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CAPÍTULO 5

La Semilla que Crece

“Jesús continuó: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que éste sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga. Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»”

Marcos 4:26-29

El Evangelio de Marcos no es conocido por los discursos; en lugar de eso, es una narración en la que el autor describe de una manera vivaz a Jesús como un hombre de acción. Sin embargo, Marcos incorpora material didáctico como el discurso sobre las señales del fin de los tiempos (capítulo 13) y tres parábolas de crecimiento (capítulo 4). Marcos no está interesado en expandir la cantidad de parábolas. Él parece indicar que ha sido selectivo en su escogencia del material disponible.1 Marcos ha escogido las parábolas del sembrador, de la semilla que crece y de la semilla de mostaza. Estas parábolas, obviamente detallan la plantación de la semilla, el crecimiento, la maduración, la cosecha y su recolección.2 Marcos usa las parábolas para ilustrar la naturaleza del reino de Dios enseñada por Jesús.

El Escenario

Debido a la falta de una cantidad de detalles, la historia de la semilla que crece es en sí misma de alguna manera simplista. Nada se dice acerca de la preparación del suelo, la lluvia, el sol, el control de malezas o de fertilizantes orgánicos. La vida del agricultor parece tener el mismo ritmo de la siembra de la semilla, durmiendo en la noche y siendo activo en la mañana. En el tiempo de la cosecha, él pone la hoz en el grano.

La parábola no explica todos los detalles por importantes que puedan ser y pone el énfasis en la siembra, el crecimiento y la siega. No deberíamos asumir que el agricultor pasa sus días sin trabajar. Por supuesto que no; él tenía trabajo por hacer. Arar, fertilizar y deshierbar tomaba mucho de su tiempo. Además de las tareas diarias, él tenía que comprar y vender, planear y preparar la cosecha. Todo esto es entendido y dado por hecho en la parábola. También tengamos en cuenta que Dios daría la lluvia necesaria,3 pues Él está en control de los elementos naturales.

Ese es exactamente el punto. Desde el momento en que el agricultor siembra la semilla, debe dejar la germinación, el crecimiento, la polinización y la maduración en manos de Dios. Él puede describir el proceso de crecimiento del trigo pero no puede explicarlo. Después de que el trigo ha sido sembrado, la semilla absorbe la humedad del suelo, se hincha y germina. Después de una o dos semanas, las primeras pequeñas hojas aparecen sobre la superficie y gradualmente, las plantas empiezan a crecer, aumentando su altura y desarrollando las espigas. Luego, cuando las plantas mueren, su color pasa de verde a dorado; el grano madura y el tiempo de la cosecha ha llegado. El agricultor no puede explicar este crecimiento y desarrollo.4 Él es sólo un trabajador que en el momento indicado siembra y cosecha. Dios tiene el secreto de la vida. Dios está en control.

La Interpretación

La parábola de la semilla que crece se encuentra sólo en el Evangelio de Marcos. Mateo y Lucas no la incluyen y no tenemos información más que la encontrada en estos pocos versículos de Marcos 4:26-29.5 La parábola comienza con la frase, “el reino de Dios se parece a”.

Las interpretaciones de esta parábola son variadas. Algunos comentaristas explican el relato de manera alegórica: Cristo ha sembrado y ya vendrá el tiempo de la cosecha; el resto de la parábola se refiere a la obra invisible del Espíritu Santo en la iglesia y en el alma.6 Otros han enfatizado uno de los siguientes aspectos: la semilla, el período de crecimiento, la cosecha o el contraste entre sembrar y cosechar.7 Seguramente, todas estas interpretaciones, incluso la alegórica (con calificaciones), tienen ventajas.

Juan Calvino miró más allá del Originador de esta parábola y vio a los ministros de la Palabra sembrando la semilla. Ellos no deberían desanimarse, dijo Calvino, cuando no ven resultados inmediatos. Jesús les enseña a ser pacientes y les recuerda el proceso de crecimiento en la naturaleza. Ellos no deberían inquietarse o escandalizarse; después de haber proclamado la Palabra, ellos deben ir a sus diarias tareas ordinarias, dormir en la noche y salir en la mañana para hacer lo que se supone que deben hacer. Así como el trigo llega a la madurez en el momento exacto, así también el fruto de las labores del predicador eventualmente aparecerá. Los ministros del evangelio deberían animarse y continuar su labor ansiosa y fielmente.8

Dios está trabajando en la germinación de la semilla, su proceso de crecimiento, desarrollo y recolección. “El fruto es el resultado de la semilla; el final está implícito en el comienzo. Lo infinitamente grande siempre está activo en lo infinitamente pequeño.”9 Es apropiado traer a la memoria las animantes palabras de Pablo acerca de su confianza en que “el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).

En la parábola, el agricultor es sólo un asistente del divino empleador. Él siembra la semilla y día tras día hace la labor necesaria (él atiende sus asuntos). Él confía en que la cosecha eventualmente vendrá. De hecho, él sabe por experiencia cuántos días se toma desde que siembra hasta el tiempo de la cosecha.10 Y cuando la cosecha debe ser recolectada, no espera un día más. El tiempo de la cosecha ha llegado. De la misma manera, los ministros de la Palabra tienen un empleo divino, proclamando las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús. Ellos también deben hacerse a un lado mientras Dios realiza la obra secreta de crecimiento y desarrollo. En el tiempo de Dios, el ministro verá los resultados cuando llegue la cosecha.

La parábola de la semilla que crece es realmente una parábola de secuencia: la cosecha es el resultado de la siembra en el tiempo indicado. La manifestación del reino de Dios es el resultado del fiel ministerio de la Palabra de Dios. El uno lleva al otro y nada sucede sin la obra secreta del poder de Dios. “La lección es: la victoria es segura; la cosecha se acerca y ciertamente llegará en el instante dispuesto en el eterno plan de Dios. Luego el reino de Dios será revelado en todo su esplendor.”11

Las últimas palabras de la parábola son en cierta forma una reminiscencia de Joel 3:13: “Mano a la hoz, que la mies está madura”. Inequívocamente, la Escritura se refiere finalmente al día del juicio cuando el Señor, según Apocalipsis 14:12-16, envíe a sus ángeles a recolectar la cosecha de la tierra. Mientras tanto, los que son enviados lejos a proclamar la Palabra deben aprender la paciencia del agricultor. “Tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto” (Santiago 5:7). La falta de paciencia es una característica humana. Incluso aparece en la descripción que hace Juan de las almas de quienes han sido asesinados por causa de la Palabra de Dios. Ellos gritaron fuerte: “¿Hasta cuándo, Soberano Señor?” Y la respuesta que recibieron es que ellos deberían esperar un poco más (Apocalipsis 6:9-11). Dios está en control y determina cuándo es el tiempo de la cosecha. Nadie, ni siquiera Jesús, sabe el día y la hora (Mateo 24:26).

Las Parábolas de Jesús

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