Читать книгу Yo, mentira - Silvia Hidalgo - Страница 8
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ОглавлениеAparco frente a la oficina, el edificio es un hombre sin muros opacos tras los que esconderme y con un gran hueco en el centro que me asusta.
Aún en el coche, vuelvo a tararear la canción y la busco en la radio. Suena otra, espero a que termine, y después otra y otra, hasta que un compañero me ve y se detiene junto a mi puerta, obligándome a salir. Siempre alguno cree que prefiero entrar acompañada y me habla. Me habla de la suerte que hemos tenido de aparcar tan cerca; de que uno de sus críos derramó el zumo en el coche, es tan inquieto…, pero ya lo medican, se pondrá mejor; en cambio, la otra hija es tan inteligente que la adelantarán de curso; me cuenta que se apuntó a pádel, ¿y tú?, ¿y tú?, ¿sólo uno?, todavía eres joven. Pero no, no lo soy, no soy joven, no tengo ninguna afición y mi único descendiente ni siquiera ha aprendido a colocarle él solo la pajita al zumo. Mi compañero continúa hablando en el ascensor, usa «los cuarenta son los nuevos treinta». Me irrita, pero sonrío mostrándole mis arrugas.
Junto a la máquina de café y entre hombres, veo a la joven de administración que se incorpora a mi departamento. Sus pulseras chocan alegres cuando habla. Tiene la piel dorada y los ojos de pantera. Adivino su edad por las arrugas que le salen al reír: siete años menos que yo.
Se me pega. Se sienta junto a mí y, como en una primera cita, nos interesamos la una por la otra; me pregunta si estoy casada, si tengo hijos, ella no tiene pareja, tiene un gato. Me pregunta si me gusta el cine, la música o leer. A ella le encanta viajar, conocer gente nueva y comer con palillos.
Quiere que le enseñe todo lo que sé. Me enternece y me inquieta su fe ciega, cree que la profesión la salvará, que su talento y esfuerzo la salvarán. En el pasado yo también confié en mí, toda ilusión y actitud, porque yo sí, yo me abriría camino hacia la planta alta de los despachos marrones.
Ahora dudo de que estuviera cerca alguna vez.