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2. Datos que proporcionan los propios poemas

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Los acontecimientos históricos y los avatares políticos contemporáneos se reflejan a menudo en la obra de los poetas arcaicos y clásicos, que muchas veces se sienten inspirados por ellos. Los helenísticos, en cambio, rehúyen esos temas y hacen una poesía más calculada, que transforma los modelos antiguos con una sutileza consciente, pensada para un público culto, capaz de apreciar el arte y los conocimientos del autor. Mencionan a veces, desde luego, a sus amigos y a sus rivales, pero la abstracción que, generalmente, hacen de las vicisitudes de su época dificulta muy considerablemente la fijación de una cronología, tanto absoluta como relativa. Como todos los poetas, sin embargo, también ellos sentían la necesidad de alcanzar una posición que les permitiera dedicarse con desahogo a la literatura, y es, precisamente, la relación con los grandes señores capaces de desempeñar satisfactoriamente el mecenazgo lo que nos permite establecer algunas fechas seguras en las vidas de estos poetas.

Teócrito es un buen ejemplo de ello, porque toda la reconstrucción cronológica de su carrera se asienta en dos idilios dedicados a dos altos personajes: el XVI, donde se solicita el favor de Hierón de Siracusa, y el XVII, que es un elogio de Ptolemeo Filadelfo. Combinando lo que ellos nos enseñan con otros indicios contenidos en la obra del poeta siracusano, podemos intentar precisar algunas etapas de su biografía.

La esposa y hermana de Ptolemeo, mencionada en XVII 128 ss., sólo puede ser Arsínoe II, cuyo matrimonio con el monarca egipcio duró desde el 276, o unos meses antes, hasta el 270 a. C. El poema de Teócrito se sitúa, pues, entre estos dos límites; pero podemos precisar más estudiando su relación con el destinado a Hierón de Siracusa. Éste es una composición curiosa, que alaba al personaje no por las hazañas realizadas y los logros obtenidos, sino por las futuras proezas que habrá de conseguir, según vaticina el poeta, en lucha con los cartagineses. Teócrito combina estos elogios con quejas por el egoísmo de sus contemporáneos, que no saben apreciar la inmortalidad que otorga el poeta a quien celebra en sus versos. Es obvio que en aquella época estaba buscando un protector y que esperaba encontrarlo en Hierón, a quien, sin embargo, no da nunca el título de rey, en contraste con lo que hace en el encomio a Ptolemeo, donde sí subraya claramente la posición de éste como soberano egipcio. En conjunto estas circunstancias se explican bien suponiendo que el idilio XVI es anterior al XVII y que fue redactado muy poco después de haber sido elegido Hierón general en jefe el 275/274 a. C., cuando los griegos de Sicilia, desesperados tras la retirada de Pirro, buscaban la unión para hacer frente a la amenaza cartaginesa. El porvenir del caudillo prometía, sin duda, ser brillante, pero no se trataba de un rey, pues sabemos que Hierón tomó el título más tarde, casi con certeza el 269 a. C.

El idilio XVI es importante también desde otro punto de vista. Teócrito se presenta en él como un poeta experimentado, que sólo consiente en celebrar a quien lo solicita. ¿Implica esto que en aquellos días tenía ya gran fama y había compuesto una obra poética considerable? Creemos que no. En nuestra opinión, el idilio XVI es obra de un joven poeta que intenta atraer la atención del poderoso con un poema que lo halague. Nada mejor para ello que sugerir una comparación con el otro Hierón, el gran monarca de Siracusa en la primera mitad del s. v a. C., que había ontenido gloriosos triunfos militares, y, detalle especialmente atractivo, había sido generoso patrón de famosos poetas. Por esa razón, Teócrito se caracteriza a sí mismo como uno de los líricos de la época de aquel Hierón I, que iban a la corte de unos reyes y príncipes deseosos de acogerlos para ser inmortalizados en los poemas. Él sabía, desde luego, que el tiempo no pasa en vano y que un poeta helenístico no era ni podía ser un Simónides ni un Píndaro, así que mezcló en su poema las características del encomio con los rasgos específicos del canto mendicante popular. Esta combinación sugería ingeniosamente la comparación halagadora buscada, se atenía al gusto alejandrino por la mezcla de géneros y permitía al poeta mostrarse dueño de su arte y consciente de sus recursos en la siempre difícil situación de impetrar el favor de un gran hombre, al que elogia, sí, pero al que amenaza también de modo sutil, ya que si no accede a proteger al poeta, será olvidado y de nada le valdrá, después de muerto, la gloria que hubiera tenido en vida, según se desprende claramente del poema. Vale la pena notar que la amenaza, velada o no, es un ingrediente habitual de los cantos populares de pedigüeño.

Qué fue lo que el poeta obtuvo de Hierón con su poema, no lo sabemos; pero, en cualquier caso, Siracusa dejó de tener atractivos para él, porque el idilio XVII, como ya hemos indicado, nos lo presenta en relación con Egipto y con Ptolemeo Filadelfo. El tono del poema muestra que Teócrito había obtenido entonces el favor del monarca, y sugiere que se hallaba en Alejandría cuando lo escribió. Como hubo de ser compuesto antes de la muerte de la reina Arsínoe II, según hemos visto, ha de datarse, en consecuencia, entre esa fecha y la redacción del idilio XVI, esto es, entre el 270, lo más tarde, y el 274, lo más temprano, lo cual armoniza bien con la lista de posesiones que los versos 86 ss. atribuyen a Ptolemeo y con el detalle de que éste tuviera aún rubios sus cabellos (v. 103), pues en ese período el monarca estaba entre los treinta y los cuarenta años.

Dentro de los mismos límites cronológicos hay que situar también el idilio XV, el mimo dedicado a las siracusanas en la fiesta alejandrina de Adonis, puesto que también en él se menciona como reina a Arsínoe II (vv. 24, 110 s.).

Los otros poemas carecen casi totalmente de indicios que permitan atribuirles una fecha determinada. Todo hace suponer que Teócrito dejó su patria siciliana y se trasladó a Alejandría, pero no sabemos cuánto tiempo permaneció allí ni cuánto duró el mecenazgo de Ptolemeo Filadelfo. Podemos, en todo caso, asignar a esta época el idilio XIV, que contiene, al final, un breve elogio del soberano egipcio y una invitación a alistarse en su ejército. Como el poeta describe el carácter campechano del rey en términos llanos y familiares, es natural pensar que, si no estaba entonces en la corte, al menos sí contaba con la amigable confianza del monarca. La alusión al reclutamiento de tropas mercenarias, además, encaja bien en las circunstancias de la guerra siria de 274-271 a. C., con lo cual tendríamos una fecha de composición muy cercana a los idilios XV y XVII. En éstos se alude a la deificación de Berenice, madre de Arsínoe y Filadelfo, como un acontecimiento reciente, de forma que también el poema dedicado a Berenice, del cual conservamos un fragmento, puede pertenecer a esa misma época, si, como parece, se refiere a aquella misma reina. En otros poemas se ha creído encontrar también indicios de que Teócrito escribía para la corte ptolemaica. Así el idilio XXIV, Heracles niño , y, si fuera auténtico, el XXV, Heracles matador del león , habrían sido compuestos en tal ambiente, porque los Ptolemeos, como la casa real de Macedonia, remontaban su ascendencia al propio Heracles; Las Bacantes aludirían, en sus enigmáticos versos 27 ss., al asesinato de algún niño por parte del mismo Ptolemeo o de algún destacado personaje de su reino.

Pero más que discutir posibilidades basadas en conjeturas, interesa subrayar que, en todo lo que tenemos de Teócrito, hay muy poco que lo relacione con Sicilia o el Sur de Italia, y mucho que lo liga al Este. Aparte del poema dirigido a Hierón, sólo el idilio XI y el epigrama XVIII se refieren a la isla natal; los idilios IV y V están ambientados en el Sur de Italia, pero en el primero de ellos se menciona una compositora y un músico que pertenecen al mundo griego oriental y debían estar de moda en Alejandría. El tema de la canción de Dafnis y Dametas, en el idilio VI, es también el de Polifemo y Galatea, pero nada sugiere ya el paisaje siciliano, y el poema está dirigido a un amigo que el poeta conoció seguramente en el Este, Arato, de quien habla también en el idilio que expresamente se ambienta en Cos, el VII. En esta composición poética, muy bella y elaborada, habla en primera persona un joven poeta, Simíquidas, que con toda probabilidad representa al mismo Teócrito 11 ; por eso, cuando dice (vv. 91-93) «muchas cosas a mí también me enseñaron las Ninfas cuando apacentaba en los montes la vacada, hermosas melodías, que la fama ha llevado, seguro, hasta el trono de Zeus», sospechamos que está aludiendo al favor que ya le dispensaba Ptolemeo Filadelfo. Cabe, entonces, suponer que tras dejar Sicilia, Teócrito se trasladó a Cos; que trabó amistad allí con poetas y hombres de letras, y que en aquel ambiente compuso sus poemas bucólicos, los cuales llegaron a conocimiento del monarca egipcio, le gustaron y lo decidieron a invitar a su corte al joven poeta. La cronología quedaría entonces así: 275/4, idilio XVI, Teócrito está aún, probablemente, en Sicilia o en el sur de Italia y busca la protección de Hierón; entre el 274 y el 270 viaja, primero, a Cos, donde compone los poemas bucólicos, y va, luego, a Alejandría, donde escribe los idilios XV y XVII, en el primero de los cuales, las siracusanas, compatriotas del poeta, están significativamente asentadas en la capital egipcia.

Si esto fue realmente así o no, es imposible saberlo con certeza. Nada impide, por ejemplo, que todos o algunos de los poemas bucólicos hayan sido escritos en Alejandría, cuando el poeta, dentro de la gran ciudad, sentía la nostalgia del campo y del paisaje; es probable que Teócrito no permaneciera mucho tiempo en la urbe y volviese pronto a Cos, donde habría escrito, tras la aventura egipcia, la mayor parte de su producción literaria. En cualquier caso, parece seguro que su vida se movió en esos tres escenarios: Sicilia y, quizás, Sur de Italia, Cos y Alejandría. Es probable, desde luego, que viajara por otras partes y que alternara su estancia en la capital de Ptolemeo con desplazamientos a la isla amiga y a sus alrededores; eso no pueden decírnoslo sus poemas; pero sí indican, en cambio, como ya hemos dicho, una notable familiaridad del poeta con el mundo del Este desde muy pronto. Parece, incluso, que Teócrito estuvo en Cos estudiando medicina y botánica antes de escribir el idilio XVI y de pensar en obtener el mecenazgo de Hierón, no sólo porque así se explica bien su relación con el médico milesio Nicias, a quien dedica varios poemas, entre ellos el idilio XI, de ambiente siciliano, sino también porque en la obra teocrítea se observan curiosas reminiscencias del lenguaje técnico de la medicina 12 y unos sorprendentes conocimientos botánicos, que él utiliza constantemente para ambientar sus composiciones poéticas, pero con la singularidad de que las plantas y árboles que describe son los de Grecia, no los de Sicilia e Italia 13 .

El mundo griego del Este inspiró también los idilios que, con cierta probabilidad, podemos asignar a la madurez del poeta. Cuando Delfis presume, en el II, de haber adelantado en la carrera «al seductor Filino» (v. 115), debe de referirse a un conocido atleta de Cos, que obtuvo la victoria en la carrera olímpica del stádion en 264 y 260 a. C., según consta en la Crónica de Eusebio (1208 Schoene). El triunfo en una prueba de velocidad como ésa indica que el atleta se hallaba entonces en plena juventud, lo cual coincide con el epíteto que Teócrito le aplica, de forma que, aun cuando puede deducirse de Pausanias, VI 17, 2, que la carrera deportiva de este Filino fue larga, tiene cierto fundamento la opinión de que el idilio II debe fecharse en torno a aquellos años y situarse en Cos (nótese que el mismo Delfis es nativo de Mindo [vv. 29 y 96], ciudad situada en la costa caria frente a dicha isla). En XXX 13 dice el poeta que blanquean ya sus sienes, por lo que también para esta composición puede admitirse una fecha relativamente tardía. En ella Teócrito no utiliza el dorio ni trata temas del mundo pastoril o del mimo; emplea los metros y la lengua de Safo y Alceo, como en los dos idilios anteriores y en el siguiente, más lejos que nunca de la inspiración siciliana.

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