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2.1. CUESTIÓN DE PERCEPCIÓN
ОглавлениеRevés, infortunio, mala suerte, desgracia… son algunos de los nombres con los que identificamos a la muy denostada adversidad, situación que puede definirse como un acontecimiento que afecta directa o indirectamente a nuestros intereses personales y que percibimos como un daño o un perjuicio. También, puede considerarse como la propia percepción negativa que tenemos sobre dicho acontecimiento.
Sobre la adversidad se ha escrito mucho, pero nadie ha podido encontrar la causa o razón de la misma salvo que, entrando en el campo de la psicología, viajemos al interior de la mente de cada individuo. Y ello es así, dado que la adversidad no es más que la forma en que cada individuo valora, conforme a sus condicionantes mentales, un hecho exterior, lo que significa que ante un acontecimiento relevante solo la mente humana establece la diferencia. Pongamos un ejemplo clásico. Para un agricultor una lluvia torrencial puede ser una bendición en época de escasez de lluvias. Sin embargo, para una familia humilde que vive en las inmediaciones de un río que puede desbordarse es una verdadera desgracia. Como éste podríamos poner infinidad de ejemplos asentados en nuestro refranero popular.
Desde una perspectiva general, la idea o principio fundamental del que hemos de partir a la hora de tratar con esta materia reside en que las causas que motivan la adversidad no pueden ser controladas por el ser humano. El curso de la vida, tanto el derivado de la naturaleza (fenómenos atmosféricos, terremotos, tempestades, etc.) como el producido por las relaciones sociales (accidentes, enfermedades, envejecimiento, etc.) están sometidos a sus propias leyes y no atienden nuestros deseos por muy razonables y justos que sean. Dichas leyes parten de la base de la existencia de múltiples condiciones que crean innumerables causas y efectos completamente incontrolables por el ser humano. Además, todo lo que ocurre ya ha ocurrido y posiblemente volverá a ocurrir. Unas veces nos afectará a nosotros, otras veces a nuestros amigos y otras a desconocidos, razón por la que no tenemos porque sorprendernos por dichos acontecimientos. Tal estado de las cosas no podemos cambiarlo, pues éstas suceden nos gusten o no. SÉNECA6), de forma pragmática nos decía:
«Vivir no es cosa deliciosa. Has emprendido un largo camino: tendrás que resbalar, tropezar, caer, fatigarte. En un lugar abandonarás a tu compañero, en otro lo sepultarás, en otro lo temerás: a través de estas contrariedades deberás recorrer esta ruta escabrosa»
Ahora bien, si no podemos gobernar el azar, lo que sí hacemos es, primero, calificar a través de un proceso mental dicho acontecimiento como bueno o malo, es decir, el azar nos da la materia (los acontecimientos) y nosotros le damos la forma (suerte o desgracia) y, segundo, reaccionar anímicamente a dicha situación. Pero insisto, la diferencia la establecemos nosotros.