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XVI

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Deliberan los atenienses sobre si deben aceptar la guerra uobedecer las exigencias de los lacedemonios.

Reclamado por los lacedemonios a los atenienses, y por estos a aquellos que purgasen de una parte y de otra las ofensas y los sacrilegios a los dioses, aquellos pidieron de nuevo a estos que pusiesen en libertad a los potidenses, y dejaran vivir a los de Egina según sus leyes; y sobre todo les declararon que comenzarían la guerra contra ellos, si no revocaban el decreto que habían hecho contra los de Mégara, por el cual se les prohibía desembarcar en puertos de los atenienses, acudir a sus ferias y comerciar con ellos. A todas estas demandas, y principalmente a la de revocar el decreto, los atenienses determinaron no obedecer, acriminando a los megarenses porque ocupaban la tierra sagrada y sin término28, y recibían en su ciudad los esclavos que huían de Atenas.

Finalmente, después de todas estas demandas y respuestas, llegaron tres embajadores de los lacedemonios que eran Ranfio, Melesipo y Agesandro, los cuales sin hacer mención de ninguna de las otras cosas de que habían tratado antes, les dijeron en suma estas palabras: Los lacedemonios quieren la paz con vosotros, la cual podéis gozar si dejáis a los griegos en libertad, y que vivan según sus leyes. Al oír esta demanda los atenienses reunieron su consejo para determinar la última respuesta que les debían dar: y cuando todos dijeron sus pareceres, unos que debían aceptar la guerra y otros que era preferible revocar el decreto contra los megarenses, motivo de la guerra, se levantó Pericles, hijo de Jantipo, que a la sazón era el hombre más principal de toda la ciudad, y con más autoridad para decir y obrar, habló de esta manera:

Historia de la Guerra del Peloponeso

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