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Optimismo
SUMARIO: I. CONCEPTO. II. CARACTERÍSTICAS. III. ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL OPTIMISMO PARA EL ABOGADO? IV. EL ABOGADO OPTIMISTA. V. EL ABOGADO PESIMISTA. VI. EJEMPLOS PRÁCTICOS. VII. ¿CÓMO SE ADQUIERE O MEJORA? VIII. ANÉCDOTA. IX. PREGUNTAS PARA EL DEBATE. X. LECTURAS RECOMENDADAS. XI. SABIDURÍA POPULAR.
I. CONCEPTO
El optimismo es la propensión de las personas de ver y juzgar cosas y circunstancias en su aspecto más favorable.
II. CARACTERÍSTICAS
Entre las características del optimismo destacamos las siguientes:
• Nos hace ver los fracasos como oportunidades de crecimiento.
• Fomenta la sinceridad con uno mismo.
• Nos hace ser realistas.
• Nos hace valorar positivamente todo lo que afecta a nuestra vida.
• Es un factor de automotivación.
• Nos hace vivir el aquí y ahora y disfrutarlo.
• Nos hace ver las críticas de forma positiva.
III. ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL OPTIMISMO PARA EL ABOGADO?
En un artículo publicado en la revista digital Legaltoday, José Enebral Fernández, cita el trabajo de Seligman titulado “Authentic Happines”, destacando diversas variables que concurren en la actividad de los abogados:
• Los abogados han de ser pesimistas, y esta es su actitud más prudente; deben anticipar toda suerte de argucias e incidencias negativas posibles en sus casos.
• Son dependientes de normas y procedimientos, disponen de muy estrechos márgenes de decisión en su ejercicio.
• También por la mecánica funcional, los abogados podrían estar perdiendo información que aportaría significado, luz y certidumbres.
• Se ven rodeados de conflictos y tensión, y en mucha menor medida de emociones positivas que, si se dan, duran poco.
• Una importante parte de su actividad se produce (típicamente aislados) consultando información y preparando escritos ajustados a formatos establecidos.
• Soportan una excesiva dilación en la resolución de sus casos, y han de dedicarse a varios asuntos concurrentes, normalmente diversos y complejos.
• Pertenecen a un mundo sometido a la dinámica victoria-derrota, lo que conlleva una sensible erosión emocional.
• Actúan en el marco singular de dignidades y jerarquías de la Justicia, sometidos por tanto al criterio aplicativo de los jueces.
Como consecuencia de los datos anteriores, podría pensarse que el abogado es, por naturaleza, pesimista. Sin embargo, consideramos que para el abogado es clave ser optimista y disponer de una visión positiva de todo lo que acaece en su quehacer diario, optimismo que hemos de asociar a un realismo moderado, que le permita saber gestionar las diversas situaciones disfrutando de su trabajo y superando las dificultades que antes hemos citado y que nos pueden suponer un alto coste emocional. Para el abogado, el optimismo es un seguro de vida como veremos en el próximo apartado al definir al abogado optimista.
IV. EL ABOGADO OPTIMISTA
Se caracteriza por disponer de la creencia de que puede controlar lo que le sucede atendiendo a aquellas circunstancias en las que puede influir, por lo que se nutre de una fe y esperanza inquebrantable en que las cosas saldrán bien, y de salir mal, aprenderá la lección. Es realista y acepta el mundo tal y como es, no lamentándose de las circunstancias adversas.
Conoce sus limitaciones y por ello se preocupa de mejorarlas y potenciarlas.
Un abogado optimista será proactivo y tendrá una visión muy realista de lo que ocurre a su alrededor y, al gestionar mejor su estrés, padecerá menos problemas psíquicos y físicos.
Finalmente, el abogado optimista tendrá mayores y más provechosas relaciones sociales. Dispone de una visión de uno mismo equilibrada, con fortalezas y debilidades, conociendo nuestros límites y capacidades; conoce y acepta que la vida implica alegrías y decepciones y es consciente de su capacidad para modificar ciertos aspectos de nuestra vida y aceptar aquello que no podemos modificar. No espera automáticamente lo negativo de los demás o del mundo, pero tampoco piensa que lo bueno vendrá solo y buscar activamente soluciones a los problemas.
Es preciso significar que no estamos hablando de una persona idealista, sino de una persona que sabe lo que quiere y, a pesar de los factores desfavorables con los que se encuentra, hace lo posible por cambiarlo porque confía en la posibilidad de mejorar.
V. EL ABOGADO PESIMISTA
El abogado pesimista tiene una tendencia a ver todo lo que ocurre en su actividad profesional de una forma escéptica y negativa, siendo este un pensamiento asociado a un estado negativo del mundo que nos rodea (lo bueno es algo excepcional). Interioriza la culpa de todo lo que sale mal, lo que hace que se sienta más frustrado. El pesimista se resigna y se convierte en un observador pasivo de todo lo que ocurre a su alrededor.
Por otro lado, no acepta la realidad, y si lo hace, lo hará desde una perspectiva negativa.
Generalmente, debido al alto estrés que soportamos los abogados, el pesimista goza de peor salud física y psíquica que el optimista, pues la situación de frustración en que vive acaba pasándole factura.
VI. EJEMPLOS PRÁCTICOS
A continuación vamos a examinar diversas situaciones en las que, a pesar de la dificultad que entrañan, el posicionamiento puede y debe ser positivo.
La primera, es el mérito que conlleva nuestro trabajo, se gane o se pierda, siempre, claro está, que hayamos aceptado el encargo honesta y responsablemente y luego lo hayamos preparado a conciencia. Nadie puede quitar el valor que conlleva el trabajo realizado por un abogado en defensa de su cliente. Para ello, basta con que miremos atrás y comprobemos el tiempo que, en la soledad de nuestro despacho, hemos dedicado a la preparación concienzuda del mismo.
La segunda, el valor que tiene la capacidad de soportar este tipo de experiencia, complejísima desde una perspectiva emocional, pues en ella el abogado pone en juego todas sus habilidades personales y profesionales bajo una presión nada desdeñable, en un contexto en el que, no olvidemos, el porcentaje de éxito "de salida" es de un 50 % o, lo que es lo mismo, una opción muy difícil. Imaginemos a un médico, arquitecto o ingeniero que se la jugara siempre al 50 %... Este valor se retroalimenta cada vez que intervenimos, pues la riqueza que se adquiere tras cada una de estas experiencias es importantísima para el futuro.
La tercera, la valía de la victoria, pues el éxito alcanzado tras un juicio merece ser celebrado al menos en nuestro fuero interno ya que, insisto, ganar no es nada fácil, y constituye un premio notable tras una "lucha" en la que intervienen múltiples factores que pueden dar al traste con años de trabajo. Desde la pericia de un compañero hasta el criterio, cierto o erróneo del juez, pasando por circunstancias e imprevistos incontrolables por el abogado.
Finalmente, el valor de la derrota. Hemos perdido el caso, y probablemente el cliente se encuentre disgustado y contrariado, pero nadie nos puede quitar nuestro trabajo, esfuerzo, dedicación y nuestra fe, por muy complejo que sea el caso, en conseguir una victoria excepcional (que como todos sabemos, existen). La derrota del abogado puede ser derrota para el cliente, pero para nosotros debe ser acicate para seguir adelante y hacerlo mejor, buscando nuevas fórmulas o aprovechar otras circunstancias más favorables para conseguir la tan ansiada victoria. Transformar el fallo adverso en energía para mejorar es uno de los secretos que hacen más grandes a los abogados.
Seamos conscientes del mérito que conlleva nuestra intervención diaria, mensual o quizás anual en el foro, no importa la asiduidad con que litiguemos, lo importante es valorarnos adecuadamente, es decir, reconocer la importancia de lo que hacemos, pues la complejidad, dificultad y el valor de nuestro trabajo es nuestra propia grandeza.
VII. ¿CÓMO SE ADQUIERE O MEJORA?
Ciertamente, aunque se nace con una predisposición más o menos optimista, puede adquirirse o mejorarse con la práctica. Algunas recomendaciones son las siguientes:
1. Hay que escucharse y, en su caso, reconocer nuestra negatividad.
2. Ante un pensamiento negativo, disponer inmediatamente de otras alternativas más optimistas y analizar si están sustentados con las correspondientes evidencias.
3. Localizar y ver el lado positivo de las situaciones que no te gusten.
4. No te contagies con personas pesimistas; rodéate de gente positiva y úsalas como modelo cuando sea necesario.
5. Lánzate mensajes positivos para motivarte; no minimices tus logros.
6. Sé consciente de que el pesimismo no te ayuda a nada.
7. Siéntete optimista.
8. Cuidar mucho nuestro diálogo interno y eliminar frases negativas o “pesimistas” (no lo conseguiré, soy un desastre, me lo merezco, esto va a salir mal) y cambiarlas por frases más positivas.
VIII. ANÉCDOTA1
“Hay una brevísima fábula de Esopo que siempre he considerado la mejor ilustración de este optimismo por exclusión, la refutación más poderosa de la idea de que no pensar en nada es el mejor remedio contra la desesperación y la muerte. “Un anciano cortó en cierta ocasión leña, cargó con ella y emprendió un largo trecho. El camino le agotaba. Arrojó la carga y llamó a la muerte. Ésta apareció al instante y preguntó por qué le había llamado. El anciano contestó: Para que me coloques de nuevo la carga encima”.
El anciano había perdido la fuerza y la esperanza, por lo que debió parecerle que era el momento de poner punto final a aquel esfuerzo. Al caer en la cuenta de que había sacado demasiadas conclusiones de su cansancio, retiró su precipitada desesperación y se puso de nuevo en camino”.
IX. PREGUNTAS PARA EL DEBATE
– ¿Crees que ser optimista es ser ingenuo?
– ¿Se puede ser optimista y tener el colmillo bien afilado?
– ¿Te aporta algo ser pesimista?
X. LECTURAS RECOMENDADAS
Vademécum del optimista. Tierno, Bernabé. Booket.
XI. SABIDURÍA POPULAR
“Un optimista es el que cree que todo tiene arreglo. Un pesimista es el que piensa lo mismo, pero sabe que nadie va a intentarlo”. Jaume Perich.
“El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo”. Gilbert Keith Chesterton.
“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Winston Churchill.
“El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas ”. William George Ward.
“El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa”. Anónimo.
“No soy pesimista. Soy un optimista bien informado”. Antonio Gala.
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. Reinhold Niebuhr.
1. Anécdota referida o extraída de la siguiente fuente: https://enpositivo.com/2013/07/la-justificacion-del-optimismo/.