Читать книгу Cuando atrapas un tigre - Tae Keller - Страница 8

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Déjenme contarles una historia. La historia. La historia del tigre. En caso de que se estén preguntando. En caso de que estén sentados, esperando, deseando escucharla.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando el tigre caminaba como un hombre, dos niñas vivían con su halmoni en una pequeña cabaña cubierta de enredaderas, en las afueras del pueblo, en la cima de una colina. Las niñas eran hermanas, con largas trenzas negras, y lo compartían todo, incluyendo el gusto por los pasteles de arroz.

Un día, la halmoni fue al pueblo a comprar pasteles de arroz para sus nietas, pero un tigre la detuvo cuando volvía a casa. Salió de la nada, como si hubiera saltado del cielo. Y se paró justo frente a ella, bloqueando el camino.

Tú tienes algo que yo quiero, dijo el tigre.

Ahora bien, cuando un tigre quiere algo que tú tienes, es muy difícil de escapar. ¿Lo mejor que puedes hacer? Correr. No hables con el tigre. Y definitivamente no lo escuches.

Así que la halmoni le arrojó los pasteles de arroz para distraerlo, y mientras el tigre se los tragaba enteros, ella salió corriendo.

¡Delicioso!, gritó el tigre. Pero si le das un pastel de arroz a un tigre, va a querer algo para acompañarlo. ¡Más!, gritó.

Halmoni no llegó muy lejos. El tigre la alcanzó y brincó frente a ella. Pero Halmoni se había quedado sin golosinas, así que el tigre la engulló a ella, se la tragó entera como si fuera un pastel de arroz. La única cosa que quedó fue su pañoleta, que flotó lentamente hasta caer al suelo.

No obstante, el tigre quería más. No estaba satisfecho, los tigres nunca lo están, pero era astuto.

Tomó la pañoleta de Halmoni y cuando llegó hasta la pequeña cabaña algunos días después, la usó como disfraz.

Mientras llamaba a la puerta, dijo el tigre: Niñas, soy su halmoni. Estoy aquí afuera bajo la lluvia y tengo frío. Ábranme la puerta. Pasó sus garras sobre las paredes de la casa.

Skritch, skritch, skritch.

Las pequeñas sabían que allí había algo raro. Las uñas de su halmoni nunca habían sido tan largas y nunca habían estado tan sucias. Halmoni siempre se esmeraba en el cuidado de sus uñas.

Pero las chicas echaban mucho de menos a su halmoni. El tigre dijo: Niñas, tengo pasteles de arroz para darles. Regalitos para Unya y para Eggi.

La hermana pequeña tenía muchos deseos de ver a su halmoni. Y el tigre se dirigió a ella, Confía en mí, Pequeña Eggi. Confía.

De modo que la hermana pequeña corrió hacia la puerta de entrada y la abrió.

Eggi contuvo la respiración, a la espera. Y el tigre rugió.

He aquí una lección: nunca confíes en un tigre.

Eggi rápidamente se dio cuenta de que el tigre no era su halmoni. (Su halmoni no era nada propensa a rugir).

Así que las chicas corrieron y el tigre las persiguió a través de desiertos y océanos, montañas repletas de nieve y bosques muy lluviosos. Corrieron y corrieron hasta que la tierra simplemente se acabó. Un profundo pozo de nada se extendía frente a ellas: fin del mundo, final de la historia.

Se acabó todo, gritó Unya.

El tigre se acercó a ellas. ¡Tenía tanta hambre!

¡Auxilio!, pensó Eggi. Cerró los ojos y le suplicó al dios del cielo: ¡Sálvanos! Por favor, por favor, por favor.

Para su sorpresa, el dios del cielo le habló. Mmmm, dijo. Bien, de acuerdo. Pero a cambio cuéntame una historia.

Ni siquiera los dioses del cielo pueden resistirse a una historia.

Así que Eggi y Unya pensaron rápido y le contaron una historia.

No creo que te sorprenda escuchar que el dios del cielo salvó a las niñas. Historias como éstas tienen un final feliz. Justo en el instante en que el tigre dio un brinco para tragárselas, una soga mágica cayó de un extremo del cielo y una escalera mágica del otro extremo.

Unya agarró la soga y Eggi asió la escalera, y las dos subieron… más y más arriba, hasta que por fin se encontraron a salvo en el reino del cielo.

Allí, el dios del cielo les dijo que podían quedarse con él para siempre, pero debían tener un trabajo. ¿Vivir en el reino del cielo? Eso es costoso.

Entonces, la hermana mayor se convirtió en el sol, y la hermana menor se convirtió en la luna.

Unya estaba feliz, pero Eggi lloraba. Todo el mundo estaba siempre mirando fijamente la luna, y eso no le gustaba. Quería esconderse.

Entonces, la hermana mayor se ofreció a que cambiaran de trabajos. No te preocupes. Tú puedes entonces ser el sol. Nadie puede mirar fijamente al sol.

¡Problema resuelto! Volvieron a ser felices y se ubicaron en sus respectivos lugares, en extremos opuestos del cielo, a salvo para siempre.

¿Y el tigre? Seguía allá abajo en la tierra, pidiendo que lo dejaran subir. Pero el dios del cielo no le prestaba atención. No quería escuchar la historia de un tigre, de modo que el tigre quedó proscrito del cielo.

Cuando yo era pequeña, cuando Halmoni nos contaba esta historia año tras año, siempre me sentía satisfecha con el final. Nunca me preguntaba acerca del tigre.

Nunca se me ocurrió preguntar: ¿Cuál era la historia del tigre?

Nunca se me ocurrió pensar: ¿Qué pasaría si el tigre regresara?

Cuando atrapas un tigre

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