Читать книгу Historia de la Guerra del Peloponeso - Tucídides - Страница 26
III
ОглавлениеDiscurso que Arquidamo, rey de los lacedemonios, dirige a los suyos paraanimarles a la guerra.
«Varones peloponesios y vosotros nuestros compañeros aliados y confederados, bien sabéis que nuestros mayores y antepasados hicieron muchas guerras así en tierra del Peloponeso como fuera de ella. Y aquellos de nosotros que somos más ancianos tenemos alguna experiencia de guerra, empero nunca jamás tuvimos tan gran aparato de ella ni salimos con tan gran poder como al presente, que vamos contra una ciudad muy poderosa y donde hay muchos y muy buenos guerreros. Por tanto es justo que no nos mostremos inferiores a nuestros mayores, ni demos vergüenza a la gloria y honra ganada por ellos y por nosotros adquirida, porque a toda Grecia conmueve esta guerra, y está muy atenta a la mira, esperando y deseando el buen suceso de nuestra parte, por el gran odio que tiene a los atenienses.
»Mas no porque nos parezca que somos muchos en número, y que vamos contra nuestros enemigos con gran osadía, debemos pensar que no osarán salir a pelear contra nosotros, y por esta causa no nos debemos descuidar en ir bien apercibidos; antes conviene que cada cual de nosotros, así el capitán de la ciudad, como el soldado, se recele siempre de caer en algún peligro por su culpa; pues los casos de la guerra son inciertos, de las cosas pequeñas se llega a las más grandes, y hartos vienen a las manos por una pequeña causa o por ira. Muchas veces los que son en menor número porque se recatan de los que son más, los vencen, si aquellos, por tener en poco a su contrario, van mal apercibidos. Por lo cual, conviene siempre que, entrados en tierra de los enemigos, tengamos ánimo y corazón de pelear osadamente, y que venidos al hecho nos apercibamos con recelo y cautela. Haciéndose esto, seremos más animosos para acometer a los enemigos, y más seguros para pelear resistiendo. Debemos pensar que no vamos contra una ciudad flaca y desapercibida incapaz de defenderse, sino contra la ciudad de Atenas, muy provista de todas las cosas necesarias, y creer que son tales que saldrán a pelear contra nosotros; si no fuere ahora, a lo menos cuando nos vieren en su tierra talándola y destruyéndola, porque todos aquellos que ven al ojo y de repente algún mal no acostumbrado, se mueven a ira y saña, y generalmente los menos razonables salen con ira y furor a la obra, lo cual es verosímil hagan los atenienses más que todas las otras naciones, porque se tienen por mejores y más dignos de mandar y dominar a los otros, y de destruir la tierra de sus vecinos antes que ver destruida la suya.
»Vamos, pues, contra una ciudad tan poderosa, a buscar honra y gloria para nosotros y para nuestros antepasados, y para alcanzar ambas cosas seguid a vuestro caudillo, procurando ante todo ir en buen orden y guarda de vuestras personas y hacer pronto lo que os mandaren, porque no hay cosa más hermosa de ver ni más segura, que siendo muchos en una hueste, todos a una vayan dispuestos en buen orden.»
Cuando Arquidamo terminó su arenga y despidió a los oyentes, envió ante todas cosas al espartano Melesipo, hijo de Diácrito, a Atenas, por ver si los atenienses se humillarían más, viéndolos ya puestos en camino. Pero estos no quisieron admitir a Melesipo en su Senado, ni menos en su ciudad; y le despidieron sin darle audiencia, porque en esto venció el parecer de Pericles, de no admitir faraute ni embajador de los lacedemonios, después que hubiesen tomado las armas contra ellos. Mandaron, pues, a Melesipo que saliese de sus términos dentro de un día, y dijese a los que le enviaron que en adelante no les enviasen embajada sin salir primero de los términos de Atenas y volver a sus tierras. Diéronle guías para que no le sucediera ningún percance. Al llegar a los términos de su tierra, cuando querían despedirle los guías, les dijo estas palabras: «Este día de hoy será principio de grandes males para los griegos.»
Llegó Melesipo al campamento de los lacedemonios, y Arquidamo supo por él que los atenienses no habían perdido nada de su altivez, levantó su real, y entró con su hueste en tierras de los enemigos; y por otra parte los beocios se metieron en tierra de Platea, talándola y robándola con la parte del ejército que no habían dado a los del Peloponeso. Y esto lo hicieron antes que los otros peloponesios se juntasen en el Istmo y cuando estaban en camino antes de entrar por tierra de Atenas.