Читать книгу Remembranzas - Susana Taboada - Страница 7

Su padre

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Los cielos le contaban en su idioma gris que su vida iba a cambiar, pero no lo comprendía. Los verdes de los cerros perdieron su brillantez y los riachos lloraban la pérdida.

Mientras levantaba y acomodaba los trozos de leña para el fuego del día, pensaba en su padre que hacía varios días no se levantaba con la alegría de siempre, pensaba que al regresar lo encontraría preparando el mate, o avivando el fuego que sobrara de la larga noche, o ensillando el caballo para ir hasta el pueblo por algunas provisiones. Se negaba a pensar lo contrario…

Acomodó el rollo de leña, entre sus brazos, y comenzó a bajar de las alturas, mientras su corazón se aceleraba, era raro que mamá Cándida no esté esperándola en la puerta de la casilla, o que su voz no retumbe entre los cerros con su nombre… A medida que se acercaba al rancho, un frío le recorrió la espalda. La mala noticia estaba ahí, detrás de la vieja puerta entrecerrada. Su padre, don Hilario Ferreyra, había dejado de respirar.

Él, su cómplice de travesuras, su guía, quien le enseñó los secretos de la vida entre errores y torpezas, pero con gran amor, ya no estaba… Él, quien cada mañana, con sus manos ampolladas y endurecidas, encendía el fogón, ordeñaba las vacas y preparaba la leche, ese gran hombre que por las tardecitas formaba parte del paisaje serrano en medio de una nube del humo, que forma el tabaco, se había ido.

Desde este momento sólo el recuerdo de su padre sería su compañía, cada lugar tenía una historia juntos, el hogar en las mañanas, el cañaveral y la quinta durante el día, el corral, su caballo… el camino al pueblo, todo…

Este fue un día gris, un día para olvidar…

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