Читать книгу Camino de Santiago - Sisto Terán Nougués - Страница 17
ОглавлениеEL PEREGRINO Y EL ESCRIBA
La Aparición del Otro
Pasaron varios minutos sin que intercambiáramos palabra alguna. La tardanza de mis compañeros me obligó a salir de mi mutismo y dije:
—Escriba: ¿pensabas que mi peregrinar era una andanza solitaria, un accionar de ermitaño o una epopeya del Individuo? Debo informarte que estás equivocado. Nacer y morir son hechos individuales, absolutamente intransferibles, y en esas instancias los terceros son solo testigos imposibilitados de coprotagonizar. Pero el peregrinaje es una epopeya comunitaria y universal. El hombre no camina solo, es el Universo mismo el que respira, expandiendo sus dimensiones y pugnando hacia adelante. La Materia toda no deja de andar ni un instante, menos aún en aquellos momentos en que disimula su vorágine bajo el disfraz de una calma aparente. Y cada especie camina esforzándose en sobrevivir como género ya que el individuo tiene certeza de su mortalidad. De entre las especies que pueblan el Universo, el Hombre merece ser destacado. No se conforma con andar. Aspiraciones de semidiós lo impulsan a crear y destruir asolando a su paso todo lo creado. El Hombre pasa y deja para bien o para mal su huella imborrable.
Bebo un sorbo de agua y prosigo sin pausas mi perorata que el Escriba está condenado a escuchar sin quejas.
“Creo haberte comentado que el hombre es una especie indefensa al nacer, condenado a inanición y muerte precoz de no mediar el auxilio de sus congéneres cercanos. A la fuerza se transforma en un ser gregario. Gregario es sinónimo de Rebaño, el hombre poca cosa es sin su rebaño, su grey, su andar comunitario. Sólo, apenas podría mover alguna roca pesada que le obstruye su camino. La asociación cooperativa de la especie le ha permitido dinamitar montañas, levantar edificios y domesticar su entorno como ningún otro animal conocido haya podido lograrlo.
Esta vocación imperativa que nos hace andar juntos, a pesar de odios y diferencias, ha sido el impulso esencial que garantizó nuestra supervivencia y nos obligó a establecer un forzoso código de relacionamiento con nuestros semejantes que sufrió drásticas modificaciones a lo largo de nuestra historia. Nos relacionamos desde siempre, pero las formas y los modos cambian y seguirán cambiando a toda velocidad...”
Mi padre no volvió a aparecer, o más bien lo hizo en la lectura de estos papeles, documentos que un día serán polvo de los caminos.
Entonces, le dije al Escriba, antes que suceda eso aprovechemos al menos a leerlos: