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Pedro

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La República del Paraguay desde 1940 estaba bajo el régimen militar, suspendieron la Constitución y prohibieron los partidos políticos. Después distintas fuerzas provocaron la guerra civil que se cobró 30.000 muertos y 800.000 desplazados. Era una guerra sin cuartel.

En medio del caos, en Guarambaré, vivía Pedro, un joven soñador, junto a su madre y hermanos, quien desde sus 14 años caminaba en la madrugada en callejuelas peligrosas, a causa de la guerrilla, hasta llegar a su trabajo donde era un aprendiz de orfebre y así podía llevar unas monedas a su madre. La familia sobrevivía, como la mayoría.

El pueblo no eligió la guerra como forma de vida, menos aún los venidos a menos, pero no eran ajenos a su consecuencia. La miseria, la pobreza y el hambre formaban parte del escenario diario en todo el país. Su madre, que ya había perdido a su compañero y advirtiendo que sus jóvenes hijos estaban creciendo, y que debían ir al frente, por caprichos de los poderosos decidió que era hora de que se fueran y les habló a los tres. “El futuro de ustedes, si se quedan, es muy corto y peligroso, muchas familias están enviando a sus hijos a otros países, yo no puedo darles nada más que mi bendición. Esta noche deben irse”... Los jóvenes no lo pensaron dos veces, porque, en sus miserables vidas, lo único que les quedaba era eso, la vida.

Así es que Pedro con tan solo 18 años, junto a Unsaín y Ramón, sus dos hermanos, salieron del país, sabiendo que desde ese día no podrían regresar dejando atrás a sus hermanas y a su madre valerosa...

A medianoche, tan solo con lo que vestían y alguna que otra cosa, con sus sueños, tomaron los caminos menos transitados, caminos que los vieron crecer, más seguro para evitar a la milicia y no ser detenidos.

Los días eran largos, las noches cortas pero cómplices de sus andanzas. Sin alimento y con ansiedad de saber qué ocurría a sus hermanas y madres, lograron llegar a la frontera.

Escondidos en la barcaza donde cruzarían el río, los tres entendieron que nunca más volverían a pisar ese pedazo de tierra que los vio crecer, sufrir, llorar, reír…

Llegados a la triple frontera, habían decidido, ir a diferentes rumbos. Unsaín, a España, Ramón a Colombia y Pedro se quedaría en la Argentina.

Pedro se instaló en Formosa, rápidamente comenzó a trabajar como zapatero, pero su objetivo era ser orfebre, aunque las herramientas eran imposibles de comprar y menos aún con lo que ganaba en el jornal, con el que tan solo se pudo alquilar una pieza, comprarse ropa. Una vez que se habituó, por las tardes, cuando el día se prestaba, tomaba su guitarra que fue lo único que trajo de su país natal y en la ribera del río Paraná, mientras las barcazas llegaban, se lo oía entonar guaranias y todo tipo de música que la gente le pedía… Su corazón aventurero y soñador era feliz.

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