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7. La estructura del «Apologético»: su composición y la teoría retórica
ОглавлениеEl plan del Apologético abarca —según la opinión más tradicional representada por Waltzing 43 — una triple defensa: la cuestión previa en la que se prueba que el objeto de la acusación es solamente el «nombre» de cristiano, no sus actos; esta cuestión previa abarca escasamente dos capítulos. El núcleo de la defensa —refutatio — estaría dividido en dos partes muy desiguales: los actos secretos, que abarcan los capítulos 7 al 9, y los actos públicos, que alcanzarían hasta la peroratio . A su vez, esta defensa de los actos públicos se dividiría en tres partes: a) los crímenes de sacrilegio; b) los de lesa majestad; c) la exposición de las creencias cristianas.
A simple vista se puede intuir que esta división en partes tan asimétricas y la inclusión dentro de los actos públicos de una exposición de la doctrina se pueden mejorar. En 1957, Schönberger puso el acento en el concepto de simetría como principio de composición en las obras antiguas 44 . Más tarde, Réné Braun equilibró la concepción excesivamente formalista del estudioso alemán con una consideración que tenía en cuenta no sólo el «equilibrio de masas» sino la presencia de contenidos que no se ajustan estrictamente a una defensa judicial: Braun tiene el mérito de haber destacado, junto al tema de la simple defensa, la exposición de la doctrina cristiana, que se completa —siguiendo las líneas marcadas por la tradición apologética griega— con una comparación; defensa, exposición positiva y comparación constituyen pues, en el análisis de Braun, los tres puntos de vista que hábilmente combina Tertuliano en la composición de su obra 45 .
Se puede todavía penetrar en la composición del Apologético analizando su estrecha dependencia de la tradición retórica, en la que Tertuliano se había educado 46 .
Esta perspectiva permite distinguir en la obra las partes propias de un discurso judicial: tras un breve exordio en el que Tertuliano interpela al adversario, Tertuliano expone una prima causa : la injusticia del odio hacia los cristianos. Responde esta primera parte al planteamiento de la cuestión —el status 47 —, que se utilizaba en los discursos judiciales al inicio de la discusión; utiliza aquí Tertuliano el status translationis que consiste en demostrar que la acusación no tiene razón de ser; tras demostrar la iniquitas odii , está en condiciones de dirigirse a las autoridades que permiten la persecución con la réplica: ius actionis non habes (Quint., Inst. Or . III 6, 73).
Se pasa después a la argumentación propiamente dicha, que constituye el núcleo de la defensa y que está anunciada por la propositio : anticipa aquí Tertuliano la técnica que va a seguir en la argumentación, introduciendo una novedad: el procedimiento de la retorsio , que consiste en volver contra el acusador los argumentos empleados por él en su acusación; la finalidad del procedimiento es, como indica el propio Tertuliano, apoyar la refutación (cf. Apol . 4, 1 y 9 1).
En el cuerpo central del discurso, Tertuliano aplica la técnica anunciada, articulando orgánicamente a lo largo de toda la argumentación las dos técnicas tradicionales: presentación de pruebas positivas (probatio ) y ataque a las posiciones del adversario (refutatio ), con esta tercera técnica (retorsio ) que funciona como un procedimiento de seguridad.
A partir del capítulo 45 cambia el tono del discurso: de la postura defensiva se pasa a hacer una alabanza de las excelencias del cristianismo. Este recurso tiene en la teoría retórica el nombre de exornatio y su función es la de dar a la argumentación mayor riqueza y vistosidad. No tiene nada de extraño que el gusto «barroco» de Tertuliano haya recurrido a esta forma de ornamentación del discurso, que tiene aquí forma de laus , de elogio. Una alabanza que toma forma de comparación, midiendo las distancias: compara primero las leyes (cap. 45), y luego la doctrina (caps. 46-48).
El discurso acaba, como es de rigor, con una peroratio . Esta parte conclusiva responde a un doble objetivo: hacer una recapitulación de la defensa y mover el afecto de los jueces. Tertuliano, en lugar de apelar al sentido de la justicia, lanza un desafío a los jueces: «… atormentadnos, torturadnos, condenadnos, pisoteadnos: ¡Vuestra iniquidad es una prueba de nuestra inocencia!» (50, 12).
La razón es que —en definitiva— no es su decisión la que realmente importa: «Cuando somos condenados por vosotros, somos absueltos por Dios» (50, 16), dirá en la frase que cierra el discurso. Multiplica en este final Tertuliano sus recursos: exclamaciones, apóstrofes, antítesis…, dando a la conclusión un tono patético que exagera el dramatismo, como puede verse también en algunos discursos de Cicerón.