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Capítulo 9

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Justice giró en la carretera que conducía al rancho. Si había una zona conflictiva en el mundo, un lugar peligroso, probablemente él ya había estado allí. Sabía cómo entrar, hacer su trabajo y salir. Se había enfrentado a soldados, asesinos y dictadores. Sabía cómo cuidar de sí mismo. Y nada de eso explicaba por qué se estaba dirigiendo a un rancho a visitar a una mujer que no conocía, que acababa de dar a luz a un bebé por el que no tenía ningún interés y con un guiso que ni siquiera había hecho él.

—¿Estás bien? —le preguntó Patience sentada en el asiento del copiloto y mirándolo con curiosidad—. Pareces incómodo.

—No, no es verdad.

—Soy yo la que te está viendo la cara, así que sé lo que digo.

Justice se rindió ante lo inevitable.

—Intento averiguar cómo he llegado hasta aquí.

—¿Te refieres a la tierra en general o aquí, conmigo, en este momento en particular?

—A lo último.

Ella le lanzó una sonrisa.

—Te has ofrecido a traerme.

—¿En qué estaría pensando?

—¡Oh, venga! Será divertido. Annabelle ha tenido a su bebé. Ahora tenemos que formar parte de la celebración.

—¿Por qué?

—Porque eso es lo que hacemos. Visitamos a la nueva mamá, le llevamos comida para que no tenga que cocinar y arrullamos al bebé.

Vamos, otra versión de lo que sería el infierno.

—Yo no pienso arrullarlo.

—Pues ya lo haré yo por los dos. Además, todo el pueblo estará allí.

—¿Vosotros cuándo trabajáis?

Ella se rio.

—Es verdad que tenemos muchas obligaciones comunitarias, pero es divertido. Si quieres, puedes preguntarle a Shane si puedes montar uno de sus caballos.

—No, gracias.

Había vuelto a Fool’s Gold pensando que podía encontrar su pasado y tal vez algún pedazo de lo que había sido años atrás. Por el contrario, había descubierto que ese pueblo era posiblemente el mejor y el peor lugar en el que estar. Allí había buenos recuerdos, pero también la constante presión de conectar con el sitio y pertenecer a él. Era más feliz estando fuera, pero nadie iba a permitirlo. No durante mucho tiempo. Querían que se introdujera, que formara parte de las cosas.

No podía correr el riesgo. No hasta que supiera si era lo suficientemente seguro como para estar al lado de gente normal. Miró por la ventanilla y deseó poder quitarse de encima la sensación de que su padre seguía ahí fuera, observándolo.

Ese hombre estaba muerto, se recordó. Llevaba muerto más de una década; había muerto en un incendio en la prisión que se había llevado varias vidas. Justice lo había creído casi por completo, pero en los últimos años había tenido la sensación cada vez más intensa de que Bart seguía por allí. Escondido, pero cerca.

Una prueba más de que no podía escapar a su ADN por mucho que quisiera.

Llegaron al rancho. Allí había carteles anunciando la venta de queso de cabra y leche, junto con estiércol de cabra. Al otro lado de la casa principal había establos y corrales. A lo lejos podía ver un par de ovejas, una llama y...

Detuvo el coche y miró.

—¿Eso es...?

Patience le siguió la mirada.

—¿Un elefante? Sí. Se llama Priscilla.

—¿Es un elefante de verdad?

—No es de mentira, si es lo que estás preguntando. Es una larga historia, pero ahora vive aquí y todo el mundo la adora. Es parte de la comunidad.

Él volvió a centrar la atención en el camino que atravesaba la propiedad.

—Claro, cómo no.

—Queremos a Priscilla y participó en el belén las Navidades pasadas.

—¿Un elefante?

—Todos tienen derecho a participar.

Él quería apuntar que Priscilla era un elefante, no una persona, pero sabía que, probablemente, Patience tendría algo que objetar. En su mundo, los elefantes podían ser familia y los habitantes del pueblo se presentaban en masa a trabajar en locales que pronto abrirían. No había duda de que allí también unas pequeñas criaturas del bosque limpiaban las casas a la vez que silbaban.

Sacudió la cabeza.

—Necesito un respiro.

—¿De qué?

Paró frente a la gran casa. Allí ya había varios coches aparcados y gente charlando en el porche.

Patience le tocó el brazo.

—Justice, ¿estás bien?

Se giró hacia ella y ver su rostro lo calmó. Podía mirarla a los ojos y volver a encontrar el equilibrio. Con Patience a su lado, podía soportar las excentricidades de Fool’s Gold.

—Estoy bien.

—Si estás seguro...

Esperó, pero como él no dijo nada, se giró hacia la gente que estaba en el porche.

—A ver, la mujer embarazada es Heidi, que está casada con Rafe, que es el hermano de Shane, que es el padre del bebé. Annabelle y Shane no están casados aún porque ella no quería recorrer el pasillo hasta el altar embarazada. Es curioso porque Annabelle es bastante tradicional, así que haberlo hecho todo al revés no es propio de ella. Pero son súper felices juntos.

Observó a la multitud.

—En el equipo de trabajo ya conociste a todos los demás. No te preocupes si no recuerdas los nombres.

—Recuerdo sus nombres.

—Imposible. Solo llevas unas semanas en el pueblo.

Él esbozó una pequeña sonrisa y miró a la izquierda.

—Las dos rubias son Dakota y Montana. A su lado están Finn y Simon. La mujer más mayor es su madre, Denise, y la señora de pelo blanco que está hablando es la alcaldesa Marsha.

—¡Vaya!

Él se encogió de hombros.

—Forma parte de lo que hago, aunque tienes que recordar que antes era amigo de Ford.

—Si yo no hubiera nacido aquí, dudo que hubiera podido recordar los nombres de todos.

—Tengo un pequeño truco.

—Pues es muy bueno.

Quería impresionarla, pero sabía el peligro de hacerla creer en él. Se recordó que tenía que decidirse. ¿Estaba dispuesto a arriesgarse a tener algo con Patience? ¿Tanto confiaba en sí mismo? ¿O era demasiado tarde para tener esa conversación? Porque estaba empezando a pensar que ya estaba demasiado metido como para encontrar la salida.

Patience tenía al diminuto bebé en sus brazos.

—¿No eres guapísimo? —le susurró al pequeño que dormía—. Eres precioso.

Annabelle estaba sentada en la mecedora de la habitación y le sonrió.

—Me siento inútil. Todo el mundo está ayudando tanto que no tengo nada que hacer.

—Oh, es verdad, toma, tenlo tú en brazos —dijo Patience caminando hacia ella.

Annabelle sacudió la cabeza.

—No, no, no me quejo por eso. He estado muy estresada pensando en cuando naciera el bebé porque no estaba segura de saber qué hacer, pero resulta que no tengo que preocuparme por nada porque nunca estamos solos, y lo digo en el buen sentido.

—¿Qué tal está llevando Shane la paternidad?

—Está emocionado y asustado. Es una combinación curiosa. No dejaba de decir que tener un niño no era para tanto, que la naturaleza se ocupa de todo, pero ha descubierto que no es exactamente como cuando una de sus yeguas tiene un potrillo.

—Ahí está el poder de ser un engreído —dijo Patience devolviendo al pequeño Wyatt a los brazos de su madre. Se sentó a su lado en una silla y se acercó—. Es adorable.

—Eso creo —respondió Annabelle sonriendo—. Bueno, dime, ¿cuántos guisos tengo en mi congelador?

—En el último recuento treinta y dos, pero llegarán más. Ah, y en la nevera tienes una preciosa cesta de frutas. Muy elegante. También hay galletas y brownies y no sé qué más.

Annabelle se recostó en la mecedora.

—Adoro este pueblo. No me marcharé jamás.

—Nadie quiere que lo hagas —la abrazó y se levantó—. Tengo que volver. Te llamaré en un par de días para ver qué tal. Imagino que para entonces ya estaréis más tranquilos por aquí.

—Gracias por venir.

—No me lo habría perdido por nada.

Volvió a la parte delantera de la casa y encontró a Justice charlando con Clay Stryker. Cuando él la vio, se disculpó y fue a reunirse con ella.

—¿Lista para irnos?

Ella sonrió.

—¿Ya has terminado de fingir que estás emocionado por la llegada del bebé? ¿Querías tenerlo en brazos?

Él hizo una mueca de disgusto.

—No.

—No te van los niños.

—Me gustan los niños, pero los bebés me ponen nervioso.

—Bueno, ¿entonces estás listo para que nos vayamos? —le preguntó riéndose por su fobia a los niños.

—En cuanto me digas.

Salieron de la casa y fueron hacia el coche.

—¿Y tú qué? —le preguntó al abrirle la puerta del copiloto—. ¿Has tenido al bebé en brazos?

—Por supuesto, es maravilloso, ¡tan chiquitito! Recuerdo cuando nació Lillie. Estaba muerta de miedo.

Él cerró la puerta y fue hacia la suya.

—Tenías a tu madre —le dijo al sentarse detrás del volante.

—Y a Ned, aunque por entonces las cosas ya empezaban a desmoronarse. Se marchó poco después, pero incluso con medio pueblo en mi salón, seguía aterrorizada. Era demasiado joven para ser madre. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero desde el primer segundo que la vi, ya la adoraba.

Lo miró.

—¿Recuerdas a tu madre?

—Un poco. Siempre estaba abrazándome. Según iba creciendo, me daba vergüenza y me alejaba. Ahora me gustaría no haberlo hecho.

—Eso forma parte del crecimiento —le dijo en voz baja—. Seguro que no te culpaba.

—Eso no puedes saberlo.

—Claro que puedo. Tengo una hija. Los niños crecen y se despegan un poco. Un día Lillie me pondrá caras raras, pero eso no significa que ya no estemos unidas.

—Creo que mi padre la mató.

Patience lo miró.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Murió en un accidente de coche, tenía la línea de freno cortada. En el informe dijeron que no era concluyente, pero cuando fui un poco mayor fui al desguace, encontré el coche y lo vi. Lo había hecho él.

Vio cómo sus manos se aferraron con fuerza al volante mientras conducía hacia el pueblo.

—Justice, lo siento mucho.

Intentó pensar en algo qué decir, pero no pudo. ¿Podía tener razón? ¿Podía ser que su padre hubiera asesinado a su madre? Su concepto del mundo hacía que esa idea resultara inconcebible, pero lo cierto era que era complicado negar la verdad. Justice había estado en el programa de protección de testigos porque su padre había huido de la cárcel y había ido tras él. Los federales no se ocupaban de alguien a capricho. Si lo hacían, era porque había una razón. A Bart lo habían encarcelado por matar a un hombre y, tristemente, eso hacía que la probabilidad de que hubiera matado a su mujer fuera mucho más real.

—Cuando murió, estuve esperando hasta poder irme, intentando mantenerme alejado de su camino. Como ya era un poco mayor no intentaba pegarme muy a menudo, pero eso no hacía que fuera menos peligroso.

—Y entonces viniste aquí.

Él asintió.

—Fue como un universo paralelo.

—Yo debí de parecerte muy tontita.

—No, eso nunca. Fuiste como un ancla, me mostraste lo que era posible. Yo sabía que no quería ser como él y que siempre tendría que estar alerta.

—No te pareces nada a él.

La miró.

—No me conoces. No sabes lo que he hecho.

—Puede que no conozca los detalles, pero tengo muchas pistas. Mírate. Acabas de acompañarme a llevarle un guiso a una mujer que acaba de dar a luz y que no conocías de nada. Mañana vas a acompañarme mientras Lillie tiene el primer encuentro con su abuelo. Has trabajado en el local, te preocupas por mi madre, ¿cómo te puede preocupar parecerte a tu padre? —y como sabía que tenía que animar un poco la conversación añadió—: ¿Esto es un rollo en plan La guerra de las galaxias? ¿Es que todos los tíos os creéis Luke Skywalker?

Él se rio.

—No, y mi padre no es Darth Vader.

—Pues lo parece.

—En él no había nada bueno.

—En ti sí que lo hay.

—Espero que tengas razón.

Patience sintió que el estómago le daba vueltas.

—He traído un bastoncillo de los oídos —le susurró a Justice mientras caminaban hacia el parque—. Por si acaso Steve se pasa, ya sabes.

Justice la rodeó por los hombros.

—Puedo controlarlo sin necesidad de ningún arma —le aseguró—. Guárdate el bastoncillo para tu propia protección.

—Pero no sé cómo usarlo de esa forma.

Lillie la miró.

—¿Mamá, estáis hablando de bastoncillos de los oídos?

—Sí, y sé que es raro, lo admito.

—¿Es porque no sabes qué decirle a mi abuelo?

—Básicamente —se detuvo y se arrodilló. Miró a su hija—. ¿Te parece bien lo que vamos a hacer?

Lillie y ella habían hablado varias veces sobre el hecho de que Steve quisiera conocerla, y Lillie había aceptado desde el principio sin hacer muchas preguntas. Eso le preocupaba a Patience. ¿Acaso no le importaba no tener más familia? ¿O era simplemente una niña normal que iba aceptando las cosas según venían sin darles demasiadas vueltas?

—Estoy bien. Mamá, me parece bien tener más familia.

—Lo sé —Patience no había dejado de decirse que Steve era simplemente un hombre que quería conocer a su nieta, que no era nada raro. Pero, de algún modo, no podía quitarse de encima la sensación de que el desastre acechaba.

Lillie le dio la mano.

—No tengas miedo, mamá. Justice y yo estaremos contigo.

—¿No debería estar consolándote yo a ti?

Lillie sonrió.

—Soy muy madura para mi edad.

—Sí que lo eres.

Lillie agarró la mano de Justice también y siguió caminando entre los dos.

El parque estaba cerca y llegaron en pocos minutos. Steve estaba esperando donde habían quedado, en un banco junto al estanque de patos. Lillie le agarró con más fuerza según se acercaban, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para hablar, Steve se levantó y los tres se detuvieron.

Patience vio que era exactamente lo que llevaba días diciéndose. Un hombre de sesenta y tantos años que parecía nervioso y tímido. No un monstruo. Solo un hombre normal que había hecho unas elecciones pésimas y que ahora estaba pagando por ello.

—Hola, Lillie —dijo con voz suave—. Gracias por haber accedido a verme.

Lillie lo miró fijamente.

—Ya te he visto antes por el pueblo.

Steve abrió los ojos de par en par.

—Llevo un tiempo viviendo por aquí.

Lillie se soltó y fue hacia él.

—Conoces a mi padre, ¿verdad?

—Sí.

—¿Lo ves?

—No. Hace años que no hablamos.

—Yo tampoco lo veo —miró al lago—. Solemos darles de comer a los patos.

—Tu mamá me lo ha dicho. He traído pan.

Recogieron la bolsa del banco y fueron hasta el agua. Patience los siguió lo suficientemente cerca como para oír lo que decían, pero lo suficientemente lejos para darles la sensación de estar solos. Mientras, Justice permanecía a su lado.

—¿Qué piensas? ¿Va todo bien? ¿Qué te dice tu instinto de espía?

—Ahora mismo no me dice nada.

Ella suspiró.

—Debes de pensar que soy una histérica.

—No. Creo que eres una madre preocupada que no quiere confiarle su hija a un hombre al que apenas conoce. Tienes todo el derecho a ser precavida. Steve está limpio, pero también es un hombre que abandonó a su familia. Sí, claro, la gente cambia, pero a ti tiene algo que demostrarte.

Tenía razón, pensó Patience aún preocupada, aunque ya un poco menos. Por supuesto, había planeado tener a su hija alejada de Justice y eso no lo había cumplido. Había sido tan amable y las había ayudado tanto que directamente se había olvidado.

El hecho de que estuviera ocupado empezando su negocio en el pueblo implicaba que tenía que estar cerca, así que no podría desaparecer sin más de la vida de su hija. Suspiró. ¿Estaba siendo racional o estaba racionalizando? Ojalá lo supiera.

Siguió mirando a su hija. Lillie estaba hablando sobre su profesora y sus amigos del colegio mientras Steve escuchaba con lo que parecía verdadero interés.

Patience se acercó más a Justice.

—Has estado genial. Siento si te he estado robando demasiado tiempo. Te has mudado aquí para abrir tu negocio y has terminado metido en mi locura de mundo. Tengo que decir que normalmente mi vida es muy tranquila, e incluso aburrida, pero las últimas semanas han sido de locos.

—Me gusta tu locura de mundo. Es encantadoramente normal.

Ella se rio.

—No te pega decir «encantadoramente».

—Ahora sí. Fool’s Gold me está cambiando.

Patience se preguntó si sería verdad.

—En tu trabajo como guardaespaldas, ¿te relacionas con otra clase de militares?

—Básicamente.

—Entonces, estando aquí, no sabrás muy bien qué hacer con nosotros los civiles.

—No sois tan diferentes como pensáis. Además, la mayoría de mis clientes son civiles.

—Qué decepcionante. Estaba imaginándote con dictadores derrocados a cuyas cabezas han puesto precio.

—Esta semana no. Más bien se trata de hombres con éxito a cuyas cabezas han puesto precio.

No estaba segura de si estaba de broma o diciendo la verdad, aunque tenía la sensación de que sí, lo cual no era muy reconfortante.

—Pronto tendrás que ir a cumplir esa misión. ¿Me prometes que estarás a salvo?

—Sí —su mirada azul oscura se clavó en ella—. Estaré a salvo y estaré aquí para la inauguración. Te doy mi palabra.

—Te pones muy sexy cuando haces promesas.

Habló sin pensar, y después quiso retirar esas palabras. Una fugaz mirada a Lillie y Steve le mostró que seguían inmersos en su conversación, lo cual fue un alivio, pero Justice sí que lo había oído.

—¿Sexy?

Ella se aclaró la voz.

—Ya sabes. Eh... bueno... —sacudió la mano—. Ah, mira, patos. Deberíamos darles de comer.

Empezó a caminar hacia el agua, pero Justice la agarró de la mano deteniéndola.

La tensión danzaba entre ellos haciendo que Patience quisiera acercarse más.

—No sé de qué te sorprendes —le dijo en voz baja—. Sabes lo que eres. Peligroso. Poderoso. Y, además, besas muy bien.

Él enarcó una ceja.

—Solo bien, ¿nada de genial? ¿Nada de espectacular?

—Los he tenido mejores —contestó ella con desdén.

Él la acercó más.

—Ahora estás mintiendo —le dijo con un gruñido.

Patience sonrió.

—Puede que un poco.

Miró a su hija y vio que tanto Lillie como Steve estaban mirándolos. Dio un paso atrás.

—Bueno, ¿qué tal los patos?

Su hija la miraba como diciendo: «Qué rara eres a veces».

—Están bien, mamá. Les gusta el pan.

—Pues entonces es una suerte que tu abuelo haya traído un poco.

—¿Es lo mejor que puedes hacer? —le preguntó Justice por detrás—. Jamás podrías ser agente secreto.

—Muy bien. Tú critícame, pero me gustaría verte intentando cortar el pelo.

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