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IV

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Discurso y respuesta de los corintios al de los corcirenses pidiendo al Senado de Atenas que prefieran su amistad y alianza a la de los de Corcira.

«Varones atenienses, pues los corcirenses han hablado, no solamente de sí mismos, persuadiéndoos que los recibáis en vuestra amistad, sino también de nosotros, diciendo que injustamente, y sin causa comenzamos la guerra: será necesario que ante todas cosas hagamos mención de lo uno y de lo otro: y de esta manera vengamos a lo demás de nuestro razonamiento, para que mejor entendáis nuestra demanda, y con razón rehuséis los provechos que os ofrecen.

»Dicen que por usar de modestia, equidad y diligencia jamás han querido admitir la compañía y alianza de nadie: lo cual ciertamente han hecho por vicio y malicia, y no por virtud ni bondad; por no querer tener compañero ni testigo de sus maldades, de quien siendo reprendidos pudiesen tener vergüenza. El buen sitio de su ciudad que alegan para vuestro provecho, antes les acusa de las injurias y ultrajes que hacen, que no los somete a juicio de razón: porque ellos no salen navegando a otras partes: y de necesidad han de robar a los que allí aportan de otras tierras. Se glorian y honran de no haber querido hacer alianza ni confederación con otro. No lo han hecho por no participar de las injurias ajenas, sino a fin de poder ellos injuriar a otros a solas sin tener quien se lo reprenda, y para donde quiera que prevaleciesen, hacer fuerza y afrenta a los demás, como podrían aislada y ocultamente, y de esta manera lograr más bienes y tener menos vergüenza de sus bellaquerías secretas, que no si fueran de otros sabidas. Porque si ellos son tan buenos como se nombran, cuanto menos culpables y violentos son para sus prójimos, tanto más deberían mostrar su virtud y bondad en dar y recibir solamente lo que es justicia y razón. No es esto lo que han hecho con otros, ni con nosotros, porque siendo nuestros pobladores, siempre se han apartado de nosotros hasta aquí: y ahora nos hacen guerra diciendo que no los sacamos de nuestra ciudad a ser pobladores en el lugar donde los enviamos para que los maltratásemos; a lo cual respondemos, que tampoco los pusimos allí a morar, para que recibiésemos de ellos injurias y agravios, sino para ser sus superiores, y que nos honrasen y acatasen según razón y como lo hacen las otras poblaciones, cuyos habitantes nos quieren y aman en gran manera. De ello se deduce manifiestamente que si a todos los otros somos agradables y apacibles, sin derecho y sin razón se desagradan y descontentan estos solos de nosotros.

»No sin gran causa y razón, ni pequeñamente injuriados les movimos guerra; y aun cuando en esto hubiéramos errado, fuera bien que dieran lugar a nuestra ira y nos soportaran, y entonces a nosotros nos fuera cosa torpe y fea si de igual modo no tuviéramos respeto a su paciencia y modestia, para no hacerles fuerza ni injuria. Mas ahora ensoberbecidos con las riquezas, además de otros muchos yerros y delitos que contra nosotros han cometido, no quisieron venir a socorrer la ciudad de Epidamno, que es de nuestro señorío, aunque la vieron cercada y apretada de sus enemigos: antes cuando nosotros íbamos a socorrerla la tomaron por fuerza y la tienen.

»En cuanto a lo que dicen que, antes de hacerlo, quisieron apelar a juicio, nada vale su dicho, pues tanto significa, como si teniendo alguno ocupada y detenida la hacienda de otro, quiere después litigar en juicio, sin entregar primero lo usurpado, antes que se lo reclamen por fuerza y contienda. Ellos no lo hicieron antes que pusiesen cerco a la ciudad, sino después que entendieron que nosotros no habíamos de descuidarnos en socorrerla. Entonces quisieron alegar su derecho y vinieron aquí, no contentos con el mal que allí hicieron, a requeriros que los queráis recibir por amigos y aliados, no tanto para confederación y alianza de la guerra, cuanto para compañía y amparo de las injurias y agravios que hacen siendo nuestros enemigos. Debieron haber venido antes a esto, cuando estaban salvos y seguros, y no ahora después que nos ven injuriados, y a ellos en peligro; y puesto que no habéis tenido participación en sus violencias durante la paz, no debéis darles ayuda ahora para meteros en guerra. Fuisteis libres de sus yerros, no debéis cargar en parte con su culpa.

»A los que en el tiempo pasado ayudaron con sus fuerzas y poder, deben ahora dar cuenta de sus casos y fortunas; pero vosotros que no fuisteis participantes en sus delitos, menos lo debéis ser de aquí en adelante en sus hechos.

»Ya os hemos declarado la justicia y equidad que usamos con estos al principio, y las fuerzas y avaricia que para con nosotros tuvieron. Ahora conviene mostraros, que por ninguna vía, ni razón los debéis admitir a vuestra amistad. Porque si, como antes decimos, en los tratados de confederaciones y paz, es lícito a cualquiera de las ciudades, que no son firmantes, ni confederadas, unirse al bando que quisieren, este contrato no se entiende que lo puedan hacer en perjuicio de tercero: antes solamente se entiende de los que tienen necesidad de la ayuda de otros, y la demandan, sin que aquellos a quien la piden se aparten de la alianza y amistad de los otros sus confederados: y no se refiere a los que en lugar de paz, traen guerra contra los amigos de aquellos a quien demandan la tal ayuda, como os ocurrirá, si no creéis nuestro consejo. Porque si decidís ayudar y favorecer a estos, en lugar de amigos seréis nuestros enemigos, obligándonos, si queréis estar con ellos, a ofenderos al tomar de ellos venganza. Obraréis cuerdamente, y conforme a justicia y razón, si no favorecéis a ninguno: y mucho mejor, si al contrario de lo que estos piden sois de nuestro bando, y amigos y aliados de los corintios contra estos corcirenses, que nunca tuvieron treguas firmes con vosotros. No establezcáis nueva ley auxiliando a los rebeldes; pues nosotros, cuando se os rebelaron los samios, fuimos de contrario parecer de los peloponesios, que decían convenía socorrer a los samios, y públicamente lo contradijimos, alegando que a ninguno debía prohibírsele castigar a los suyos cuando errasen. Si recibís y defendéis los malhechores, muchos de los vuestros se pasarán diariamente a nosotros, y por este medio daréis ley que redunde antes en vuestro daño que en el nuestro.

»Baste lo dicho para informaros de nuestro derecho conforme a las leyes de Grecia. Lo que adelante diremos será como ruego, y para pedir y demandar vuestra gracia. Nada os pedimos como enemigos para dañaros, ni como amigos para usar mal de ello; antes decimos y afirmamos que nos debéis al presente vuestra ayuda, porque antes de la guerra de los medos, cuando la teníais con los eginetas, os socorrimos con veinte naves grandes que necesitabais y recibisteis de los corintios. Y la buena obra que entonces os hicimos; y también porque entonces, por nuestra oposición, los peloponesios no quisieron ayudar a los samios, vuestros contrarios, os procuró la victoria contra los eginetas, y la venganza que tomasteis de los samios a vuestra voluntad. Esto hicimos a tal tiempo, que los hombres por el gran deseo que tienen de vencer a sus enemigos contra quien van, se descuidan de todo lo demás, y tienen por amigo a cualquiera que les ayuda, aunque antes haya sido su enemigo: y por enemigo a aquel que los contrasta, aunque primero fuese su amigo, dejando de entender en sus cosas propias por la codicia que tienen de vengarse. Recordando vosotros este servicio, y los mancebos trayendo a la memoria lo que oyeron y supieron de los ancianos, razón será que nos paguéis de igual modo. Y si alguno piensa que esto que aquí decimos es justo, pero que habrá otra cosa más provechosa de parte de los contrarios si hubiere guerra, este tal sepa que para su bien y cuanto uno es más justo en cualquier hecho, tanto más provecho se le sigue en adelante. Además que la guerra venidera, con que os ponen temor los corcirenses para invitaros a ser injustos, está en duda, y no es razón, que por miedo de guerra incierta, cobréis odio y enemistad cierta de los corintios vuestros amigos. Si imagináis tener guerra por la sospecha que hay de los de Mégara: tal imaginación por vuestra prudencia y saber, antes la debéis disminuir que aumentar. Pues cualquiera buena obra postrera, hecha en tiempo y sazón, por pequeña que sea, es bastante para quitar y desatar toda la culpa primera, aunque sea mayor.

»Ni tampoco muevan ni atraigan vuestros corazones por el ofrecimiento que os hacen de grande armada de socorro; pues mayor seguridad es no hacer injuria a los iguales, ni emprender cuestión contra ellos, que no ensoberbecidos con la apariencia de presente, procurar adquirir más de lo vuestro con el daño y peligro que os puede venir de ello en adelante. Asimismo ahora nosotros que estamos en la misma adversidad y fortuna que estábamos cuando pedimos la ayuda de los lacedemonios, os pedimos y requerimos lo mismo que a ellos, esperando alcanzar de vosotros lo mismo que de ellos alcanzamos, es a saber que sea lícito a cada cual castigar a los suyos. Y que, pues, os ayudamos con nuestro voto contra los vuestros, no nos queráis dañar con el vuestro contra los nuestros, sino que nos paguéis en la misma moneda, sabiendo y conociendo que estamos a tiempo de que quien ayudare será tenido por muy grande amigo, y el que fuere contra nos, por mortal enemigo.

»En conclusión decimos que no queráis recibir estos corcirenses por amigos y compañeros contra nuestra voluntad, ni socorrer a aquellos que nos han injuriado. Y haciendo esto, cumplís vuestro deber, y ejecutáis lo que conviene a vuestro provecho.»

Con esto acabaron los corintios su razonamiento.

Historia de la Guerra del Peloponeso

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