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Teléfonos y encierro

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Varias llamadas perdidas, una de Marina, un mensaje:

—No contestabas, por favor, llamame. Me quedé un tanto cortada al verte.

A veces es necesario interpretar los mensajes, es el vecino, está discutiendo con alguien.

No espera que la llame, lo hace ella, se la nota algo excitada.

—Al cruzar, en el apuro, dejé el teléfono —me excuso.

Apuro, por qué, quiere saber.

Me toma por sorpresa.

—Estabas apoyada en la baranda mirando hacia la calle, me asusté.

—Pensaste que “ay, Dios, no lo puedo creer de vos”— hace una pausa, baja la voz, musita—, me sorprendés gratamente.

Me quedo callado; ella insiste, con ese tono cercano: “la ternura de la tarde”

—No fui yo, el vecino estaba dando el alerta. — No debí decir esto, por qué arrojar los laureles conseguidos al tacho de la basura.

Pregunta si estoy con alguien:

—Hablamos luego.

—No, es la pared, se escucha todo.

Al fin entiende y nos reímos, igual me queda el sabor amargo de los puntos perdidos al adjudicarle la mitad del logro al imbécil del vecino.

Mensaje:

—Asomate al balcón, para que conozcas a Aylín.

Si algo no me falla es la vista, no olvido un rostro, la chica no se llama Aylín, es Roxana, lo dijo Pugliese mientras la toqueteaba, ella sentada en sus rodillas.

Cómo advertirle a Marina que puede causarle problemas.

—Tu cara se me hace conocida —le digo.

La muy turra, contesta que tal vez, pero no recuerdo. Insisto y ella: que su cara es demasiado común, y puede ser, porque conozco a demasiada gente.

Marina me llamó un rato después.

—Se puso muy mal, me contó, vos podés creer lo que quieras, pero no conocés las circunstancias de su vida. —La voz de Marina se entrecruza con la del vecino, discute con alguien.

Está bien, contesto, cortante, ahora estoy chateando con un cliente.

Una música lejana, parece violín. Todos se han callado; alguien llora. El sonido se alarga, son los últimos acordes.

Aplausos desde algunas ventanas que no logran borrar el silencio de la noche sobre la falda de la calle.

Tibio para mayo. Un in crescendo del llanto, es el vecino. Me pregunto si lo emocionó la melodía o algo se quebró luego de la discusión.

Caminar sobre su sombra

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