla a salir del helicóptero y me percato de que Elle agradece dejar de escuchar el sonido de las aspas.

La llevo por aquella casa que tan bien conozco aún de la mano, y comienzo a presentarla a los invitados como una amiga. El hecho de no ver a ninguna mujer joven que no sea familia mía me desconcierta un poco y me hace agradecer el hecho de haberme traído conmigo a Elle, quien parece encantada de que le presente a gente.

Veo cómo mi hermano Mike me busca con la mirada y le indico a Elle que se quede con un grupo en el que están mis primos alrededor de una bandeja de comida y de una camarera. Intercambio una mirada con Elle y la veo cómoda. ¡Vaya, está en su salsa! Lanzo una mirada de advertencia a mis primos y ellos comienzan a reír. Sé que ellos la respetarán y que estará bien, y también sé que a ella va a parecerle atractivo más de uno de ellos. Creo que, visto lo visto, hay más posibilidades de que ella se tire a más personas que yo esta noche.

Miro a mi alrededor mientras me acerco a mi hermano y saludo con una sonrisa algo forzada a familiares que la última vez que los vi yo no tenía ni dientes. ¿Dónde demonios estaban las mujeres de la familia de Jessica? ¿Y las damas de honor? ¿Acaso no había ninguna dama de honor?

—¿Cómo estás, Mike? —le pregunto acercándome a él y comprobando que está nervioso.

—Estaré mejor cuando la histérica de Jessica me deje dormir una noche seguida, y créeme que no hablo de lo que creo que estás pensando. Llevo una semana a pan y agua. No hay forma de que me deje tocarla. —Pone los ojos en blanco y tengo que reprimir una carcajada. Jessica tiene a mi hermano a dos velas—. Joder, su fisioterapeuta la toca más que yo. Dice que si estamos una semana sin mantener relaciones…

—Sin follar —le corrijo buscando irritarlo un poco más.

Él me dirige una mirada desdeñosa y yo cubro mis labios con los dedos para que no vea cuánto me divierte esa situación.

—Bueno, a dos velas… dice que si estamos una semana así luego nos cogeremos con más ganas en la luna de miel.

Pone los ojos en blanco y puedo entender cómo se siente. Sé que mi hermano es de esos que necesitan follar a diario o se descolocan demasiado. Bueno, necesitar… no sé si esa es la palabra, y si un tío realmente necesita sexo a diario, pero dejémoslo en que él está acostumbrado a eso.

—¡Vaya por Dios, Mike! ¿Te han salido callos en las manos y te preocupa que ensucien tu imagen impoluta? —le digo eso con una sonrisa burlona y metiéndome con él—. ¿Necesitas cremita para cuidar tus manos que tanto te sirven ahora que tu novia no quiere tocarte?

Esquivo un puñetazo por unos centímetros y suelto una carcajada.

—¡Maldito seas, Jamie!

Tras llamarme por mi diminutivo de forma cariñosa debido a la estrecha relación que tenemos y que Jessica desde mi punto de vista ha estropeado, me pasa una mano por el hombro y me acerca a él.

—Gracias por venir, hermano —me agradece de corazón dejando las bromas aparte.

—No me lo perdería por nada del mundo, Mike —le digo con seriedad y entusiasmo tratando de reconfortarlo, aunque en mi interior sigue estando esa espina clavada.

Me guardo para mí el chiste de que si Jessica lo deja plantado en el altar siempre le quedarán sus manos porque, aunque lo haya pensado, sé que no tiene gracia. Una mujer es mucho más que sexo. Y si es solo sexo, es aburrida. Las mujeres son algo increíble si llegas a entenderlas, y yo las entiendo lo máximo que puedo hacerlo, pero ellas no entienden el hecho de que no quiera atarme a nadie. Incluso si realmente asentara la cabeza, conservaría mi independencia. En el fondo, si dejo de lado mis sospechas, que espero que no sean ciertas, envidio a Mike y lo feliz que parece con Jessica. Es otro. Ella lo ha cambiado para mejor y lo ha complementado tanto que a veces me da miedo que se olvide de mí.

Cuando mi hermano me contó que tenía una nueva novia no le di ni importancia. Él siempre estaba cambiando de novia. De una a otra en cosa de una semana o dos como mucho. Tal vez una vez hubo una excepción de una chica con la que estuvo un mes, pero ese era su máximo. ¿Quién iba a decirme a mí que el loco fiestero de mi hermano iba a comprometerse a sus veintisiete años? No tuve forma de saber que mi hermano había caído en picado a los pies de Jessica. Y ahora, el hecho de que quiera casarse y tener una familia con ella es algo que tengo que aceptar y que me hace tener un nudo en el estómago. Jessica nunca va a perdonarme lo que según ella le hice. Y yo nunca voy a abandonar el miedo a que Mike me odie.

Le doy una palmada en el hombro y él me pregunta con la mirada por Elle.

—La he traído para distraerme —le digo encogiéndome de hombros despreocupado.

Él me lanza una mirada de suficiencia y yo le vuelvo a sonreír al tiempo que sigo hablando.

—La traje por si acaso fallaban las damas de honor. Y Mike, han fallado o se esconden de mí.

Mike une sus manos y las entrelaza como cada vez que está nervioso.

—Si te conocieran, créeme que todas huirían de ti —bromea.

¡Me apetece tanto seguir hablando con él! Echo tanto de menos estos momentos en los que ambos nos buscamos y nos lanzamos indirectas, que una parte de mí no quiere que se celebre la boda. Quiere que mi hermano vuelva a vivir conmigo. Aunque cada uno vivamos en un apartamento distinto, pero cerca. Quiero volver a tener esas noches saliendo a discotecas con él y entendiéndonos con la mirada, o esos días que echábamos al completo jugando a videojuegos y comiendo pizza o hamburguesas. Ya no tengo nada de eso. Ahora, siempre que quedo con Mike, es un Mike más una Jessica. Jessica no me deja estar a solas con mi hermano, y siempre, siempre, siempre tiene algo que decir. Y Mike… Mike cambia cuando está con ella. Me refiero a que conmigo dice cosas que sé que jamás diría en presencia de Jessica. Tal vez yo sea el que lo hace ser peor y ella la que lo hace ser mejor. Sea como sea, adoro a Mike, tanto que me fastidia que lleguen más invitados y que saluden a mi hermano, haciendo que nuestro momento de fraternidad, que hace tanto que no compartimos, se acabe y tenga que sonreír forzosamente a las personas que se acercan a él.

—Hola, tía Lidia —saludo con cariño a una mujer que ya roza los ochenta años de edad, pero que es una de mis familiares favoritas.

Ella es la que siempre ha estado ahí para mí y, aunque no lo parezca, es mucho más moderna mentalmente que mi madre, que tiene cuarenta y ocho. Mi madre se llama Margaret y es una mujer seria y con muchos prejuicios, pero qué voy a decir, es mi madre y la quiero más que a nada. Y a pesar de todos los prejuicios que tiene, ella también me quiere a mí con locura.

Una camarera se acerca y me pone ojitos. Me suena tanto que creo que en algún momento he tenido algo con ella.

—James… —me susurra y la recorro con avidez con la mirada.

Claro que nos conocemos. Bueno, ella me conoce a mí. Yo no soy capaz de ponerle nombre ni tampoco recuerdo dónde nos hemos visto ni si me he acostado con ella.

—Hola… —digo sin saber dónde meterme porque juro que no la recuerdo.

¿Qué clase de persona no se acuerda de qué tía se ha tirado? Desde luego que a partir de mañana voy a sentar la cabeza. O al menos a intentarlo, porque vaya mierda de persona me siento en este momento. Con eso de sentar la cabeza no me refiero a que vaya a dejar de follar ni a convertirme en un santo, pero joder, qué menos que centrarme un poco. Necesito un cambio en mi vida, y lo sé.

Miro a mi hermano, que se ha dado cuenta de la situación, totalmente incómoda para mí, ya que no soy capaz de recordar a la chica y niega con la cabeza en señal de desaprobación. Tu antes eras peor que yo, Mike, ¿quién te crees que eres para juzgarme? Mi hermano tiene cinco años más que yo, pero bueno, hasta hace poco creía que el maduro de ambos era yo.

Siempre lo aconsejaba respecto a todo y, ahora, ahora es Jessica quien ocupa mi lugar. Mi hermano me vuelve a agarrar por el cuello con un brazo y se acerca a mí, despidiéndose de los familiares con los que estábamos y saludando con la mano y con una sonrisa a otros.

—Ya que no has querido venir al ensayo de la boda, al menos dime que te sentarás en primera fila.

—Tranquilo, la tal Mar me llamó nada más enterarse de que no iba a venir al ensayo y me tuvo como una hora por videollamada explicándome dónde he de sentarme y cómo he de recibir a los invitados.

—Con una sonrisa y aspecto impoluto —prosiguió Mike, a lo que ambos sonreímos.

Mar, una de las organizadoras de la boda, llevaba persiguiéndonos con ese comentario demasiado tiempo. Y a mí, que no me gustaban las bodas, vaya, había aguantado tantísimo aquella frase de la sonrisa y el aspecto impoluto que me extrañaba no haberla mandado ya a la mierda. No es que Mar fuese una mujer pesada, no… era algo mucho peor que pesada… de esas personas que repiten las cosas tanto, tanto, pero que taaaanto, que acabas pidiendo auxilio con la mirada hasta a personas que no conoces.

—Hablando de la reina de Roma… —le digo a Mike señalando con la cabeza hacia su izquierda.

Mar se estaba acercando con un vestido rojo que bailaba tras ella hacia nosotros. Ni que decir tiene que llevaba una sonrisa radiante en el rostro. Ella decía que la positividad se trasmitía y que, si una persona sonreía, a la que estaba a su lado le entraban ganas de sonreír.

Veo cómo Mike hace un gesto de disgusto antes de girarse hacia ella. A mi hermano le gusta esa mujer tan poco como a mí.

—¡Vamos, vamos! ¡La celebración está a punto de comenzar! ¡¿Qué hacéis aún aquí?! ¡Vamos! —apremia la mujer.

Y mueve las manos al mismo tiempo que gesticula a los invitados para que vayan al jardín principal, donde tendrá lugar la celebración. Comienzo a caminar con mi hermano a mi lado y no puedo evitar sonreírle. Sin lugar a dudas, Jessica lo tenía agarrado por las pelotas. Había sido ella quien había querido que se casasen, y él le había pedido matrimonio al día siguiente. Quitando todo eso de que supuestamente estaban enamorados, Mike parecía algo así como el perrito faldero de Jessica, y todo lo que ella le dijese le parecía bien.

—¿Has dicho que sí a llenar el jardín de rosas en color rosa? Eso es pasteloso hasta para ti.

Mike pone los ojos en blanco y me da la razón con la mirada.

—Y horrible… —añade él, como si pasteloso no fuese suficiente—. Yo quería rosas azules, pero soy incapaz de llevarle la contraria a Jessica en un día normal, mucho más en el día de su boda.

Asiento con la cabeza y me mojo los labios con la lengua. Al menos mi hermano admite que es un huevón. Por lo menos se da cuenta de eso. Lo que no entiendo es que no le importe. Él, que siempre ha hecho lo que ha querido con las tías. No puedo evitar mirarlo de reojo mientras los invitados se sientan.

—¿Te da igual que lo haya escogido todo Jessica?

Mi hermano coge una bocanada de aire y suspira con fuerza.

—Algún día te enamorarás de alguien y harás cualquier cosa para que sea feliz.

Esa frase hace que me detenga en seco. ¡Qué tontería! Yo no creo en esa clase de amor. De hecho, apenas creo en el amor. Creo que el amor consiste en cogerle mucho cariño a alguien a quien ves muchas veces, ya sabéis, la típica frase de que el roce hace el cariño… Pero eso de amor a primera vista y ese tipo de cosas, buah…

Por unos instantes me vuelvo a plantear, por milésima vez desde que me enteré de con quién iba a casarse, si debería contarle todo lo ocurrido a Mike. Y por milésima vez, me siento un cobarde por mantenerme callado. No puedo ser yo quien le joda esto. Quizá puede que incluso sí que estén enamorados. Puede que la espinita que tengo clavada en el pecho sea por algo sin sentido. Pero ¿y si no lo es? ¿Y si Jessica le cuenta algo? ¿Cómo reaccionaría Mike? ¿La dejaría? ¿Me odiaría? Solo pensarlo me provoca un agujero en el pecho. Dejo a mi hermano como cosa perdida y me dirijo hacia Mar, con intención de provocarle un infarto y distraerme. Ella me sonríe y veo cómo sus ojos se iluminan.

—Me encanta que estés sonriente —me dice, recordando que se cansó de decirme por videollamada que sonriese.

—He venido a decirte que necesitaré un asiento más al lado del mío.

Ella coge aire con sorpresa y puedo jurar que se le hincha la vena de la garganta.

—¿Qué? —exclama, y creo que jamás he visto tanta amenaza en una sola palabra.

—Sí, lo necesitaré aquí y en la mesa de la boda.

Ella abre los ojos y pestañea. Está algo así como en shock y yo no puedo estar más divertido. Al menos lo estoy hasta que su mirada cambia y sus ojos parecen perforarme con rabia.

—¿Te has atrevido a traer una invitada después de haberme dicho que no lo harías?

Le cuesta hablar y parece que está hiperventilando. Coge un abanico del bolso y comienza a abanicarse mientras que no para de hacer gemidos con la boca, como si estuviese realmente a punto de darle un ataque.

—Eh…

La forma en la que está y el darme cuenta de que ha comenzado a sudar a mares hace que me quede totalmente quieto y que no sepa cómo responder. Si a esta mujer le da un infarto en el día de la boda de mi hermano, Mike me mata.

—Oye…, tampoco hace falta que la pongas a mi lado —le digo y veo cómo sus respiraciones continuas y sobresaltadas se calman un poco.

—Oh… —se relaja—. En ese caso buscaré una silla en la parte de atrás e informaré a los camareros de que pongan otra silla en otra mesa.

Parece que se ha recobrado, pero antes de irse me mira y me señala con el dedo, amenazante.

—Escúchame bien, James Hamler, si algo sale mal en esta boda por culpa de tu amiga, puedo jurarte que te echaré las culpas delante de Jessica, y créeme que te lo recordará toda la vida.

Con Jessica… Veo que incluso ella se ha dado cuenta de quién es la persona más peligrosa del lugar. La veo tan alterada que trago saliva y me limito a entreabrir los labios mientras ella sale disparada corriendo hacia el interior de la casa y se detiene a hablar con Yolie, la otra organizadora de bodas que me fulmina con la mirada. Vaya… si las miradas matasen.

Elle se acerca a mí en ese momento y me inquiere dónde ha de colocarse. Le agarró la cintura con la mano y la señalo hacia Yolie.

—Ella te dirá dónde has de colocarte. Como no he avisado no puedes sentarte en primera fila conmigo, es por algo de la estética del lugar.

Mi acompañante se queja y en el fondo le doy la razón.

—¡Oh, venga ya! ¡Pero que más le da a ella dónde me siente! ¿Sabes qué? Me voy a poner a tu lado.

Y tan ancha la veo coger una de las sillas que tenemos cerca con intención de colocarlas en la primera fila. Agarro su mano nada más levantar la silla en alto y me pongo lo más serio e imponente que puedo.

—Oye, para mí también es una tontería, pero que las sillas estén ordenadas es algo importante para la novia, y créeme que si la conocieses tú tampoco querrías provocarle un ataque cardíaco el día de su boda.

Ella me mira pensando que estoy de broma. Lo siento. No lo estoy. Con gesto altivo me mira de arriba abajo y me jode en el alma lo que está pensando. Acaba de pensar que soy un calzonazos. Y vaya… qué mal sienta. Tal vez sea el karma, yo pienso que mi hermano es un huevón, y ella piensa que lo soy yo. ¿Dónde demonios queda mi imagen de chico duro después de esto?

—Oye, ¿sabes qué?, ponte a mi lado.

Mike va a matarme. Jessica va a matarme. Soy imbécil.

Elle cambia de actitud, me mira de nuevo con una sonrisa y niega con la cabeza.

—No importa. Me sentaré atrás con tus primos.

La veo irse y también soy consciente de que le pone ojitos a uno de mis primos. O al menos él se los pone a ella. Eso me da igual, pero… ¿Qué cojones acaba de pasar? Me acaba de decir que no quiere estar en primera fila y antes que sí. ¿Es que acaso solo quería que le dijese que podía sentarse dónde quisiese? ¿Por qué las tías son tan complicadas?

La veo alejarse y me quedo mirando su espalda. El vestido cae en picado hacia su trasero y deja su bonita espalda a la vista. Me quito el sudor de la frente con la muñeca y sigo sin entender lo que acaba de pasar hasta que me doy cuenta de que alguien me observa. Me giro hacia donde está esa persona al tiempo que un camarero pasa justo por delante de mí y me corta el campo de visión. Niego con la cabeza y busco con la mirada a ese alguien que juro que he sido capaz de sentir, pero no veo a nadie salvo a Mar agarrándome por la mano y llevándome a mi asiento con gesto malhumorado.

Todos los invitados se sientan al cabo de unos minutos, y la música nupcial comienza a sonar. Mi hermano ya espera en el altar de flores que han colocado al lado de varios arbustos y de un árbol lleno de flores. Tengo que admitir que la vista es preciosa. Más que de costumbre con tantos adornos. Intercambio una mirada con Mike y le guiño un ojo. Sin lugar a dudas está nervioso, pero aun así me devuelve el guiño con un gesto de complicidad. Mi madre lo ha acompañado hasta el altar y soy capaz de ver que está tratando de no llorar de emoción. Su mirada se posa en la mía y no puedo evitar sonreírle. Disfrútalo, mamá, él será el único de tus dos hijos que se casará.

Un murmullo general me hace ver que la novia ya está cerca, así que me giro con intención de ver a Jessica entrar, cuando me percato de sus dos damas de honor y siento que el corazón se me detiene. Unos ojos oscuros están posados en mí, y alejan su mirada de la mía nada más girarme hacia ella. No puede ser. No me jodas.

Me quedo mirándola unos instantes como si estuviese en una especie de pesadilla. Esa chica… No puede ser… Tienen que ser imaginaciones mías, ni tan siquiera se parece a la chica que vi esta mañana en el gimnasio. Aunque creo plenamente en el poder del maquillaje y la peluquería en las mujeres, pero no, ni aun así, no puede ser la misma chica.

Ella vuelve a posar sus ojos en mí, y siento que el corazón se me acelera de nuevo. Mierda. Para no ser la misma chica tiene sus jodidos ojos. Maldita sea. ¿Qué demonios hace aquí?

Me detengo a mirarla con determinación y veo que está nerviosa. Nerviosa y preciosa, aunque lleve un vestido pomposo en color rosa a juego con unos zapatos en color claro. Mi boca se abre inconscientemente al verla y es como si el tiempo se detuviese de golpe y todo lo que estuviese a mi alrededor se congelase.

Con un gesto altivo, ella eleva la cabeza y vuelve a desviar su mirada de la mía, hacia el suelo. Sin lugar a dudas es ella, y aun teniendo a cientos de ojos en los que posar los suyos, ha detenido su mirada en la mía dos veces.

No puedo creerme lo guapa que está, y no, no hablo del vestido. Hablo de ella. Su cabello está recogido hacia atrás y lleva dos tirabuzones sueltos, y su cara… creo que no he visto una cara igual en toda mi vida. Quiero decir, también me llamó la atención esta misma tarde cuando se chocó conmigo en la calle, pero ahora, simplemente está increíble. No como esta tarde, que tan solo me pareció atractiva, pero me encantó y enfadó la forma en la que pasó de mí. Joder, no sé ni si lo que estoy pensando tiene sentido. Nunca me he liado mientras pienso, como me está pasando ahora. Ni yo me entiendo. Esta maldita mujer parece haberse llevado a todas mis neuronas de paseo y de golpe.

Trago saliva cuando veo que Maisie y la otra dama de honor comienzan a avanzar hacia el altar, y ni tan siquiera soy capaz de ver a Jessica vestida de novia. Mis ojos solo la enfocan a ella, como si todo lo demás hubiese desaparecido.

Nosotros sobre las estrellas

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