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Conociendo a Pedro

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Caminaba tomada de la mano con las niñas mientras el sol jugueteaba con los pájaros multicolores, las nubes formaban imágenes de algodón y el río cantaba muy cerca canciones de antaño. Sin darse cuenta sus pasos se dirigieron al puerto, quizás era el destino que la llevaba hacia donde las familias se apoyaban en las barandas para mirar los barcos atracar, donde los jóvenes con esperanzas de un destino mejor cruzaban la frontera desde el Paraguay, algunos con sus maletas cargadas de sueños, otros tan solo con su sombrero y su única pilcha.

Las niñas disfrutaban el viento de abril que acariciaba sus rostros mientras las mariposas coloridas dibujaban historias en el aire… Ella, sin perder un minuto de vista a ese par de niñas se apoyó en el barandal del puerto, desde allí se escuchaba al río gemir por el peso de los botes, miraba sin ver los lanchones, las barcazas y los barcos, las personas se movían de un lado a otro, unos llegaban, otros se iban… la emoción ganaba sus corazones, por la llegada o por la partida…

Entonces, fue el momento en que apareció la figura de un muchacho que atrajo su atención, vestía de traje blanco impecable, sombrero blanco, y zapatos de charol blanco, contrastaban con una negra cabellera incipiente que se dejaba ver debajo del sombrero, sus finos bigotes negros y sus grandes y atractivos ojos negros. Elma se sintió por primera vez atraída, tanto que sus ojos no dejaban de mirarlo. El joven apuesto llevaba consigo una guitarra. Un artista, pensó. Sí, era él quien la había cautivado.

El tiempo pasó velozmente, fue como si un suspiro se hubiese tragado la tarde. Debía regresar.

Desde ese día, todos los días a la misma hora, iba al mismo lugar del puerto, con la excusa de llevar a los niños a esparcirse, pero su intención tenía que ver con lo que dictaba su corazón adolescente…

Fue por varios días. Los días se transformaron en semanas, las semanas en meses… cuando estaba perdiendo la esperanza de volver a verlo, apareció otra vez, con guitarra en mano, cantando… su voz fue como una puñalada directo al corazón… se sintió tan atraída que quería asegurarse que era ese joven. Se detuvo, extendió una mirada panorámica, hasta que descubrió que era él, el joven que vestía de blanco, ese joven casi perfecto, impecable. Se acercó disimuladamente como tantas personas. Sus miradas se cruzaron y luego se buscaron mientras él entonaba las canción “Mi cafetal”. Elma sintió que le cantaba a ella.

Terminada su actuación, caminó junto a sus niñas pensando volver a verlo al día siguiente. De repente, escuchó una voz masculina que la saludó. Se dio vuelta y era él… Le preguntó su nombre mientras continuaban caminando. Uno al lado del otro, haciéndolo en silencio, temiendo que ese instante mágico se quebrara. Ella advirtió que su caminata llegaba a su fin, y se detuvo. Se prometieron volverse a ver en el mismo lugar al día siguiente.

Las horas no pasaban. Soñó la noche entera con la voz de su joven apuesto.

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