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Arcilla

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—Me la hice solo —te digo y vos, que te sabés las respuestas de los libros, y que me tirás un pleno con la hoja del primer capítulo de algo, porque mucho de lo que decís lo aprendiste de oídas.

Después del Gordo hubo muchos maestros, pero ese camionero fue fundamental. Y los ángeles que te cubren la espalda, nombres familiares que tratás de recordar.

Avanzás en los capítulos, tu pertenencia, una familia, una escuela, el entorno, las raíces.

No me vas a chamuyar tan fácil, las “buenas razones” que argumentás son el culo que me pelé solito, rodando por las estaciones, los pueblos perdidos.

Negociemos al mitá y mitá, y me dejás tranquilo, se me están ocurriendo ejemplos de hombres notables que se hicieron desde el peor de los pozos, y tantos millonarios de los que uno se entera que se suicidan de puro aburrimiento, de insatisfacción.

—Excepciones a la regla —decís. Bueno, no soy un experto, apenas intento encontrar en vos un mí, el que fue aprendiendo del barro que lo modeló, porque hasta ahora no me habías importado, pero desde que apareció ella.

Marina me está pareciendo el comienzo de otro viaje; el Gordo me enseñó a comerciar, ella a llenar los espacios que quedaron vacíos

Yo pongo lo mío. Intento, con mayúsculas, eso es la vida.

—Somos tan distintos —le digo. No me deja continuar.

—Podemos unir los menús de ambos y disfrutar de un buen almuerzo—, qué metáfora de mierda, pero es lo que me salió. Me fallaste vos.

Ella disimula. Lo que más aprecio de Marina es el esfuerzo por igualar; que baje tres pisos para abordarme desde mi manera simple, mi modo de ver el mundo.

Dialéctica entre el ser y el hacer.

—Somos lo que hacemos, pero lo que pensamos se construyó en ese hacer —le digo. Marina no replica, avanza sobre mis palabras:

—La introspección, indagar te modela. Imagino que pensás qué pérdida de tiempo esta gente como yo.

Niego con un gesto, a la sombra del teléfono; no ver los rostros, ni cercanía de los cuerpos, no atreverme a decir.

—Hablás con cierto desprecio del que cae, la gente que es porque es, todos estamos comprometidos en una cadena que nos eslabona; no importa si nos soltamos, ¿si sufrieras de un bloqueo de la mente? El Alzheimer hace que la persona pierda el libre albedrío, aunque igual habrá el devenir que nos mueve a todos.

Sí, estoy de acuerdo con vos, Marina, cómo hacértelo saber, cruzar la calle y decirte.

Caminar sobre su sombra

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