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Capítulo 1

La Sal

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.”

Mateo 5:13

“La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿cómo le pueden volver a dar sabor? Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros.”

Marcos 9:50

“La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿cómo recuperará el sabor? No sirve ni para la tierra ni para el abono; hay que tirarla fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.”

Lucas 14:34-35

La sal ha sido usada a través de la historia para preservar y darle sabor a la comida. Es una de las necesidades básicas de la vida. Su uso es universal y su suministro aparentemente inagotable. Pero además de las cualidades benéficas, la sal también tiene poderes destructivos, como poder convertir un suelo fértil en tierra estéril.1 El área alrededor del Mar Muerto es un ejemplo de esto.

En los tiempos modernos encontramos impensable que la sal pueda perder su sabor. El Cloruro de Sodio (el nombre químico para la sal de mesa común) es un compuesto estable y libre de cualquier impureza. Sin embargo, en el antiguo Israel, la sal se obtenía mediante la evaporación del agua del Mar Muerto. Esa agua contiene otras varias sustancias además de la sal. La evaporación produce cristales de sal y también cloruro de potasio y de magnesio. Como los cristales de sal son los primeros en formarse durante el proceso de evaporación, pueden recolectarse y así proveerse de sal relativamente pura. Sin embargo, si la sal evaporada no es separada y con el tiempo los cristales de sal atraen la humedad, se disuelven y son filtrados, el residuo pierde su salinidad y se vuelve inútil.2

¿Qué podemos hacer con la sal sin sabor? ¡Nada! Un agricultor no quiere estos químicos en su tierra porque en su estado crudo, dañan las plantas. Tirar el residuo en una pila de estiércol tampoco ayuda, pues de vez en cuando el estiércol es guardado y esparcido sobre la tierra como fertilizante. Lo único que puede hacerse con la sal sin sabor es tirarla fuera, donde la gente puede pisotearla.3 Si la sal pierde su propiedad básica de estar salada,4 no puede recobrar su sabor de nuevo.

En el Sermón del Monte, Jesús se dirige a las multitudes junto con sus discípulos y les dice: “Ustedes son la sal de la tierra.” Como la sal tiene la característica de detener el deterioro, los cristianos deberían ser una influencia moral en la sociedad en la que viven. Por sus palabras y hechos, ellos deberían detener la corrupción espiritual y moral. Y así como la sal es invisible (por ejemplo, en el pan) siendo un potente agente, los cristianos no siempre son visibles pero individual y colectivamente permean la sociedad y constituyen una fuerza de contención en un mundo depravado y perverso.

Jesús dijo: “Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros” (Marcos 9:50). Él exhorta a sus seguidores a usar sus recursos espirituales para promover la paz,5 primero en casa y luego fuera. Pues si los cristianos no son capaces de vivir en paz entre ellos mismos, ellos han perdido su efectividad en el mundo. Puede que muchas personas no hayan leído la Biblia, pero ellos constantemente observan a los que sí lo hacen. Al comienzo de la iglesia, el elocuente Crisóstomo dijo una vez que si los cristianos vivían como se esperaba de ellos, la incredulidad desaparecería.

Las Parábolas de Jesús

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