Читать книгу Bucólicos griegos - Varios autores - Страница 10
1. Lengua y metro
ОглавлениеLos idilios I-XXVII emplean como forma métrica el hexámetro, que el autor adapta a sus propósitos sin miramientos. Así, en XXII 56 ss., introduce un diálogo en versos alternos, procedimiento común cuando se trata de caracterizar una conversación agitada en los yambos del teatro, pero desconocido en la épica; en XXVI 18 s., corta repentinamente la narración con un semi-diálogo simétrico, conforme a una técnica que se encuentra en nuestros romances de ciego; I y II recurren al estribillo para imitar el canto de un pastor y los conjuros mágicos de una enamorada despechada; varias veces el hexámetro termina en un refrán, que llena de resonancia popular al verso épico (IV 41, V 38, X 11, XI 75, XIV 43 y 70, XV 24, 26, 62 y 95, XVI 18 y 20, XXVI 38); X 42 ss. adapta las coplas de un canto de segadores. En cambio, en VIII 33 ss., el canto correlativo de Dafnis y Menalcas está compuesto, sin ningún motivo especial que lo justifique, en dísticos de hexámetro y pentámetro.
Teócrito ensayaba, sin duda, diversas posibilidades expresivas, y de hecho, las peculiaridades que hemos mencionado están en relación muy estrecha con el estilo del poeta, que muy difícilmente puede apreciarse en una traducción. Por eso, hemos procurado recoger expresamente en las notas los rasgos que nos han parecido más relevantes, como la utilización del «priamel» o la caracterización del paisaje, aparte de los ya indicados.
En cuanto a la versificación en sí, es bien sabido que, en términos generales, el hexámetro helenístico se diferencia del anterior por una normativa más rigurosa y por la tendencia a restringir los esquemas posibles de realización; si bien hay diferencias notables entre los poetas, y, por ejemplo, Arato mantiene una postura francamente tradicional, mientras que Calímaco y otros respetan escrupulosamente las restricciones modernistas. Los análisis que se han hecho de los hexámetros de Teócrito apuntan a que él versifica con relativa independencia, sobre todo en los idilios bucólicos y, en ciertos aspectos, también en los mimos, mientras que en los poemas de carácter épico se acerca más a las prácticas de Calímaco y su escuela.
Cuando deja el hexámetro en los idilios XXVIII-XXXI, la razón es obvia: imita a los poetas lesbios, y la lírica lesbia tiene una estructura métrica peculiar, con número fijo de sílabas y no admisión de substituciones basadas en la equiparación de una larga con dos breves. Teócrito adopta allí metros eólicos, el gran asclepiadeo y el verso de catorce sílabas de Safo y Alceo, poetas cuyo dialecto imita también. Nos encontramos, pues, en esos poemas, con una adaptación literaria que sólo en parte podemos apreciar, puesto que hemos perdido mucho de la producción literaria lesbia utilizada como modelo. Hay que tener en cuenta, además, las alteraciones que la transmisión haya podido introducir, especialmente importantes, sin duda, en la lengua. Consideremos brevemente este último aspecto.
Teócrito emplea, como acabamos de decir, el dialecto lesbio en XXVIII-XXXI, porque estos poemas se inspiran en Safo y Alceo. Parte de los demás idilios, escritos en hexámetros, utiliza el jonio propio de la épica, pero otros (los bucólicos y el XIV, XV, XVIII y XXVI) están redactados en dórico; un tercer grupo presenta en los manuscritos una mezcla muy variable de jonio y dórico (XIII, XVI, XVII, XXIV), aparte queda el problema de los poemas falsos que imitan el dórico teocríteo. Es razonable relacionar el dórico de los poemas auténticos con la patria del poeta, puesto que él procedía de Siracusa y en esa gran ciudad siciliana se hablaba una forma dialectal dórica, que tenía una sólida tradición literaria, pero otra variedad del mismo dialecto estaba vigente en Cos, isla que, como hemos ya visto, debió de representar mucho en la vida de Teócrito. Si se quiere juzgar la lengua del poeta, es preciso tener muy presente estas modalidades dialectales, de una parte; de otra, los efectos estilísticos que el autor busca para caracterizar a sus personajes y para evocar, en sus lectores, reminiscencias literarias apropiadas. Es muy comprensible que, en esas condiciones, el texto transmitido esté plagado de errores y de inconsistencias, que arrancan ya de época muy antigua y que sólo en parte puede corregir el filólogo de hoy.