Читать книгу Historia de la Guerra del Peloponeso - Tucídides - Страница 15
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ОглавлениеDiscurso del éforo Estenelaidas por el cual se determinó la guerra contra losatenienses.
Con esto acabó Arquidamo su razonamiento, y después de hablar otros muchos se levantó el último de todos Estenelaidas, uno de los éforos, y habló a los lacedemonios de esta manera:
«Verdaderamente, varones lacedemonios, yo no puedo entender lo que quieren decir los atenienses en las muchas y largas razones que aquí han expuesto, pues no han hecho otra cosa sino alabarse y engrandecerse, y publicar sus hazañas, sin dar excusa alguna de las injurias y ultrajes que han hecho a nuestros amigos y aliados, y a toda la tierra del Peloponeso. Pues si ellos fueron algún tiempo buenos contra los medos como dicen, y ahora son malos con nosotros, dignos son de doblada pena, porque de buenos se han vuelto malos. Por lo que a nosotros toca, y también a aquellos que son como nosotros, ciertamente somos ahora como fuimos entonces, y por esto, si somos cuerdos, no debemos permitir que nuestros amigos y aliados sean los injuriados ni ultrajados, sino aumentar su número, ayudarles y socorrerles sin dilación alguna, pues tampoco la tienen los otros en hacerles mal y daño. Y si los otros tienen más dinero, más barcos, y más caballos que nosotros, nosotros tenemos buenos y esforzados amigos y compañeros, y tales que no merecen ser desamparados y dejados en manos y poder de los atenienses: ni esperemos a determinar sus causas y querellas por pleitos ni por palabras, pues han sido injuriados por obras, debiéndoles vengar pronto y con todas nuestras fuerzas. No es menester que ninguno nos enseñe lo que debemos consultar y determinar en este caso, pues nosotros somos los injuriados. Los que deben gastar tiempo en largas consultas son quienes quieren injuriar y ultrajar a los otros. Por tanto, varones lacedemonios, determinad por vuestros votos como acostumbráis, y declarad la guerra a los atenienses según conviene a la dignidad y reputación de vuestra tierra de Esparta: no dejando que los atenienses crezcan y se hagan mayores en fuerzas, ni desamparando a vuestros amigos y aliados: antes con la ayuda de los dioses tomemos las armas y vayamos contra aquellos que nos han injuriado.»
Cuando Estenelaidas acabó su discurso, propuso la votación por ser éforo al consejo de los lacedemonios, donde se acercaban los más, y había más voces, porque la costumbre de los lacedemonios es votar en alta voz. Siendo grande el clamor y vocear entre ellos por la diversidad de pareceres, dijo que no podía entender a cual parte se inclinaban las más voces y el mayor clamor. Y queriendo que más claramente mostrasen su parecer, por animarles más a la guerra, habló así:
«Los que de vosotros, lacedemonios, fueren de opinión y declararen que las confederaciones han sido rotas, y que los atenienses nos han hecho injuria, levántense, y pasen a aquella parte (mostrándoles con el dedo un lugar señalado en el Senado); y los que fueren de contraria opinión, pasen a la otra.»
Todos se levantaron y se repartieron en los dos lugares: y fueron hallados muchos más en número los que eran de parecer que las confederaciones y alianzas habían sido rotas y que debían declarar la guerra, que los otros. Esto así hecho, los lacedemonios mandaron llamar a los amigos y aliados, y dijéronles que eran de parecer que los atenienses habían hecho la injuria, pero que querían también tener el voto de todos los compañeros y aliados, para que de común acuerdo y parecer de todos se hiciese la guerra. Y acabado esto, los aliados y compañeros volvieron a sus casas para consultarlo con sus ciudades; y lo mismo hicieron los embajadores de los atenienses, después que tuvieron respuesta del Senado de aquello para que fueron enviados.
Este decreto del consejo de los lacedemonios, en que se determinó que las alianzas y confederaciones habían sido rotas, fue hecho y publicado el año catorce después de las treguas que se hicieron por treinta años, acabada la guerra de Eubea. Impulsó a los lacedemonios a hacer este decreto, no tanto el influjo de los aliados y compañeros, cuanto el temor de que los atenienses creciesen en fuerzas y poder, viendo que la mayor parte de Grecia estaba ya sujeta a ellos. Porque los atenienses acrecentaron su poder de la manera siguiente: