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3.2. ALGO MÁS SOBRE LA CONSTANCIA

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La constancia es la virtud que nos lleva a que una vez tomada una determinación o decisión concreta, se lleve a cabo lo necesario para alcanzar las metas, aunque surjan dificultades externas o internas o disminuya la motivación personal, gracias a un esfuerzo continuado para pasar a la acción venciendo las dificultades y venciéndonos a nosotros mismos. Como decía UNAMUNO, la voluntad de la acción nunca es excesiva, porque hay que querer siempre, «querer aun cuando no se pueda». De forma más sencilla, y como enseña el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la perseverancia es el mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opción.

La constancia, al igual que la fortaleza, es una virtud imprescindible para nuestra profesión, ya que la voluntad perseverante es necesaria tanto en el estudio y preparación de los asuntos como lo es a la hora de defenderlos ante un Tribunal. Si conseguimos adquirir retos concretos y cumplirlos en el momento adecuado; si terminamos lo que empezamos tal y como habíamos previsto; si no nos desalentamos ante las adversidades; si aprendemos a esperar y mantener el esfuerzo de principio a fin, que duda cabe que habremos desarrollado una habilidad esencial para cumplir con nuestros sueños.

Los beneficios de ser una persona constante, son innumerables, pudiendo destacar los siguientes:

- El esfuerzo sostenido que alimenta la constancia fortalece nuestra voluntad.

- La constancia nos hace sentirnos más seguros de nosotros mismos y capaces de conseguir nuestros propósitos.

- Terminadas nuestras tareas y conseguidos los propósitos, nuestra responsabilidad se refuerza, y obtenemos una convicción que nos permitirá conseguir nuevos objetivos a pesar de las dificultades.

- Nos enseña a buscar siempre lo más conveniente a largo plazo, evitando con ello la frustración resultante de no conseguir nuestros objetivos de forma inmediata.

- Y, como no, alcanzamos unas sensaciones inmediatas de alegría al ser conscientes de que, venciendo las dificultades, hemos dado lo mejor de nosotros mismos.

En principio, la perseverancia debe ser aprendida desde pequeños, puesto que todo hábito que requiere un esfuerzo requiere un aprendizaje continuado. De hecho, y volviendo a nuestra profesión, todos somos perseverantes en mayor o menor medida.

Sin embargo, ¿quién de nosotros, en ocasiones, no es consciente de que no está siendo lo suficientemente tenaz en determinada actividad? Precisamente por esa razón es por la que debemos mejorar este hábito de forma permanente. Pero, ¿cómo se alcanza o mejora esta habilidad?

- En primer lugar, hay que tener una clara visión de futuro, o lo que es lo mismo, tener claras y bien definidas unas metas que constituyan un propósito positivo y atractivo. La comprensión de estos desafíos, no sólo nos ayudará a visualizar nuestro sueño, sino que además nos permitirá prever las dificultades que encontraremos durante el trayecto.

- Una vez conocida la meta, debemos focalizarnos en la misma de forma positiva, desarrollando nuestro trabajo con la vista puesta en el resultado que pretendemos conseguir, evitando desviarnos de nuestro objetivo. Para ello, debemos trabajar con orden y planificación, de forma constante y evitando interrumpir nuestros planes, siendo exigentes en el cumplimiento de nuestras obligaciones y responsabilidades, y concluyendo todo aquello que nos hemos propuesto.

Con esta actitud o acción positiva, tendremos que enfrentarnos a las presiones externas e internas, superando los fracasos y adversidades, y, reponiéndonos para volver a empezar.

De todo ello se infiere que si somos perseverantes en nuestro esfuerzo diario y creamos el hábito mediante la repetición de este tipo de actos (incluso el sacrificio voluntario en los más pequeños detalles), conseguiremos arraigar la constancia en nuestra actividad diaria.

Abogados: Gestión y Servicio

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