Читать книгу Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick - Страница 10

Capítulo 6

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EL día después del primer cumpleaños de su hija, Cal estaba sentado frente a dos compañeros médicos, Mitch Tenney y Jake Andrews. Se reunían una vez al mes para ponerse al día, y normalmente Cal lo estaba deseando. Hoy no. El problema era que su mente estaba más centrada en el terreno personal que en el profesional.

Después de que Emily hubiera salido de su casa con Annie, sus padre y él tuvieron una larga charla. Ken le había dicho que tenía que dejar cuanto antes atrás el pasado y concentrarse en su hija. Olvidarse y perdonar.

—Eso no va a pasar —murmuró Cal.

—¿Estás prestando atención? —quiso saber Mitch.

—Sí —respondió él sentándose más recto.

—Estás mintiendo —le acusó su compañero con sus ojos azules brillando con intensidad—. Si fuera así, tendrías algo que decir respecto al tercer hospital que va a abrir el Centro Médico Misericordia al año que viene.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Cal.

Miró al otro lado de la mesa, donde estaba Jake Andrews, su otro amigo y el hombre responsable de haberlos metido a Mitch y a él en aquel grupo de trauma. Los tres hombres eran más que compañeros. Se habían conocido cuando Cal y Mitch estaban de residentes en el departamento de trauma en el hospital público de Las Vegas. Jake estaba terminando su residencia como cirujano, y los tres conectaron muy bien.

—Estamos diciendo que con la apertura del nuevo hospital, tendremos que encontrar un par de buenos médicos si no queremos despedirnos de nuestra vida personal.

La vida personal de Cal no estaba en su mejor momento. Sin embargo, el tiempo que pudiera pasar con Annie era ahora su prioridad.

—El hospital del condado donde nosotros hicimos la residencia es un buen lugar para empezar a buscar.

Jake asintió.

—Estoy de acuerdo. ¿Quién se encarga?

—Pensé que ibas a hacerlo tú —aseguró Mitch—. Después de todo, mostraste muy buen juicio con Cal y conmigo.

—Menos mal que la humildad no era un factor a considerar —Jake dio unos golpecitos con la pluma sobre la mesa—. Quizá uno de vosotros dos podría acercarse a personal. Mitch, tú ya no estás a prueba.

—Oh, por el amor de Dios, ¿podremos olvidarnos alguna vez de eso?

—No —respondieron sus dos amigos a la vez—. Lo tienes grabado a fuego —añadió Jake.

—Mirad —dijo Mitch apoyando los antebrazos sobre la mesa—, ese problema particular ya es agua pasada. Estoy siendo amable con todo el mundo en el hospital, desde los celadores hasta el administrador.

—Ayuda el hecho de que el administrador sea tu suegro.

Mitch esbozó una de aquellas sonrisas que hacían lamentar a las mujeres que ya no estuviera en el mercado.

—No es tan mal tipo.

—¿Desde cuándo? —quiso saber Jake.

—Desde que va a convertirse en abuelo cualquier día de éstos. Se ha dado cuenta de que, si quiere tener relación con su hija y con su nieto, tiene que portarse bien.

—Así que te escondes bajo las faldas de una mujer —aclaró Cal.

—Siempre y cuando sea mi mujer la que las lleve, ni lo dudes —aseguró Mitch—. Pero su inminente conversión en abuelo ha enternecido a Arnold Ryan.

Samantha Ryan Tenney había sido la consejera de conflictos de Micth, y durante las primeras semanas hicieron algo más que discutir su actitud. Llevaban menos de dos meses casados, pero esperaban el nacimiento de su hijo para cualquier momento.

—¿Cómo está Samantha? —preguntó Cal.

—Está reteniendo suficiente líquido en los tobillos como para flotar —respondió él—. O eso dice ella, pero está bien, y Rebecca…

—¿Rebecca Hamilton, la ginecóloga? —quiso saber Cal.

—Sí, ella dice que el bebé está perfectamente y que llegará en su momento.

—¿Es un niño? —preguntó Jake.

—Por supuesto.

—¿Lo sabes seguro? —inquirió Cal.

—Samantha quiere que sea una sorpresa, pero yo ya lo sé —dijo—. Yo quiero un niño.

—¿Qué tienen de malo las niñas? —insistió Cal.

—Absolutamente nada. Pero Samantha sabe que yo prefiero que el primero sea niño.

Interesante, pensó Cal.

—¿Queréis tener más hijos?

—Vamos a ver primero cómo va todo con éste. Lo creáis o no, estoy nervioso. He traído niños al mundo y los he atendido en la sala de urgencias, pero la situación cambia cuando estás implicado emocionalmente.

Cal entendía perfectamente a lo que se refería. Se preguntó qué hubiera sentido si hubiera sabido que Emily estaba embarazada. Habría estado allí cuando su hija naciera. De eso estaba seguro. Pero Emily le había impedido disfrutar de aquella oportunidad. También le había borrado la opción de conocer el sexo de su hijo o dejar que fuera una sorpresa.

—Entonces —le dijo Jake a su compañero—, vas a ser padre pronto. Supongo que estarás muy ocupado como para buscar médicos que se unan al equipo —miró a Cal—. Creo que te toca a ti.

Cal asintió.

—Yo ayudaré, pero…

—¿Pero qué? —preguntó Jake entornando los ojos.

—Tú eres el alma de este grupo —aseguró Cal—. Me sorprende mucho que estés delegando.

—Es curioso que digas eso. Quiero optar al puesto de director de la unidad de trauma del hospital —Jake dejó la pluma sobre la mesa y los miró esperando su reacción.

Cal sonrió.

—Eres el mejor cirujano de trauma que hay en el valle. La junta médica estaría loca si no te escoge.

—No soy el único candidato. Hay gente con mucho talento —reconoció Jake.

—Lo conseguirás —predijo Mitch—. Estoy seguro.

—Entonces —continuó Jake—, ¿me vais a ayudar los dos todo lo que podáis a conseguir gente?

Ambos asintieron y Jake consultó entonces las notas que tenía delante.

—Creo que con esto ya está todo. ¿Queréis hablar de algo más?

—Sí.

Cal miró a sus amigos. No tenía pensado hablar de lo que le estaba ocurriendo, pero tenía una hija en la que pensar y eso limitaría su tiempo en la búsqueda de personal. Sus amigos tenían derecho a saberlo.

—Necesito deciros por qué me muestro reacio a dedicarle mucho tiempo al asunto de buscar nuevos médicos.

—¿Te refieres a algo que no sea dedicarte a cortejar damas? —preguntó Mitch.

—A una dama en particular —le aclaró Cal.

—¿Una? ¿Vas a abandonar las filas de la soltería como Mitch?

—La dama a la que me refiero todavía no es una mujer. Es mi hija, y acaba de cumplir un año.

No era habitual que sus compañeros se quedaran sin palabras, pero eso era lo que había sucedido.

Jake se tiró de la oreja.

—Lo siento. Me ha parecido escuchar que tienes una hija de un año.

—Así es. Se llama Annie.

—¿Y tiene madre? —preguntó Mitch.

—Emily Summers.

Que sus dos amigos se quedaran sin palabras en menos de un minuto era todo un récord.

—Siempre me ha caído bien Emily —dijo finalmente Jake.

—A mí también —aseguró Mitch—. Cuando las cosas no salieron bien entre vosotros, me pregunté qué habrías hecho para asustarla.

—¿Qué te hace pensar que fui yo? —protestó Cal.

—Porque tú eres tú. Y Emily es una de las buenas —Jake se reclinó en la silla—. Ahora que vosotros dos estáis juntos y ya no estás en el mercado, soy el único que permanece soltero y…

—Ésa es la cuestión —lo interrumpió Cal—. Emily y yo no estamos juntos. Vino a verme hace un par de semanas y me dijo que había tenido una hija mía —las razones que le había dado eran íntimas, y no era algo que Cal compartiría con nadie sin su permiso—. Estoy esperando la confirmación de las pruebas de ADN, pero el parecido conmigo y mi familia es muy convincente.

—Felicidades —dijo Micth—. No puedo creer que me hayas ganado por la mano.

Y Cal no podía creer que sus amigos no se hubieran puesto de su parte para criticar a Emily. Parecían realmente contentos de que hubiera reaparecido en su vida. Él mismo estaba luchando contra aquello, porque tenía un gen extraviado que le hacía desearla con todas sus fuerzas a pesar de todo lo que le había hecho.

Saber qué hacer con un padre mayor y achacoso formaba parte del servicio social en el que Emily era experta. Salió de la sala de urgencias en la que se había reunido con el paciente y la familia para darles información sobre las posibilidades que tenían.

Parecía que el hijo del señor de ochenta y ocho años y su mujer estaban más tranquilos que cuando Emily entró por primera vez en la sala. El conocimiento proporcionaba poder, y ella sabía por experiencia que no tener poder sobre una situación podía convertirse en un agujero negro de desesperación.

Emily se dirigió hacia el ascensor por el largo pasillo y entonces escuchó unos pasos detrás de ella, y luego una voz masculina.

—¿Emily?

Ella disminuyó el paso y se giró. Reconoció al instante al médico y se preparó para el momento.

—Hola, Jake.

—Cuánto tiempo —dijo parándose delante de ella.

—Sí.

¿Se habría detenido para echarle la bronca? Los amigos de Cal habían sido siempre muy protectores. ¿Sabría Jake que le había ocultado a Cal que tenía una hija? Su expresión no daba ninguna idea de su estado de ánimo.

Jake Andrews tenía aspecto de actor de Hollywood y podría hacer el papel de médico en una seria de televisión si no lo fuera ya en la vida real. Era alto, moreno y guapo, tenía unos ojos serios y al mismo tiempo misteriosos. Emily se había preguntado siempre dónde estaba el truco. Era demasiado amable, demasiado guapo, demasiado perfecto. Y estaba demasiado solo.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando otra vez en el Centro Médico Misericordia? —le preguntó Jake.

—Un par de semanas —desde que ya no tenía que seguir evitando a Cal.

—Cal, Mitch y yo estábamos justo hablando de ti.

—¿Ah, sí?

No debería importarle lo que pensaran los amigos de Cal, pero eso no la detuvo. Durante el tiempo que estuvieron juntos, había pasado mucho tiempo con Mitch Tenney y Jake Andrews, el suficiente para llegar a tenerles aprecio y respeto.

Jake se metió las manos en los bolsillos de los pantalones.

—He oído que hay que felicitaros a Cal y a ti. Así que… felicidades atrasadas por vuestra hija.

—Gracias. Annie es una bendición.

—Una bendición que al parecer no querías compartir con su padre. Hasta ahora —la desaprobación le endureció la mandíbula—. ¿En qué diablos estabas pensando, Emily? No se le puede ocultar algo así a un hombre.

—Ahora lo comprendo —dejó escapar un suspiro—. Pero cuando traté de decirle que estaba embarazada, todo lo que Cal dijo me convenció de que no quería tener hijos. Las palabras se me quedaron en la garganta.

—¿Y ahora por qué te han salido?

Estaba claro que Cal no les había contado a sus amigos sus problemas de salud. Dependía de ella compartir esa información, y así lo hizo.

—Tengo un bulto en el pecho. Eso me hizo pensar que, si yo faltara, Annie estaría sola.

—Entiendo —Jake guardó silencio unos instantes, procesando sus palabras—. ¿Te lo has mirado ya?

Emily asintió.

—Tengo un ultrasonido este viernes.

—Bien.

—Mira, Jake, ya sé que no fue buena idea ocultarle a Cal la existencia de Annie. Tenía mis razones, pero eso no justifica que no le dijera que iba a ser padre. Lo único que puedo hacer ahora es intentar mejorar lo que hice mal. Ya sé que es difícil no juzgarme, pero intenta ponerte en mi piel. Era un mar de hormonas, las náuseas matinales me duraban todo el día y estaba hecha un lío —suspiró—. En cualquier caso, lo hice mal y Cal está resentido.

—Escucha, Emily —Jake se llevó la mano al nudo impecable de su corbata—. Negaré haber dicho esto si alguien me pregunta, pero Cal no es tan duro como pretende ser.

—¿A qué te refieres?

—No puedo darte detalles concretos porque es mi amigo. Y sobre todo porque no conozco esos detalles.

Emily se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

—¿Es tu amigo y no conoces ningún detalle?

—Soy hombre —se encogió de hombros—. No hablamos de todo ni nos entrometemos en la vida del otro. Lo único que sé es que cuando lo conocí estaba viviendo un momento difícil.

—¿A qué te refieres?

—Ya te he dicho antes que no conozco los detalles, ni tampoco te los contaría si los supiera. Pero cuando empezó su residencia en el hospital del condado, trajeron a su mujer a urgencias…

—¿Su mujer? —la primera vez que supo de ella fue a través del padre de Cal. Desde entonces le picaba muchísimo la curiosidad.

—Mira, lo único que sé es que tenía problemas antes del divorcio. Así que no seas muy dura con él.

—Tal vez tú podrías hacer lo mismo y no ser tan duro conmigo —sugirió Emily—. Por una vez quiero ser un hombre y no hablar de mis cosas.

Jake sonrió.

—Me parece justo. Es estupendo que hayas vuelto, Emily.

—Gracias. Echaba de menos el Centro Médico Misericordia.

—El sentimiento es mutuo —por primera vez, los ojos de Jake se mostraron cálidos—. Y además eres mamá.

—Sí, ¿te lo puedes creer?

—Totalmente. Lo que me cuesta trabajo es imaginarme a Cal como padre.

La ternura se apoderó de Emily.

—Es maravilloso con Annie. Al principio ella guardaba las distancias, pero él ha sido muy persistente. Compró toda la juguetería para lograr la atención de su hija a lo grande.

Jake se rió.

—Apuesto a que lo hizo —Jake consultó la hora en su reloj de pulsera—. Tengo que irme, me espera una reunión. Me alegra haberte visto y haber aclarado las cosas. Toda historia tiene dos caras.

Jake dio un paso adelante para abrazarla.

—Ojalá nos veamos pronto…

—¿Cuándo vas a verla?

Emily se soltó de brazos de Jake y se giró hacia aquella voz profunda y familiar.

—Cal, yo estaba…

—Estabas saludando a mi amigo —dijo él.

Emily no entendía por qué la hostilidad de su tono tenía que hacerle sentir culpable, pero así era, y la explicación le salió sola.

—Yo estaba en la sala hablando con unos pacientes y me crucé con Jake camino de regreso a mi despacho.

—¿De veras? —Cal se cruzó de brazos. Su actitud y su postura hicieron que el corazón de Emily se pusiera a cantar. Absurdo pero cierto.

—Así es —intervino Jake—. Emily me estaba hablando de vuestra hija.

—¿Ah, sí? —Cal la miró.

—Y le estaba diciendo lo buen padre que eres —aseguró Emily.

—Entiendo —su tono daba a entender que no lo entendía en absoluto.

—Bueno, yo me voy que llego tarde a una reunión —dijo Jake sonriéndole a su amigo—. Adiós, Emily.

—Me alegro de verte, Jake —lo observó caminar pasillo abajo y girar luego a la derecha. Entonces Emily se giró hacia Cal y trató de pensar en algo inofensivo que decir—. Annie se lo pasó muy bien en tu casa el domingo.

—Me alegro —Cal se pasó la mano por el pelo y luego la miró a los ojos—. Mis padres están encantados de ser abuelos. Por cierto, ¿dónde está Annie?

—En la guardería.

—¿Qué sabes de ese lugar?

—Ya te lo dije —Emily se lo quedó mirando, preguntándose qué circunstancias lo habrían llevado a ser tan desconfiado.

—¿Cuenta con cámaras de seguridad?

—¿Para qué? —parpadeó Emily—. ¿Para hacer un reportaje de cámara oculta que salga en televisión?

—Más vale prevenir que curar.

—De hecho, tengo algo mejor que una cámara. Lucy y Patty. Trabajan allí a cambio de que les cuiden a los niños. Y para tu información, encontré ese lugar a través de mi amiga Sophia Green, que también trabaja allí. Ya hemos hablado de esto. Creí que ya te había convencido de que nunca dejaría a Annie en un lugar que no me ofreciera todas las garantías de seguridad.

Emily no sabía si estrangularle por ser tan poco razonable o comérselo a besos por preocuparse tanto de su hija.

La expresión enfadada de su rostro no varió.

—¿Te ha pedido Jake que salgas con él?

—¿Cómo?

—Cuando llegué le escuché decir que ojalá os vierais pronto. ¿Te ha pedido que salgas con él?

—¿Estás celoso?

—Por supuesto que no —aseguró Cal con cierta tensión—. Pero le conozco. Muchas mujeres y muy poco tiempo.

Emily se dio cuenta de que sí estaba celoso, y comprendió por qué su corazón había comenzado a cantar. Pero aquél no era el sitio ni el lugar.

—Escucha, Cal, tengo que irme. Me esperan.

—¿Vas a la misma reunión que Jake? —quiso saber él.

Emily negó con la cabeza.

—La mía es personal. Te hablaré de ello más tarde. ¿Vas a venir a ver a Annie después del trabajo?

—Sí.

—Entonces te lo cuento luego.

Emily se fue de allí antes de que pudiera seguir interrogándola y se dio cuenta de que la distancia no apagaba las llamas que brillaban en su interior.

Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida

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