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VII

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Discurso y proposición de los corintios contra los atenienses en el Senado deloslacedemonios.

«La fe y lealtad que guardáis en público y en particular entre vosotros varones lacedemonios, es causa de que si nosotros alguna cosa decimos contra los otros, no nos creáis; y por la misma razón sucede que, siendo vosotros justos y modestos, y muy ajenos de haceros injuria unos a otros, usáis de imprudencia y poca cordura en los negocios de fuera, porque pensáis que todos son como vosotros: virtuosos y buenos16. Así pues habiendo nosotros muchas veces dicho y predicado que los atenienses nos venían a oprimir y hacer mal y daño, jamás nos habéis querido creer, antes pensabais que os lo decíamos por causa de las diferencias y enemistades particulares que con ellos teníamos, y por esto no habéis llamado, ni juntado vuestros aliados y compañeros antes de que recibiésemos la injuria y daño pasado, sino ya después que la recibimos y fuimos ultrajados. Por tanto, conviene que en presencia de vuestros mismos confederados usemos de tantas más razones cuantas más quejas tenemos de los atenienses que nos han injuriado y de vosotros que lo habéis disimulado y consentido sin hacer caso de ello.

»Y si no fuesen conocidos y manifiestos a todos, aquellos que hacen males e injurias a toda Grecia, sería necesario que lo mostrásemos y enseñásemos a los que no lo saben. Mas ahora, ¿a qué hablar más de esto? Veis a los unos perdida su libertad y puestos en servidumbre por los atenienses, y a los otros espiados, forjándoles asechanzas, mayormente a aquellos que son vuestros aliados y confederados, a los cuales mucho tiempo antes han procurado atraer para poderse servir y aprovechar de ellos en tiempo de guerra contra nosotros si por ventura se la hiciéramos. Ciertamente no con otro fin nos tienen ahora tomada a Corcira por fuerza, y cercada la ciudad de Potidea, pues Corcira proveía a los peloponesios de muchos navíos, y Potidea era lugar muy a propósito para conservar la provincia de Tracia. La culpa de todo esto sin duda la tenéis vosotros, porque al principio, cuando se acabó la guerra de los medos, les permitisteis reparar su ciudad, y después ensancharla y aumentarla de gente, y fortificarla con grandes murallas, y sucesivamente, desde aquel tiempo hasta el día presente, habéis sufrido que ellos hayan privado de su libertad y puesto en servidumbre, no solamente a sus aliados y confederados, pero también a los nuestros. Aunque podemos decir con verdad que esto vosotros lo habéis hecho, pues se entiende que hace el mal quien lo permite hacer a otro, si lo puede impedir y estorbar buenamente, con mayor motivo vosotros que os preciáis de ser defensores de la libertad de toda Grecia. Aun ahora, con gran pena, habéis querido juntarnos aquí en consejo, y ni aun queréis tener por ciertas las cosas que son a todos notorias y manifiestas, siendo más conveniente a vosotros pensar cómo nos vengaréis de las injurias y agravios que nos han hecho, que no considerar y poner en consulta si hemos sido injuriados o no. Si los atenienses no hacen el mal de una vez, sino poco a poco, es porque piensan que así no lo sentiréis, y lo podrán hacer impunemente por la tardanza y descuido que ven en vosotros. Por eso se nos atreven; pero mucho más se atreverán cuando vieren que lo sentís y no hacéis caso.

»Ahora bien, lacedemonios: vosotros solos de todos los griegos estáis quietos, y en ocio, y en reposo, no queriendo vengar la violencia con la fuerza sino con tardanza; ni resistir las violencias de vuestros enemigos cuando comienzan y son sencillas, sino cuando ya están firmes y dobladas. Y diciendo que estáis seguros, tenéis más fuertes las palabras que las obras. Esta costumbre no la tenéis ahora de nuevo, pues bien sabemos que los medos que venían del fin del mundo entraron en el Peloponeso, antes que vosotros les salierais al encuentro como vuestra honra y dignidad requerían. Ahora no hacéis caso de los atenienses que no están lejos de vosotros como los medos, sino vecinos y cercanos. Y tenéis por mejor resistirles cuando os vengan a acometer que acometerles primero; poniéndoos en peligro de pelear con aquellos cuando sean más fuertes y poderosos que eran antes; sabiendo de cierto que la victoria que alcanzamos contra aquellos bárbaros medos fue en gran parte por falta de ellos, a causa de su adversa fortuna, y asimismo que si los atenienses, en la guerra que tuvieron contra nosotros, fueron vencidos, antes fue por sus yerros que no por nuestra valentía. Y también os debéis acordar que muchos de los nuestros por confiar en vuestro favor y ayuda, fueron oprimidos y destruidos. No penséis que decimos esto por odio y enemistad que tengamos a los atenienses, sino antes por la queja que de vosotros tenemos; porque la queja es de amigos a amigos que no hacen su deber como amigos; y la acusación es de enemigos contra enemigos, cuando los han injuriado. Y ciertamente si algunos hay en el mundo que os puedan echar en cara no haberles ayudado ni defendido, y que con razón se puedan quejar de sus amigos y prójimos, nosotros somos: pues contendiendo sobre cosas de tanta importancia, ni parece que lo sentís, ni consideráis con qué gentes tengamos diferencias, es a saber, con los atenienses, que siempre fueron vuestros adversarios, amigos de novedades, muy agudos para inventar los medios de las cosas en su pensamiento, y más diligentes para ejecutar las ya pensadas y ponerlas en obra. Y en cuanto a lo que vosotros toca, estando contentos de conservar lo que tenéis de presente, no pensáis emprender cosa de nuevo. Y aun para poner en ejecución las cosas necesarias sois negligentes, por lo que ellos vienen a tener más osadía que sus fuerzas requieren; se exponen a más peligro que nadie puede pensar, y en las grandes y difíciles empresas tienen siempre buena esperanza.

»Mas vosotros tenéis menos corazón para emprender las cosas que fuerzas y poder para ejecutarlas. De aquí viene que en las empresas donde no hay peligro, desconfiáis de vuestros pareceres y ponéis dificultad, y pensáis que nunca habéis de salir de trabajos. Además ellos son diligentes contra vosotros; por el contrario, vosotros perezosos; ellos andan siempre peregrinando fuera de su tierra, vosotros os estáis sentados en vuestras casas: que peregrinando ganan, y adquieren con su ausencia; y vosotros si salís fuera de vuestra tierra, os parece que lo que dejáis en ella queda perdido. Ellos cuando han vencido a sus enemigos pasan adelante, y prosiguen la victoria, y cuando son vencidos no desmayan ni pierden un quilate de su corazón.

»En las cosas que tocan al bien de la república usan de sus propios pareceres y consejos, y aventuran sus cuerpos como si fuesen de los más extraños del mundo. Y si no salen con lo que emprendieron en su pensamiento, piensan que lo pierden de su propia hacienda. Todo lo que han adquirido por fuerzas de armas lo tienen en poco, en comparación de aquello que piensan adquirir. Si intentan alguna cosa, y no salen con ella como esperaban, procuran reparar la pérdida con otra nueva ganancia. Ellos solos porque son diligentes ponen en obra lo que determinan. Y entre trabajos y peligros afanan toda la vida, sin gozar mucho tiempo de lo que han ganado, con codicia de adquirir más. Tienen por fiesta el día en que hacen aquello que les cumple17, y por cierto que el descanso sin provecho es más dañoso a la persona, que el trabajo sin descanso. De manera que por abreviar razones, si alguno dijese que por su natural son de tal condición que ni reposan, ni dejan reposar a los otros, acertaría en lo que dijese. Teniendo una ciudad como esta por vuestra contraria y enemiga, decid, varones lacedemonios, ¿por qué tardáis pensando que tales hombres estarán ociosos y quedos? No faltándoles recursos, no dejarán de emprender cualquier negocio. Cuando son injuriados resisten a sus contrarios sin dar a nadie ventaja. Así también vosotros obraréis con justicia e igualdad, si no hiciereis mal o daño a otro, ni permitiereis que otros os lo hagan, lo cual apenas podréis alcanzar teniendo por vecina a otra ciudad tan poderosa como la vuestra. Queréis ahora, según arriba declaramos, ejercitar las costumbres antiguas contra los atenienses, siendo necesario tener respeto a las cosas recientes y modernas como se usa en cualquier arte. Porque así como a la ciudad que tiene quietud y seguridad, le conviene no mudar las leyes y costumbres antiguas, así también a la ciudad que es apremiada y maltratada de otras, le cumple inventar e imaginar cosas nuevas para defenderse; y esta es la causa por que los atenienses, a causa de la mucha experiencia que tienen, procuran siempre novedades.

»Por tanto, varones lacedemonios, dad fin a vuestra tardanza, y socorred a vuestros amigos y aliados, mayormente a los potidenses; entrad con toda brevedad en tierra de Atenas, no permitáis a vuestros amigos y parientes venir a manos de sus mortales enemigos, y que nosotros de pura desesperación vayamos a buscar otra amistad y compañía, dejando la vuestra, en lo cual no haremos cosa injusta ni contra los dioses, por quien juramos, ni contra los hombres que nos escuchan. Porque no quebrantan la fe y alianza aquellos que por ser desamparados de los suyos se pasan a otros, antes la quebrantan los que no socorren ni ayudan a sus amigos y confederados. Y si nos diereis esta ayuda y socorro que estáis obligados a dar, perseveraremos en la fe y lealtad que os debemos, pues si hiciésemos lo contrario, seríamos malos y perversos, y no podríamos hallar otros más favorables que vosotros. Consultad sobre todo esto, celebrad vuestro consejo, y haced de manera que no se pueda decir de vosotros que regís y gobernáis la tierra del Peloponeso con menos honra y reputación que vuestros padres y antepasados os la entregaron.»

De esta manera acabaron sus razonamientos los corintios.

Historia de la Guerra del Peloponeso

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