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VI
ОглавлениеQuerellas entre atenienses y corintios, por cuya causa se reunieron todos los peloponesios en Lacedemonia para tratar de la guerra contra los atenienses.
La guerra referida fue el primer fundamento y causa de la que después ocurrió entre los corintios y los atenienses, porque los atenienses habían promovido la guerra contra sus compañeros y aliados los corintios en favor de los corcirenses. Después sobrevinieron otras causas y diferencias entre los atenienses y peloponesios para hacerse guerra los unos a los otros, que fueron estas. Los atenienses, sospechando que los corintios tramaban cómo vengarse de ellos, fueron a la ciudad de Potidea que está asentada en el estrecho de Palene, que es una de las colonias o poblaciones de los mismos corintios, y por esto sujeta y tributaria a ellos: mandaron a los moradores que derrocasen su muralla que caía a la parte de Palene; además, que les diesen rehenes para estar más seguros, que echasen de la ciudad los gobernadores y ministros de justicia que los corintios les enviaban cada año y que en adelante no los admitiesen; lo cual hacían por temer, que siendo solicitados los potidenses de Pérdicas, hijo de Alejandro, rey de Macedonia, y también de los corintios, a su instancia se rebelasen contra ellos, y también rebelaran a sus compañeros y aliados que moraban en Tracia. Este acto de guerra hicieron los atenienses en Potidea después de la batalla naval de Corcira, porque los corintios claramente mostraban su enemistad a los atenienses, y también Pérdicas, aunque antes era su amigo y aliado, se convirtió en enemigo por haber hecho los atenienses amistad y alianza con Filipo su hermano, y con Derdas, que de consuno le hacían guerra. Por temor de esta alianza Pérdicas envió embajada a los lacedemonios, se confederó con ellos e hizo tanto que les indujo a que declarasen la guerra a los atenienses. Además se confederó con los corintios para atraer a su propósito a la ciudad de Potidea, y tuvo tratos e inteligencias con los calcídeos que habitaban en Tracia, y también con los botieos para que se rebelasen contra los atenienses, pensando que con la ayuda de estos (si podía ganar su amistad) fácilmente harían la guerra a los atenienses.
Sabiendo esto los de Atenas, y queriendo prevenir la rebelión de sus ciudadanos, enviaron a la tierra de estos treinta barcos con mil hombres de guerra y por capitán a Arquéstrato, hijo de Licomedes, con otros diez capitanes, sus compañeros, mandando a los capitanes de las naves que tomasen rehenes de los potidenses, les derrocasen la muralla, y pusiesen buena guarda en las ciudades comarcanas para que no se rebelasen. Los potidenses enviaron su mensaje a los atenienses para ver si les podían persuadir que no intentasen novedad alguna, y por otra parte enviaron a Lacedemonia juntamente con los corintios para tratar con ellos que les diesen socorro y ayuda si la necesitasen. Mas cuando vieron que no podían alcanzar cosa buena de lo que les convenía de los atenienses, antes en su presencia enviaron las treinta naves a Macedonia contra Pérdicas y contra ellos, confiados en la ayuda de los lacedemonios, los cuales prometieron que si los atenienses venían contra Potidea, ellos entrarían en tierra de Atenas, y viendo ocasión para ello se rebelaron juntamente con los calcídeos y botieos, y aliándose contra los atenienses.
También Pérdicas persuadió a los calcídeos que dejasen las ciudades marítimas y las derrocasen, porque no se podían defender, y que se viniesen a habitar la ciudad de Olinto que estaba más dentro de la tierra y fortificasen esta sola, y a los demás que dejaban sus tierras les dio la ciudad de Migdonia, que está cerca del lago de Bolbe, para que la habitaran mientras durase la guerra con los atenienses.
Cuando los que venían en las treinta naves de los atenienses llegaron a Tracia y entendieron que Potidea y las otras ciudades se habían levantado, pensando los capitanes que no serían bastantes las fuerzas y poder que tenían para hacer la guerra a Pérdicas y a las otras ciudades que se habían rebelado, se dirigieron a Macedonia, donde primeramente habían sido enviados, y allí se encontraron con Filipo y con su hermano Derdas, que descendían con su ejército de las montañas.
Entretanto los corintios, viendo rebelada la ciudad de Potidea, y que las naves de Atenas habían llegado a Macedonia, temiendo que les viniese algún mal a los de Potidea, que ya se habían declarado contra los atenienses, y sabiendo que ya el peligro era propio, enviaron para su defensa mil seiscientos hombres de a pie armados de todas armas, así de los suyos aventureros, como de los otros peloponesios afiliados por sueldo, y cuatrocientos armados a la ligera, y por capitán de ellos a Aristeo, hijo de Adimanto, al cual voluntariamente se le habían unido muchos guerreros de Corinto por amistad y porque era muy querido de los potidenses. Estos llegaron a Tracia setenta días después de la rebelión de la ciudad de Potidea. Entre estas cosas supieron los atenienses que aquellas ciudades se les habían rebelado, y al saber esto y la gente que había ido con Aristeo de los contrarios, enviaron también ellos dos mil hombres de a pie, y cuarenta barcos, y por capitán a Calias hijo de Calíades, con otros cuatro compañeros, los cuales al llegar a Macedonia hallaron que los mil suyos primeramente enviados habían ya tomado la ciudad de Terma, y tenían cercada a Pidna; y unidos a ellos mantuvieron el cerco, mas porque convenía ir a Potidea, sabiendo que ya Aristeo había llegado allí, viéronse obligados a hacer tratos y conciertos con Pérdicas, partieron de Macedonia y vinieron al puerto de Berea, e intentaron tomar la villa por mar, pero al ver que no podían salir con su empresa, volviéronse y caminaron por tierra derechos a Potidea, llevando consigo cerca de tres mil hombres de pelea más otros muchos de los aliados, y más de seiscientos de a caballo de los macedonios, que estaban con Filipo y Pausanias, y cerca de setenta barcos que iban costeando poco trecho delante de ellos. Al tercer día llegaron a la villa de Gigono, donde asentaron su campo.
Los potidenses y los peloponesios que estaban con Aristeo esperando la venida de los atenienses, salieron de la ciudad y pusieron su real junto a Olinto, que está sobre el estrecho, y fuera de la ciudad hacían su mercado; y todos de acuerdo eligieron por capitán de la gente de a pie a Aristeo, y de los de a caballo a Pérdicas, que cuando volvió a rebelarse contra los atenienses, se pasó a los potidenses enviándoles gente de socorro, y por capitán a Iolao en su lugar. Aristeo era de opinión de esperar con el ejército que tenía en el estrecho a los atenienses si le acometiesen, y que los calcídeos, con los otros compañeros de guerra y los doscientos caballos de Pérdicas, se estuviesen quedos en Olinto, para que cuando los atenienses viniesen contra ellos, salieran de lado y por la espalda en su socorro, y cogieran en medio a los enemigos. Mas Calias, caudillo de los atenienses, y los otros capitanes sus compañeros, enviaron a los macedonios de a caballo, y algunos de a pie de los aliados, a la vuelta de Olinto para estorbar que los que estaban dentro de la ciudad saliesen a socorrer a los suyos, y luego ellos levantaron su campo y vinieron derechos a Potidea. Cuando llegaron al estrecho y vieron que los contrarios se disponían para la batalla, también ordenaron sus haces y a poco se encontraron unos con otros y tramaron muy ruda batalla, en la cual Aristeo y los corintios que con él estaban en una ala con los otros guerreros desbarataron un escuadrón de los enemigos que con ellos peleaba, y lo siguieron bien lejos al alcance. Empero la otra ala de los potidenses y de los peloponesios fue vencida por los atenienses y puesta en huida y seguida hasta la muralla. Volvía Aristeo de perseguir a los enemigos, cuando vio lo restante de su ejército vencido, y dudó a cuál de las dos partes acudiría en aquel peligro, a socorrer a Olinto o a Potidea. Al fin le pareció buen consejo recoger la gente que consigo traía y meterse de pronto en Potidea, porque era el lugar más cercano para retirarse, y por una punta de la mar que hería en los muros de la ciudad, entre unas rocas que había por reparos se metieron con gran daño y peligro que recibían de las flechas y otros tiros de los contrarios, por lo cual algunos fueron muertos y heridos, aunque pocos, y los más entraron salvos.
Habían salido para venir a socorrer a Potidea los que estaban dentro de Olinto, porque como la ciudad estuviese asentada en alto, cerca de sesenta estadios apartada de Potidea, podíase ver bien a las claras desde ella el lugar de la batalla, y donde habían levantado las enseñas. Mas los caballos macedonios les salieron al encuentro para impedírselo. Cuando los de Olinto vieron que los atenienses habían alcanzado la victoria y levantado sus banderas, volvieron a meterse dentro de la ciudad, y los caballos macedonios se unieron a los atenienses.
Después de esta batalla los atenienses levantaron trofeo en señal de victoria, y entregaron a los potidenses sus muertos según derecho y costumbre. Fueron muertos de los potidenses y de sus compañeros y aliados, pocos menos de trescientos, y de los atenienses ciento cincuenta, y entre ellos Calias su capitán.
Pasado esto, los atenienses hicieron un fuerte en la ciudad de Potidea en la parte del estrecho, y pusieron en él guarnición, mas no se atrevieron a pasar a la otra parte de la ciudad, hacia Palene, que confina con la ciudad de Potidea, aunque esta no estaba cercada, ni fortalecida por aquella parte, porque no eran bastantes para mantener dos cercos y defender el estrecho, contra los que quisieran pasar de Palene, y temían que, si se repartían, les acometerían los de la ciudad por ambas partes. Sabido por los de Atenas que los suyos habían cercado a Potidea, empero que no habían fortalecido la parte de Palene, a los pocos días enviaron mil quinientos hombres armados de todas armas, y por capitán a Formión, hijo de Asopio, el cual partió de Afitis para venir hacia Palene por tierra, y fue poco a poco derecho a Potidea, robando y destruyendo por el camino los lugares. Como vio que ninguno le salía al encuentro para pelear, fortaleció a Palene, y así fue Potidea cercada por ambas partes y combatida fuertemente por mar y por tierra. Sitiada la ciudad y no viendo Aristeo ninguna esperanza de poderla salvar ni defender, si no le venía socorro del Peloponeso, o de otra parte, pareciole buen consejo, con algún buen viento que podrían esperar en este medio, enviar toda su armada, con toda la gente que estaba dentro, y dejar allí solos quinientos hombres de guardia, de los cuales él quería ser uno, para que les bastasen las provisiones que tenían dentro y pudiesen sostener el cerco más tiempo. Mas como no pudiese persuadir a los suyos, saliose una noche sin ser sentido de las guardias atenienses, para dar orden en lo que era menester y proveer todo lo de fuera, y así partió para los calcídeos, con cuya ayuda causó mucho daño en tierras de Atenas y entre otros males el de atacar la ciudad de Sermile, y poniendo una celada delante de ella matar muchos de los ciudadanos que salieron contra él. Trató además con los peloponesios que enviasen socorro a Potidea. Entretanto Formión, después que hubo fortalecido la ciudad de Potidea por todas partes con los mil y seiscientos hombres de guerra que tenía, recorrió la tierra de Calcídica y de Botiea y en ellas tomó muchos lugares.
Estas fueron las causas de las enemistades y guerras que ocurrieron entre los atenienses y peloponesios. Los corintios se quejaban de que los atenienses habían combatido la ciudad de Potidea, que era de su población, y maltratado a ellos y a los peloponesios que estaban dentro; y los atenienses de que los peloponesios habían hecho rebelar contra ellos a los potidenses que eran sus aliados y tributarios, y les habían dado socorro y ayuda contra ellos. No era todavía la guerra contra todos los peloponesios en general, pero ya se indicaba, y particularmente la hacían los corintios, los cuales, cuando estaba cercada la ciudad de Potidea, temiendo la pérdida de ella y de los suyos que estaban dentro, no cesaban de invitar a las otras ciudades sus compañeras y aliadas a que viniesen a Lacedemonia y se quejasen de los atenienses que habían roto la paz y alianza e injuriado a todos los confederados peloponesios. Los eginetas no osaban quejarse públicamente de los atenienses por el miedo que les tenían; empero secretamente excitaban la guerra contra ellos, diciendo que no podían gozar de su derecho, ni de su libertad como se les había prometido por el tratado de paz.
Los lacedemonios mandaron llamar a todos los confederados, y aliados y a cualquiera que fuese injuriado por los atenienses o tuviese alguna queja de ellos, y que dijeran sus causas y razones públicamente, según era costumbre. Y como cada cual de los confederados saliese con sus quejas y acusaciones, los megarenses también alegaron muchos agravios que habían recibido de los atenienses, y entre otros, que les vedaban los puertos y los mercados públicos en todo el señorío de Atenas, lo cual era contra el tratado de paz y alianza. Después de todos vinieron los corintios, porque de industria habían dejado a los otros que se quejasen primero y para encender más a los lacedemonios contra los atenienses hicieron el razonamiento siguiente: