Читать книгу Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick - Страница 13
Capítulo 9
ОглавлениеCAL echó un vistazo en el dormitorio de Emily para ver si Annie y ella se habían dormido por fin.
—Afirmativo —susurró en voz baja mientras cerraba casi por completo la puerta. La dejó entreabierta para poder oírlas si necesitaban algo.
Aquella mañana había llevado a Emily al centro quirúrgico ambulatorio del Centro Médico Misericordia para que le quitaran el bulto del pecho. El ultrasonido no había arrojado resultados definitivos, y la doctora decidió que extirparlo era la mejor opción. Cal estuvo de acuerdo.
Así que él aguardó con Annie en la sala de espera mientras Emily pasaba por aquel trance. El estrés en el cuerpo y en la mente había minado la energía de Emily, aunque ella opuso mucha resistencia cuando Cal le sugirió que descansara. Ni siquiera había funcionado hacer de médico con ella. Sólo logró convencerla cuando le dijo que Annie también estaba agotada.
Su hija había pasado un día duro con su padre. Se había quedado con él hasta que llegó el momento en el que sólo valía mamá. Entonces Emily tuvo que tener mucho cuidado por los puntos. Annie percibía que algo no iba a bien, y por eso reaccionaba gritando para demostrar que no pensaba dormirse sola en la cuna. Así que Emily se quedó con ella en la cama y ahora las dos parecían profundamente dormidas.
Cal miró a su alrededor por el salón, preguntándose qué iba a hacer mientras montaba guardia. No pensaba marcharse hasta estar seguro de que Emily no tendría problemas manejándose con la niña mientras se recuperaba de la operación. Se le pasó por la cabeza que tal vez sólo se trataba de una excusa para quedarse, pero desechó al instante aquel pensamiento. Si su hija lo necesitaba, estaría allí para ella.
Entonces llamaron a la puerta con la fuerza de un disparo y Cal corrió para ver de quién se trataba. Abrió y vio a Patty en la acera con su hijo Henry en brazos.
—Hola, doctor Westen.
—Hola —Cal se hizo a un lado y salió fuera cerrando casi la puerta tras él. En la acera había un chaval arreglando una mesa para niños.
Patty se dio cuenta de lo que estaba mirando y dijo:
—Es Jonas Blackford, el padre de Henry. Ya le he contado que le echaste un vistazo a Henry cuando estaba enfermo.
Cal miró al niño, que se retorcía en brazos de su madre. En aquel momento era la imagen misma de la salud.
—¿Cómo se encuentra?
—Perfectamente —respondió la joven acariciando el cabello rubio de su hijo—. Pero no he venido por eso. ¿Cómo está Emily? Nos dijo a Lucy y a mí que hoy le extirpaban el bulto del pecho. Queríamos estar allí, pero con el trabajo y los niños… en fin, ¿puedo verla?
—Ahora mismo está durmiendo —contestó Cal. Eso no acabó con el gesto de preocupación de la adolescente—. Pero se encuentra bien.
—¿De verdad? ¿Es cáncer?
—El cirujano cree que no.
—¿Hay alguna manera de estar seguro? —preguntó Patty vacilante—. Su madre murió de cáncer de mama.
Aquello le sorprendió. Emily no había compartido con él que en su familia había antecedentes de cáncer de pecho. ¿Más secretos?
—Van a hacerle una biopsia al tejido extraído —explicó Cal—. Conozco a gente en el laboratorio, van a agilizar la prueba y me llamarán con el resultado.
—¿Me dirás algo en cuanto lo sepas? —preguntó Patty—. Lucy y yo estamos preocupadas.
—Claro —respondió él.
—Ven a conocer a Jonas —dijo ella medio girándose.
—De acuerdo.
Patty se acercó al joven que estaba inclinado sobre la mesita. Al verlos se incorporó y sonrió.
—Cariño, quiero que conozcas al doctor Westen —dijo Patty—. ¿Recuerdas que te hablé de él?
—Sí —el muchacho extendió la mano—. Soy Jonas Blackford.
—Encantado de conocerte —se estrecharon la mano—. Cal Westen. Tenéis un hijo muy guapo.
—Es igualito a su padre —aseguró Patty con orgullo.
—Es verdad —Cal los observó. Jonas era más bajo que él, pero musculoso y compacto. Tenía el cabello de un rubio más oscuro que su hijo, pero la estructura angular de sus rostros era idéntica, y también el color azul de los ojos. Henry iba a ser el terror de las chicas cuando creciera.
—¿En qué estás trabajando?
Jonas alzó la vista.
—Hago una mesa para Henry.
Cal se agachó y pasó la mano por la suave superficie de madera y las fuertes patas.
—Buen trabajo.
—Gracias —Jonas sonrió—. Sólo falta pintarla.
—Pero habrá que esperar al próximo día de paga —dijo Patty—. Oh. Oh —exclamó oliendo a su hijo antes de mirar dentro de sus pantalones vaqueros cortos—. Alguien necesita que lo cambien.
—A mí no me mires —bromeó Jonas.
Patty se rió.
—Te toca a ti.
Siguieron bromeando hasta que finalmente Jonas dijo:
—En serio, yo lo cambio si quieres.
—No pasa nada. Puedo hacerlo yo. Estás a punto de terminar y no quiero interrumpirte —Patty le dio un beso en la mejilla y desapareció por la puerta del apartamento.
Cal miró a Jonas y trató de pensar en algo de lo que charlar con un chaval con el que tenía tan poco en común.
—¿Y cómo te va?
—Ya ves, trabajar a tiempo completo me mantiene ocupado —el chico se pasó el antebrazo por la frente—. Tengo un descanso entre las clases de verano y el semestre de otoño, pero me parecen como vacaciones. Así podré pasar más tiempo con Patty y Henry.
—¿Dónde trabajas?
—En el hotel Suncoast. Aparco coches, pero hoy libro.
—He oído que se puede ganar un buen dinero.
Jonas se encogió de hombros.
—No me puedo quejar.
—¿Y qué estudias en la escuela?
—Contabilidad.
—¿Y qué tal las notas?
—Pareces mi padre —el chico se encogió de hombros—. No están mal.
Cal quería preguntarle cómo era capaz de mantener aquel ritmo, pero él ya lo sabía. A su misma edad, él también tuvo que hacer malabarismos entre la escuela y el trabajo porque el bebé había formado parte de la mentira. Sus notas habían subido porque utilizó los estudios como excusa para escaparse cada vez que su mujer intentaba llamar la atención tomándose una sobredosis de pastillas que luego no era tal o cortándose las muñecas. Tras cada episodio, Cal ponía otra venda a su relación y se sumía en sus clases.
Sus padres le habían enseñado a no tomarse los votos matrimoniales a la ligera, y se había quedado donde estaba porque eso era lo que debía hacer. Pero Patty y Jonas no habían pronunciado ningunos votos, y Cal se preguntó qué era lo que los mantenía juntos.
—Entonces, ¿te gusta pasar tiempo con Patty y el niño? —le preguntó.
Jonas lo miró a los ojos.
—Sí.
—Entonces, ¿por qué no os casáis?
—Porque mis padres nos están ayudando, y quiero esperar hasta que pueda ocuparme de Patty y Henry por mí mismo. Los dos necesitamos educarnos para poder darle una buena vida a Henry. El hecho de que no estemos casados no significa que no vaya a estar allí para ellos.
Cal recordó lo que Emily había dicho respecto a la educación. Tenía razón, y los chavales estaban desde luego practicando aquella filosofía. El respeto que sentía por su sabiduría y su coraje seguía creciendo.
Patty salió con Henry, que llevaba en la mano un coche de juguete. Cuando vio a Cal, lo dejó caer y estiró los brazos.
—Eh, muchacho —dijo Cal—. ¿Ha tenido éxito la operación de cambio de pañales?
—Oh, sí —respondió Patty—. Ahora está encantado.
—¿Dónde está Lucy? —preguntó Cal.
Jonas y Patty se miraron antes de que Patty contestara.
—Su novio apareció hace un par de semanas.
—¿El padre de Oscar?
—Jonas asintió.
—Dice que quiere estar cerca.
—No pareces muy convencido —Cal acomodó a Henry en el antebrazo.
—Por el bien de Lucy, espero que sea sincero —dijo Patty—. Pero a mí me da la impresión de que, si hubiera querido apoyarla, habría estado cerca cuando ella estaba embarazada y Oscar nació.
—Tal vez tuviera una buena razón —sugirió Cal, pensando en que él no sabía de la existencia de Annie.
Antes de que pudieran responderle, se abrió la puerta detrás de él y Emily salió por ella con Annie en brazos. Lo primero que pensó Cal fue que no debería levantar ningún peso, pero antes de que pudiera decirlo, Annie vio que tenía a Henry en brazos y comenzó a agitar los suyos.
—Quiere que la tengas en brazos —señaló Emily.
—Eso me ha parecido —Cal le pasó a Henry a Jonas y recibió a su hija—. Si hubiera sabido que los celos era la forma de ganarme su corazón… ¿cómo te sientes? —le preguntó a Emily.
—No muy mal —Emily movió el hombro—. Un poco dolorida. Me alegro de que todo haya pasado.
—Yo también.
Los cuatro se quedaron hablando un rato mientras permitían que los niños jugaran fuera. Jonas le dio a Henry un trozo pequeño de papel de lija y trató de enseñarle a suavizar la parte superior de la mesa. Pero al ver que Annie y él no dejaban de llevárselo a la boca, todos estuvieron de acuerdo en quitárselo.
Cuando sonó el teléfono móvil de Cal, todos centraron la atención en él.
—¿Sí? —respondió él.
—Cal, soy Dennis, del laboratorio.
—¿Qué tienes para mí?
—Quería hablarte de la biopsia de Emily Summers. Es benigno. No hay evidencia de células anormales.
Una oleada de alivio lo atravesó.
—Me alegra oír eso. Gracias, Dennis —Cal colgó el teléfono y miró las tres caras expectantes—. Es benigno.
—Gracias a Dios —le dijo Patty a Emily—. Te daría un abrazo, pero me da miedo hacerte daño.
—Esto hay que celebrarlo —aseguró Cal.
—¿Qué tienes en mente? —Emily parecía también aliviada.
—Una barbacoa en tu casa. Traeré hamburguesas, perritos calientes y todo lo demás. Estáis invitados, chicos —dijo mirando a la pareja—. Y Henry también.
—Estupendo —dijo Jonas.
De camino a su coche, Cal miró hacia atrás para ver a Emily. Les sonreía a los chicos y ayudaba a que los niños no hicieran travesuras. Se dio cuenta de que aquel grupo variopinto era su familia. La que había elegido. Cal siempre tendría a sus padres y a su hermano, pero su dinámica familiar era diferente. Aunque no se decía claramente, se daba por hecho que uno tenía que hacer lo correcto.
Ésa era la razón por la que se casó con su novia cuando le dijo que estaba embarazada. En lugar de una ayuda, su mujer fue más bien un problema y Cal hizo malabares para manejarla. Emily ayudaba a las adolescentes porque comprendía sus problemas y empatizaba con ellas. La necesitaban. Cal se había acostumbrado a no necesitar a nadie, pero el hecho de pasar tanto tiempo con Emily estaba cambiando aquello. Y tenía que hacer algo para evitarlo. Ahora que su problema de salud estaba resuelto, podía dedicarse a ser sólo el padre de Annie, y sólo su padre, porque la madre de Annie podría romperle el corazón.
Poco después de las cinco, Emily se detuvo en el aparcamiento de la guardería. Aparcó en un espacio vacío cerca de la entrada. Salió del coche, lo cerró y entró en el edificio. Llamó a la puerta del despacho de Sophia, que estaba semiabierta, y su amiga alzó la vista de la pantalla del ordenador.
Sophia tenía una bonita sonrisa, pero sus ojos grises siempre mantenían una cierta tristeza. Eso se debía a su trabajo como asistente social en el departamento del condado. Trabajaba con niños que necesitaban ayuda de verdad y que podían romperte el corazón con sus historias. Por eso había decidido también trabajar en el sector privado.
Era una pelirroja de cabello corto y belleza natural. Los hombres la deseaban y las mujeres la envidiaban. Emily admiraba su lealtad y su sentido de la amistad.
—Hola —dijo alzando una mano en gesto de saludo.
Sophia se puso de pie y rodeó el escritorio para darle un abrazo.
—Hola, ¿has venido a recoger a Annie?
—Sí, porque Cal está trabajando y no podía venir.
—Hacía mucho que no venías a verme.
—Lo sé. Normalmente tengo mucha prisa cuando vengo. Todo ha sido una locura desde…
Su amiga apoyó una cadera en la esquina del escritorio y terminó la frase por ella.
—Desde que le dijiste a Cal que tenía una hija. ¿Qué tal va todo?
—Bueno, ya sabes —Emily se encogió de hombros.
—Si lo supiera, no te lo habría preguntado. ¿Por qué no quieres hablar de ello?
—Son muchas cosas y no tengo tanto tiempo.
—De acuerdo —asintió Sophia—. ¿Por qué no empiezas por Cal? ¿Cómo está?
Guapo. Carismático. Sexy.
—Está bien.
—¿Qué le parece su hija?
Emily sonrió al instante al recordar la imagen de Cal jugando con Annie en la piscina. Era juguetón, protector y maravilloso.
—Creo que está totalmente enamorado de su hija.
—No me sorprende —dijo Sophia.
—A mí sí, después de todas las cosas que dijo respecto al compromiso con mayúsculas. Sinceramente, creí que diría «no, gracias», y que ahí acabaría todo.
—Pero teniendo en cuenta que ahora estás demasiado ocupada como para pasarte por aquí a saludar cuando vienes a recoger a Annie, doy por hecho que está en tu vida aunque sea de forma tangencial.
—Podría decirse que sí —reconoció Emily.
—¿Te importaría ser más explícita?
¿Tenía que serlo? Pero Emily sabía que cualquier intento de eludir la cuestión sería una pérdida de tiempo.
—Cal ha abrazado la paternidad con entusiasmo. Está aprendiendo cosas de su hija. Estaba allí conmigo cuando fui a ver al médico que…
—Oh, Dios mío, no puedo creer que se me haya olvidado preguntarte —Sophia sacudió la cabeza—. ¿Qué ha dicho el médico?
—Me hicieron pruebas y finalmente me extirparon el tumor. Era un bulto que se creó en el conducto de la leche, completamente inofensivo.
—Gracias a Dios —dijo Sophia—. Y ahora sigue contándome de Cal.
Emily se dejó caer en una de las sillas para las visitas.
—Está haciendo todo lo que debe. Me ha ofrecido ayuda financiera.
—Conociéndote como te conozco, apuesto a que la rechazaste.
—Sí. Al principio él no terminaba de creerse que no fuera tras el dinero o algo así.
—¿O algo así? —Sophia se cruzó de brazos—. Si es la imagen de la perfección paternal, ¿por qué no estás más contenta?
—Para empezar, porque no confía en mí. Y no puedo culparle, después de haberle ocultado lo de Annie. Tú y yo sabemos que la gente tiene sus motivos para cuestionar su fe en los demás. A todos nos han decepcionado en alguna que otra ocasión. Pero en el caso de Cal es peor.
—¿Cómo lo sabes?
Emily pensó en la manera de expresarlo con palabras.
—Es una intuición. Por el modo en que lo cuestiona todo, y luego está lo que su padre dijo en el cumpleaños de Annie sobre el pasado de Cal. Yo le estaba contando que tenía mis razones para no contar lo de mi embarazo, pero que no quería hablar de ello. Y su padre me dijo que yo no era la única con pasado. Cal estuvo casado.
Sophia frunció el ceño.
—¿Te dio más detalles?
—Me dijo que eso tenía que contármelo Cal.
—Tiene toda la razón, Emily. Y no tienes que preguntar nada. Cal te lo dirá si quiere que lo sepas.
Emily entrelazó los dedos en el regazo.
—Algo le ocurrió entonces.
—No sería el primero —aseguró Sophia—. No es problema tuyo. ¿Qué te importa lo que piense de ti?
—En realidad nada. Excepto que su opinión puede tener cierto impacto en las percepciones de Annie.
—Eso no es lo que te importa. Se trata de algo más personal.
Sophia se dio un golpecito en los labios con el dedo índice.
—Te estás enamorando otra vez de él, ¿verdad?
—No seas tonta —respondió Emily—. Soy más lista que eso. «Otra vez» implica que la primera vez sentía algo por él, pero lo dejé, ¿te acuerdas?
—Y bien que lo lamentaste —su amiga entornó los ojos con desconfianza—. Te has acostado con él, ¿verdad?
Técnicamente lo habían hecho de pie y ninguno de los dos dormía. Emily se estremeció con el recuerdo de lo desesperadamente que lo deseaba.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Oh, por favor. Ni intentes escabullirte. Mientes fatal.
—Cal no te daría la razón en eso. Y la verdad es que sí intimamos —Emily se revolvió en la silla—. Por favor, no me eches la bronca. Cualquier cosa que me puedas decir no es nada comparado con lo que me he dicho yo a mí misma. Fue una estupidez y no volverá a suceder.
—¿Es que ya te lo has sacado de dentro?
—Sigo trabajando en ello. El problema es que ahora que sabe de Annie y se ha comprometido a ser padre, no podré evitar verlo.
—Entonces, lo que estás diciendo es que la única manera de pasar de él es no verlo.
Emily no quería admitir que el hecho de no ver a Cal no había servido para superarlo. En aquel instante sonó su teléfono móvil y ella lo sacó del bolso.
—¿Hola?
—¿Emily? Soy Patty.
Supo por el tono de la joven que algo no iba bien.
—¿Qué ocurre?
—Henry se ha caído y se ha dado un golpe en la cabeza. Está sangrando. No llora… parece como si estuviera ido. Jonas quiere llevarle al hospital, pero yo no creo que…
—Id al Centro Médico Misericordia, Patty —dijo Emily—. Cal está allí. Él se ocupará de Henry.
—¿Y si no es así? —había pánico en su tono de voz.
—Lo hará, porque voy a llamarle ahora mismo. Nos veremos en urgencias —Emily colgó el teléfono y miró a su amiga—. ¿Puedes quedarte con Annie?
—Por supuesto. Me la llevaré a casa conmigo.
—Gracias. Iré a buscarla en cuanto pueda. Te debo mucho, pero ahora mismo tengo que irme.