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Capítulo 10

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EMILY aparcó fuera de la entrada de urgencias del Centro Médico Misericordia y entró a toda prisa en la abarrotada sala. Escudriñó los rostros y no vio a Patty ni a Jonas, lo que significaba que todavía no los habían llevado a la sala de observación o que no habían llegado aún. Se detuvo frente al mostrador de información para preguntar cuando Cal atravesó la doble puerta y salió a su encuentro.

Sin decir una palabra, la agarró del codo y la guió hasta un lugar tranquilo en el pasillo que había doblando la esquina. Se había sentido tan sola y asustada durante los veinte minutos que había tardado en llegar hasta allí que le gustó notar su mano en el brazo. Era cálido y seguro, una sensación que nunca había sido familiar para ella hasta que conoció a Cal.

—Hola —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Han llegado ya Patty y Jonas?

Cal asintió.

—Los estaba esperando desde que recibí tu llamada.

—¿Cómo está Henry? ¿Puedo verlo? —Emily trató de leer su expresión, preguntándose si estaba preocupado o sólo cansado—. Ya sé que técnicamente no soy de la familia, pero Patty quiere que esté aquí.

—Henry no está aquí.

—¿Dónde está?

—Le están haciendo pruebas. Escáner y tomografía —Cal se pasó las manos por el pelo.

A Emily le dio un vuelco al corazón.

—¿Se trata de algo más grave que un chichón en la cabeza? Patty dijo que estaba sangrando.

—Una herida en la cabeza puede sangrar mucho, lo que no significa necesariamente que se trate de un trauma severo. Pero…

—Odio esa palabra —aseguró Emily con rabia—. ¿Por qué le están hacienda pruebas?

—Para descartar que haya hemorragia en el cerebro que pueda producir una presión intracraneal. Está letárgico. Puede tratarse de una conmoción. Pero no grave —aseguró al ver que contenía el aliento—. No ha perdido la conciencia. Pero…

Emily se lo quedó mirando.

—Otra vez esa palabra.

—Digamos que no es el mismo crío lleno de energía que me agotó en la barbacoa. Sólo quiero asegurarme.

—¿Te han contado qué sucedió?

—Estaba corriendo y se tropezó con un juguete. Se golpeó la cabeza contra la mesa. La que Jonas le estaba haciendo —añadió.

—Oh, no —Emily sintió un nudo en el estómago.

—Lo que sí es seguro es que va a necesitar puntos —aseguró Cal.

—¿Cómo están Patty y Jonas?

—Están haciendo un esfuerzo de valentía para que Henry no pierda la calma. Pero en sus ojos se lee el miedo, como cualquier padre con un hijo en urgencias.

Había algo en los ojos de Cal que Emily no había visto nunca antes. Tras salir con él durante un tiempo, había llegado a conocerle bastante bien, pero aquella expresión era nueva.

—Ahora es distinto para ti, ¿verdad?

—¿Te importaría ser más concreta?

Emily inclinó la cabeza hacia un lado y lo observó con atención.

—Ahora entiendes lo que las madres y los padres sienten cuando sus hijos sufren —observó.

—¿Doctor Westen?

Ambos miraron a una joven en bata que estaba al lado de una de las puertas dobles que los separaba de la zona de trauma.

—¿Qué pasa, Gretchen?

—El niño de los Blackford ha vuelto de radiología.

—Gracias. Diles a sus padres que enseguida voy —se giró hacia Emily—. Voy a llamar ahora mismo para ver si pueden darme los resultados antes de treinta minutos. ¿Quieres ver a Patty?

—Sí.

Para evitar la zona llena de gente, Cal la guió a través de un laberinto de pasillos que daba a la parte de atrás de la sala de trauma.

Atravesó zonas de cortinas que protegían la intimidad de los pacientes y luego indicó la tercera habitación a la derecha.

—Quédate con ellos. Yo volveré en cuanto pueda.

—De acuerdo.

Emily observó sus anchos hombros hasta que lo vio doblar la esquina y desaparecer. Sintió la pérdida de su calor y de la seguridad que le proporcionaba. Había pasado tiempo allí, trabajando con pacientes a los que Cal había salvado la vida con anterioridad. Pero aquella noche sentía como si estuviera atravesando un país desconocido porque un niño pequeño que le importaba mucho estaba herido. Gracias a Dios que Cal estaba allí.

Entró en la habitación en la que la joven madre estaba sentada en la cama abrazando a Henry. Su camiseta sin mangas tenía manchas rojizas que sin duda eran la sangre seca de su bebé. Jonas estaba a su lado con expresión furiosa, lo que significaba que se sentía preocupado e impotente.

Entonces Patty la vio y una lágrima le resbaló por la mejilla.

—Emily…

Emily corrió hacia ellos y le dio a la adolescente un abrazo rápido.

—Hola, niña. ¿Cómo está?

—No es su mejor día —aseguró Patty.

Emily se sentó al lado de la joven madre y acarició con dulzura la regordeta pierna del bebé. Una gasa le cubría la herida de la frente, y estaba inusualmente tranquilo.

—Cal está comprobando ahora los resultados de las pruebas. Enseguida tendremos noticias.

—Necesitará puntos —dijo Patty, que parecía horrorizada ante la idea.

—Ojalá no tuviera que pasar por esto —dijo Emily—, pero no se me ocurre nadie mejor para cuidar de él que Cal. Henry está en muy buenas manos.

A Cal le encantaba su trabajo y se le daba muy bien. Ésa era una de las cosas que le habían atraído de él desde el principio y también la razón por la que le había aconsejado a Patty que le llevara su pequeño a Cal.

Cal entró en la habitación y todos lo miraron expectantes.

—Las pruebas han ido bien —dijo sin perder tiempo—. Es bueno que Henry tenga la cabeza tan dura.

—Gracias a Dios —Patty alzó la mano hacia Jonas, que se la estrechó al instante.

—Todas las noticias son positivas, pero para estar completamente seguros, me gustaría dejar ingresado a Henry una noche en observación.

Patty miró a Jonas con preocupación.

—¿No podemos observarlo en casa? Tú puedes decirnos lo que hay que hacer.

Cal se pasó la mano por el cuello.

—Lo dices porque no tenéis seguro, ¿verdad?

—Sí —Jonas acarició el cabello de su hijo—. No te confundas, doctor. Quiero que tenga todo lo que necesita, pero no se cómo voy a pagar.

—No es tanto como piensas —aseguró Cal.

—A mí todo me cuesta más de lo que piensas tú —Jonas se cruzó de brazos.

—No recomiendo que te lo lleves a casa todavía.

Henry se incorporó y señaló a Cal.

—Eh, chicarrón, ¿te sientes mejor? —Patty lo miró—. Mira, se ha sentado.

Cal dejó escapar un largo suspiro.

—Tal vez no sea necesario, pero prefiero decantarme por la precaución.

Jonas cambió el peso de un pie al otro.

—Mira, Patty y yo agradecemos todo lo que has hecho. Y respetamos tu opinión. Pero nosotros lo observaremos.

—Entonces os lo lleváis a casa contra el consejo médico.

Emily conocía la intensa expresión del rostro de Cal, le había tocado sufrirla en varias ocasiones últimamente. También sabía que se debía a que le importaba de verdad. Ambas partes tenían razón.

—Tiene que haber algún término medio entre la precaución y el sentido común —dijo Emily—. Si se va a casa, habrá cuatro adultos que pueden hacer turnos para observarle, y tú puedes decirnos qué debemos mirar.

—Como una familia —dijo Cal.

—Eso es lo que somos —Emily se preguntó por qué la estaba mirando fijamente, como si hubiera venido de otro planeta—. Además, tengo tu teléfono móvil si nos surge alguna pregunta.

—Yo tengo una propuesta mejor —Cal consultó su reloj—. A ver qué te parece. Ya casi he terminado mi turno. Quedaos por aquí y me iré a casa con vosotros para pasar allí la noche y así dirigir las tropas.

Patty y Jonas intercambiaron una mirada y luego ella dijo:

—¿Por qué?

Cal la miró a los ojos.

—Porque Henry es el mejor amigo de mi hija.

Aquello era una prueba de lo mucho que le importaba, y a Emily le dio un vuelco al corazón.

—No tienes por qué hacerlo —intervino Jonas.

—Ése es mi compromiso —aseguró Cal—. O lo tomáis o lo dejáis. Pero antes de que contestéis, debéis saber que estaré allí de todas formas. Y se dónde vivís.

Emily tragó saliva antes de decir:

—En lo que respecta al resto del coste de la visita de Henry a urgencias, encontraré la manera de pagarlo todo. A eso me dedico. Hablaré con la Hermana Mónica. Éste es un hospital solidario y tiene que cumplir con ciertas exigencias para mantener su estatus libre de impuestos.

—Mi grupo médico factura independientemente del hospital, y no cobraré mi tiempo —se ofreció Cal.

Patty parpadeó.

—No queremos caridad.

—Por supuesto que sí —intervino Jonas.

—Jonas, creí que estábamos de acuerdo en hacer esto nosotros solos —insistió Patty.

—Y lo estáis haciendo —le aseguró Cal—. Pero dadle a la gente la oportunidad de echaros una mano. Eso nos hace sentir mejor. Dejadme ayudaros —asintió satisfecho—. Ahora dejad que le ponga los puntos a este muchacho. No os preocupéis. Intentaré que esté lo más cómodo posible.

Cuando salió de la habitación para buscar el material, Emily lo siguió.

—Gracias —le dijo sonriéndole—. Eres mi héroe —las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas.

No era frecuente ver a Cal sorprendido, pero ahora lo estaba.

—¿Aunque sea un terco criticón y a veces no sepa cuándo callarme?

Emily se encogió de hombros.

—Los héroes no son perfectos. Tal vez por eso sean héroes. Hacen lo correcto a pesar de sus fallos.

Cal asintió.

—Voy a cambiarme de ropa antes de que me dé por cambiar de opinión.

Al día siguiente, Cal se marchó de casa de Emily con ella sentada a su lado en el asiento del copiloto. Cal la miró de reojo y se dio cuenta de que estaba muy pensativa.

—Te agradezco que vengas conmigo a buscar un regalo para el bebé de Mitch y Sam.

—¿Cómo iba a decirte que no después de que anoche hicieras de ángel de la guarda?

—¿Y qué ha sido del héroe? —preguntó mirándola.

—Eso también —Emily lo miró un instante, pero su broma no sirvió para acabar con su tensión—. ¿Seguro que tu madre estará bien con Annie?

—Sin duda —aseguró Cal entrando en la autopista—. Ella está deseando pasar tiempo con Annie, y ésta era la oportunidad perfecta.

—¿No te parece irónico que vayamos a comprar un regalo para un bebé y hayamos dejado a nuestra propia hija con tu madre?

—No. Además, así será más fácil y rápido escoger el regalo. ¿No te parece increíble que los dos tengamos el día libre hoy?

—Es estupendo, después de la noche que pasaste ayer.

Había sido una larga noche, y no sólo por tener que vigilar a Henry. Como la casa de Lucy y Patty estaba hasta arriba con Jonas allí, Cal había utilizado el sofá de Emily para echar una cabezadita cada vez que podía. No fue en muchas ocasiones, teniendo en cuenta que el apartamento olía a ella. Entre observar a Henry y pensar en la piel suave y dulce de Emily y en lo excitante que resultaría tocarla por todas partes, no había dormido mucho. Justo antes del amanecer, Annie lo despertó agarrándole la nariz con sus deditos. Era la primera vez que tenía la oportunidad de que su hija fuera lo primero que veía por la mañana, y eso en cierta forma le llenó de energía. Luego había llamado su madre para preguntarle si todavía quería que lo acompañara a comprar el regalo para el bebé de sus amigos. La conversación desembocó en que terminara cuidando de Annie.

Cal miró de reojo a Emily y se dio cuenta de que parecía incómoda.

—¿Qué te ocurre? —se atrevió a preguntar.

—Muchas cosas.

—Escoge una —sugirió Cal.

—¿Pueden ser dos?

—Adelante.

—Lo primero que me preocupa es cómo se las va a arreglar tu madre con nuestra pequeña, pero tengo que confiar en tu sabiduría —Emily se entrelazó los dedos en el regazo.

—¿Y lo segundo?

—¿Estás seguro de que hemos hecho bien dejando a Henry?

Ya habían hablado de eso, y Cal tuvo la impresión de que Emily estaba imaginando problemas donde no los había.

—No estamos dejando a Henry. Está con sus padres.

—No me refiero a eso —Emily lo miró a los ojos—. ¿A ti te parece bien irte?

—Sí.

—¿Te importaría explicarte mejor?

—Los niños se recuperan asombrosamente rápido. Al final, lo que más les costará a Patty y a Jonas es mantenerlo quieto. No necesitan que haya más gente alrededor animándole.

—¿Estás seguro?

Cal la miró un instante.

—Los médicos observamos e intervenimos cuando es necesario. No estaría aquí si no se encontrara bien.

—Qué rotundidad —Emily sonrió un poco—. Supongo que va con el nuevo coche.

—Me preguntaba si te habrías dado cuenta —Cal había cambiado su deportivo por un coche familiar—. En el otro coche no había sitio para Annie porque tenía sólo dos plazas.

—Es un vehículo muy familiar —dijo ella con cierta melancolía.

Era la segunda vez en dos días que Emily mencionaba la familia, y no era algo para lo que Cal tuviera una respuesta, así que decidió que no decir nada sería lo mejor.

Salió de la autopista y se dirigió al centro comercial donde estaba la juguetería. Aparcaron delante y entraron. Cal miró a su alrededor y sacudió la cabeza.

—No sé por dónde empezar —admitió—. Estoy completamente fuera de mi elemento. Por eso te he traído conmigo. ¿Alguna sugerencia?

—¿Sabes si Sam y Mitch tienen cuenta aquí? —Emily suspiró al ver su expresión de asombro—. Para los regalos. Igual que hacen los novios, los futuros padres hacen una lista con los productos que prefieren que les regalen.

—¿Hiciste eso con Annie?

Emily asintió, pero en lugar de complacerse en el recuerdo, su expresión se tornó pensativa.

—Sophia me organizó una fiesta y abrí una cuenta aquí.

—Entonces sabrás cómo comprobar si Mitch y Sam también lo han hecho.

—Sí.

—Tú primero —Cal la siguió al mostrador y dijeron los nombres de sus amigos, pero no consiguieron ninguna información.

—Aquí estamos perdiendo el tiempo —aseguró ella—. Vamos a empezar por la sección infantil, de cero a seis meses.

Había muchas cosas para hacer felices a los niños: parques, móviles de cuna, saltadores… Cal se mostró escéptico respecto a este último. Era verde.

—Me gusta el color, pero estoy completamente en contra del concepto.

—¿En qué sentido? —preguntó Emily.

—Los bebés necesitan sentirse libres para moverse a su alrededor y desarrollar los músculos. Si están confinados en algo de este tipo durante largos periodos de tiempo, no podrán.

Caminaron por varios pasillos llenos de ropa, biberones, almohadas y termómetros. Emily se detuvo y agarró una especie de canguro para llevar colgando al bebé. En su rostro se dibujó una expresión tierna.

—Yo tenía uno de éstos —dijo.

Cal había visto a madres llevando a los bebés pegados a ellas.

—¿Te vino bien?

—Mantiene al bebé cerca y las manos libres —respondió Emily con dulzura—. No puedo creer que ahora sea demasiado grande para entrar en él. Parece que fue ayer cuando podía llevarla así o dejarla tumbada y saber que estaría allí cuando regresara. Ahora está por todas partes.

Siguieron avanzando y Cal vio dos cosas que le interesaban. Una de ellas era un maletín médico. Lo agarró y leyó el contenido: guantes desechables, vendas, tiritas y antiséptico, todo de juguete.

—Es un maletín médico. A Mitch le va a encantar aunque el niño sea demasiado pequeño para apreciarlo —Cal agarró dos más.

—¿Vas a comprar tres? —Emily parecía confundida—. ¿Uno es para Annie?

—Sí —contestó él—. Y creo que a Henry también le gustaría tener uno.

—Es un detalle por tu parte.

—Me alegra que lo apruebes. Y antes de que digas nada, voy a conseguir otra cosa para Oscar, porque no sería justo —se acercó a un mostrador de camisetas para padres y las miró. Una de ellas tenía un dibujo de Superman con la palabra «papá» escrita dentro. Pero la mejor era otra que decía: «Papá sobrevivió al parto».

—Voy a llevarle esto a Mitch. Está muy nervioso por el próximo parto de Sam.

—Es algo emocionante… —Emily se detuvo y, antes de que pudiera darse la vuelta, Cal se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos.

—¿Emily? —Cal notó que se le tensaban los hombros—. ¿Qué te ocurre? Y no me digas que nada, porque estás actuando de forma extraña desde que entraste en el coche.

—Es sólo que… —ella se dio la vuelta y se pasó un dedo por la nariz.

—Hablo en serio. ¿Qué te preocupa?

—Mirar todas estas cosas me hace sentir triste.

—¿Por qué? —preguntó Cal mirando a su alrededor—. Aparte de Disneylandia, este debe de ser uno de los lugares más felices del planeta.

—No lo era la última vez que estuve aquí —Emily suspiró y lo miró con tristeza—. Estaba embarazada y sola. Culpa mía. Ya lo sé.

Cal no la había llevado allí para vengarse. Eso ya lo había superado. Ser el padre de Annie no dejaba energía para nada más que para seguir adelante, llevara donde le llevara.

—No era mi intención ponerte triste.

—Ya lo sé —Emily se encogió de hombros—. No puedo evitarlo. Tú no eres el único que se lo ha perdido. Traer a Annie al mundo fue increíble, pero hubiera sido una experiencia mucho más rica si la hubiera compartido contigo.

—De acuerdo. Esto es lo que vamos a hacer —Cal dejó los maletines y la camiseta y le alzó la barbilla con los nudillos—. Los dos hemos cometido errores, pero ahora mismo debemos dejar atrás el pasado y empezar de nuevo. Vamos a comprar algo juntos para nuestra hija.

—Creo que es una gran idea —Emily se secó una lágrima y sonrió.

Estaba muy hermosa en aquel momento. Cal sintió una opresión en el pecho y se le aceleró el pulso. Hacer las paces con ella no estaba exento de problemas. Ejercer juntos de padres implicaba pasar tiempo con Emily además de con su hija. Annie era una alegría. La magnitud de su deseo por Emily, no.

Que Dios lo ayudara.

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