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1.3. LA DINÁMICA VICTORIA-DERROTA

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Dicho esto, si tuviera que elegir qué factor adverso que incide más en el trabajo de un abogado, me decantaría por la proporción éxito/fracaso que define su actividad profesional especialmente en cuanto al resultado de su actividad forense, íntimamente relacionada con la dinámica victoria-derrota a la que nos referíamos anteriormente.

Sin embargo, sobre el ejercicio profesional del abogado existe mucha confusión. Las personas desconocen que nuestra obligación forense es de medio y no de resultado. En las causas judiciales, casi siempre alguien gana y alguien pierde, y raramente ganan todas las partes. El abogado organiza la defensa de su patrocinado con todos los elementos de los que dispone y que pueden beneficiar a su representado, pero la decisión corresponde al Juzgador, sin olvidar que enfrente encontramos a otro abogado oponiéndose a nuestros argumentos al amparo de otros tanto o más convincentes (al menos para éste). Por tanto, no es mejor el abogado que gana el juicio que el que lo pierde. Si ambos son diligentes, ganar o perder es parte del quehacer profesional.

Efectivamente, al menos desde una perspectiva general, el éxito o fracaso del trabajo del profesional (especialmente del abogado litigante) viene condicionado por el resultado favorable o desfavorable de la resolución con la que concluye el procedimiento. Y este equilibrio (cincuenta por ciento) es absolutamente desproporcionado, ya que las posibilidades de fracaso en las que se desenvuelve nuestra profesión son muy elevadas. Podrá cuestionarse que la sentencia no tiene porque determinar el éxito o el fracaso de nuestro trabajo, bien porque hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano, o porque a pesar de la sentencia desfavorable se han conseguido otros objetivos para el cliente. Además de ello, el propio concepto de fracaso encierra un alto grado de subjetividad. Pero lo que es indudable, es que en la mayoría de los casos, todos sabemos que la estimación total, y a veces parcial de nuestras pretensiones reflejadas en la resolución final, suele tener un efecto muy positivo y favorable en nuestro estado de ánimo, bien por razones vinculadas tanto a la satisfacción del trabajo bien hecho, como por la alegría compartida de nuestro cliente y el prestigio profesional obtenido.

Por el contrario, una sentencia desfavorable, tiene a todas luces una connotación negativa. Para nosotros, representa de algún modo un fracaso (aunque, como veremos, con matizaciones). Para nuestro cliente, siempre será un verdadero fracaso que podrá ser atribuido al trabajo realizado por su abogado mediante cualquier justificación, razonable o peregrina («los casos los gana el cliente y los pierde el abogado» reza el dicho popular).

Naturalmente, como anticipábamos, nada es absoluto. Las sentencias desfavorables no tienen porque constituir per se un fracaso para el abogado, y de hecho, la experiencia que dan los años de ejercicio te ayudan a comprender la existencia de múltiples factores que influyen en la resolución de un litigio y de cuya combinación no sólo depende el resultado en uno u otro sentido, sino de la percepción que nosotros podamos tener sobre si el fallo desfavorable debe considerarse un fracaso o una adversidad predecible.

Ahora bien, considero altamente recomendable que los abogados dispongamos y fomentemos las habilidades necesarias para superar las adversidades que sin duda se presentarán en nuestro quehacer diario, lo que trataremos más a fondo en próximos apartados.

Para concluir, nada mejor que la siguiente cita ilustrativa del perfil del abogado5):

«Como el fuego forja el hierro en el yunque, la necesidad y la preocupación diaria forja la personalidad del Abogado. Un gran número de ellos se dan de baja y se dedican a otra cosa cuando llevan años de ejercicio, 15 años si no antes..., desesperados, agotados, fracasados. Es una profesión para superciudadanos y superciudadanas, sin ningún tipo de reconocimiento social ni reciprocidad, pero el que consigue la cima, siempre con mucho dinero o apoyo político, ve incrementar su poder y autoridad académica; más que una profesión, la vocación de Abogado es propia de los héroes».

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