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III. TRANSMISIÓN E HISTORIA DEL TEXTO

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Una edición de los bucólicos griegos contiene textos muy diversos. No sólo colecciona poemas que pertenecen a distintos géneros literarios y reúne bajo los nombres de Teócrito, Bión y Mosco composiciones anónimas, sino que junto con los idilios recoge epigramas, piezas que imitan el contorno de alguna figura mediante la artificiosa disposición de los versos (los llamados technopaígnia o «Poemasfigura») y fragmentos de autenticidad más o menos segura que provienen de las citas de autores antiguos, como Ateneo y Estobeo. Este carácter heterogéneo de los bucólicos se refleja en la tradición de los textos. Existe, por una parte, una transmisión de conjunto; por otra, una transmisión de los epigramas atribuidos a Teócrito y a Mosco, encuadrada en la general de la Antología Griega; además, las mencionadas citas de autores antiguos tienen, claro está, su tradición específica. Aquí bosquejaremos sólo las grandes líneas de la transmisión textual del Corpus bucolicum , y más adelante, a propósito de los «Poemas-figura» y de los fragmentos, indicaremos algo de las otras.

Teócrito fue un autor leído y comentado con interés por griegos, romanos y bizantinos. Sus poemas atraían por sí mismos, por su calidad literaria y, sobre todo, por los temas campestres y pastoriles, que obtuvieron gran éxito y fueron muy imitados; pero también fueron examinados y manipulados por eruditos que discutían la curiosa mixtura dialectal que en ellos se encuentra. Prueba de ello son los muchos manuscritos que han llegado hasta nosotros con el texto de Teócrito. Sobrepasan ampliamente el centenar y medio, puesto que hay registrados unos ciento ochenta, datables entre los siglos XIII y XVI , muchos provistos de glosas y escolios, parte de los cuales se remonta a época greco-romana, como veremos.

La relación entre estos manuscritos es muy compleja, porque, con frecuencia, el posesor de uno copia de otros para completar y corregir el texto, de forma que muchos ejemplares tienen carácter mixto y ecléctico, lo cual dificulta considerablemente su clasificación. En conjunto, pues, la tradición de Teócrito, y también la del resto de los bucólicos, es lo que técnicamente se llama una transmisión abierta. En ella se advierte muy bien el esfuerzo por sanar y entender el texto de los eruditos bizantinos de la época de los Paleólogos, Planudes, Moscópulo y Triclinio, aunque sus notas y correcciones tienen escaso valor para nosotros.

Parte de las faltas que se hallan en los manuscritos proceden de las manipulaciones de gramáticos y filólogos medievales, muchas más son debidas a errores de los copistas, pero cuando todos ellos coinciden en una lectura francamente inaceptable, es eseñal de que esa equivocación se encontraba ya en el antepasado de toda la tradición manuscrita. Como tal circunstancia se da varias veces, hemos de admitir que la tradición se remonta a un solo manuscrito, al que el análisis filológico de nuestros códices permite atribuir carácter complejo, en el sentido de que contenía muchas variantes y estaba provisto de nutrido comentario para una parte de los poemas. Tenemos también indicios ciertos de que se hallaba escrito con mayúsculas, por lo cual debemos situarlo en la primera etapa bizantina, entre los siglos VI -IX d. C. Tenemos una idea bastante precisa de su contenido gracias al hallazgo de un importante códice de papiro, que puede fecharse en torno al 500 d. C., el llamado Papiro de Antínoe . En sus dieciséis hojas con tiene los idilios II, XIV, XV, XVIII, XXVI enteros y parte de I, V, X, XII, XIII, XVII, XXII, XXIV, XXVIII, XXIX, XXX y XXXI. El texto del papiro está relativamente cerca del que debía de figurar en el antepasado de la tradición medieval: presenta variantes de lectura, como, sin duda, ofrecía aquél, y está provisto también de comentario, aunque aquí se trata de notas de poco valor en comparación con los ricos y abundantes escolios preservados en los manuscritos. En general, demuestra que la transmisión del texto de Teócrito merece poca confianza, menos, probablemente, de la que se creía, pues no sólo confirma contra ella conjeturas aventuradas hacía tiempo, sino que ofrece también nuevas lecturas en pasajes donde no se habrían sospechado. Si se examina, en cambio, sus errores, se advierte que algunos son compartidos también por los manuscritos medievales, sin que esa coincidencia sea atribuible a un mero azar. Hay que admitir, por consiguiente, un nuevo arquetipo común, del que proceden tanto el Papiro de Antínoe como el antepasado de la tradición medieval. Dicho arquetipo ha de situarse ya en época romana. El estado del texto, entonces, puede vislumbrarse gracias al testimonio de varios fragmentos de papiro datables entre los siglos I -IV d. C. La mayor parte de ellos es del s. II d. C. y ha sido publicada en 1983, en el número 50 de los Oxyrhinchus Papyri . No ha podido ser tenida en cuenta, pues, por ningún editor. Sobresalen los nuevos fragmentos que vienen a añadirse al Papiro de Oxirrinco 2064, que contiene restos de muchos idilios, pero el conjunto sigue estando tan estropeado y continúa siendo tan reducido, que las conclusiones obtenibles no pueden compararse con las que permite el Papiro de Antínoe , mucho más extenso; y bien puede decirse que esto es aún más cierto en lo que concierne a otros restos papiráceos.

Todos estos fragmentos de papiro que han llegado hasta nosotros con algunas letras y palabras del texto de Teócrito y comentarios que lo aclaraban demuestran el interés que el poeta despertaba en época romana, patente por lo demás en la imitación de Virgilio; pero es difícil precisar cuál fue la historia del texto en estas primeras etapas, sobre todo en la época que media entre su composición y el siglo I a. C. No sabemos, por ejemplo, si Teócrito llegó a publicar él mismo sus poemas. Que eran conocidos y leídos tras su muerte, lo demuestra la influencia que ejercieron sobre Mosco y sobre Bión; pero como ellos y su autor son raramente mencionados hasta la época de Virgilio, cabe suponer que no existió una edición hasta entonces. Ésta fue la tesis de Wilamowitz 15 , quien atribuía al gramático Artemidoro, en el siglo I a. C., la primera edición del Corpus bucolicum , y a su hijo Teón el haber publicado por vez primera a Teócrito solo, acompañado de un comentario. No podemos entrar aquí en una discusión sobre este tema, muy debatido. Contentémonos, pues, con mencionar otras opiniones que atribuyen ya al mismo poeta la edición, al menos, de los poemas bucólicos. El grupo produce cierta impresión de homogeneidad y es fácil establecer algunas relaciones internas dentro de él. Por otra parte, se encuentra situado regularmente al comienzo del Corpus en la transmisión, lo cual indica que, efectivamente, se le reconocía cierta independencia. Cuál era el orden de poemas dentro del grupo y cuáles son auténticos y cuáles no, son cuestiones que distan de estar resueltas. G. Lawall 16 , por ejemplo, admite que el orden tradicional I-VII es el correcto, y supone que Teócrito compuso estos idilios en Cos y los editó luego como obra independiente. La pieza que cerraba este conjunto, La fiesta de la cosecha , sería, en realidad, una composición alegórica, justificadora de todo el grupo, cuyos poemas, de ambiente rústico y lengua dórica, habrían cimentado la fama del poeta. Hipótesis interesante, pero también muy discutible, sobre todo porque se basa en una ordenación de los poemas que tiene muy poca autoridad en la transmisión del texto.

Últimamente, J. Irigoin 17 ha defendido una tesis en parte parecida. Del análisis del número de versos de cada uno de los idilios bucólicos concluye que hay entre ellos una armonía numérica consciente, que demuestra la fidelidad de la transmisión tanto en el número de versos como en el de poemas; no tendrían, pues, razón los críticos modernos partidarios de modificar el número de versos de una forma u otra y de considerar falsos los idilios VIII y IX. Para Irigoin, en efecto, la colección bucólica de Teócrito comprende los poemas I y III-XI. Confiesa que es muy difícil determinar el orden en que el autor los concibió y publicó, pero, en cualquier caso, piensa, el III debía ser el prefacio, el IX el epílogo.

Combinaciones numéricas internas más o menos semejantes habían sido defendidas antes para Virgilio. Como ha ocurrido con ellas, también en el caso de Teócrito serán discutidas desde varios puntos de vista. Puesto que se han realizado ya algunos trabajos que las aceptan plenamente, nos limitaremos a decir que, aun cuando fueran correctas, no demostrarían la integridad del texto transmitido ni la autenticidad de los idilios dudosos. Cabría siempre, en efecto, suponer que no son obra de Teócrito mismo sino manipulaciones de un editor posterior, quien, falto de una tradición segura, habría buscado un criterio numérico, que le habría llevado a alterar el texto teocríteo y a aumentar el número de poemas, con el fin de adaptar el conjunto a su propia teoría.

Terminemos ya, sin embargo, con estas cuestiones indicando algo sobre manuscritos y papiros.

En el análisis de la transmisión manuscrita de los bucólicos se distinguen dos grupos. Los idilios I-XVIII, por una parte, y los demás, por otra. Dentro del primer grupo, pese a las contaminaciones constantes entre sus componentes, se distinguen tres familias:

1) La Ambrosiana , representada sólo por un manuscrito primario, K (= Ambrosianus 886).

2) La Laurentiana , así llamada porque entre sus representantes destaca por la calidad de sus escolios el manuscrito P (= Laurentianus XXXII 37).

3) La Vaticana , de la cual forman parte, entre otros, U (= Vaticanus Graecus 1825) E (= Vaticanus Graecus 42) y A (= Ambrosianus 390). Es una familia mixta, que procede de las otras dos.

Los poemas de este primer grupo tienen abundantes escolios y se hallan en muchos manuscritos, con excepción del XVIII, que no está en K. Los del segundo, en cambio, no tienen comentarios o los tienen reducidos, y se encuentran sólo en unos pocos códices (XXIX está, en este sentido, mejor representado que los otros); la contaminación se aprecia claramente sólo en el texto de los epigramas, donde ha influido la transmisión de la Antología Griega . XIX-XXIII y XXV se hallan en manuscritos que para el primer grupo forman parte de la familia Laurentiana; para los demás, los epigramas y los «Poemas-figura» el mejor manuscrito es D (= Parisinus Graecus 2726). Dos de las primeras ediciones impresas, la de Florencia en casa de P. Giunta, 1516, y la romana de Z. Gallierges, tienen importancia en el establecimiento del texto del Corpus , pues pudieron utilizar de forma indirecta un importante manuscrito después perdido, el llamado Codex Patavinus , que debía estar próximo a K, el más fiel representante de nuestra tradición medieval. La pérdida de ese manuscrito, cuya existencia ha sido discutida sin razón, nos ha privado, según todos los indicios, de un muy valioso ejemplar.

Los fragmentos de papiro y pergamino que contienen restos del texto de Teócrito van desde el s. I al VI /VII d. C. Como se ha dicho ya, su número se ha acrecentado recientemente de forma considerable, de tal modo que hoy disponemos de casi el doble de los testimonios utilizados por Gow (diez frente a dieciocho) y se han añadido nuevos fragmentos a los ya conocidos por él, aunque ninguno pueda compararse en importancia al famoso Papiro de Antínoe . La lista de los nuevos hallazgos puede verse en The Oxyrhynchus Papyri 50, 1983, pág. 100 (debe añadirse Forsch. u. Ber. d. Staatl. Mus. zu Berlin , 1968, pág. 126).

Las bibliotecas españolas guardan algunos manuscritos bucólicos, el más interesante de los cuales es el Salmantinus 295, porque contiene enmiendas del humanista Núñez de Guzmán, las cuales, según propuso A. Tovar, podrían estar basadas directa o indirectamente en el famoso Patavinus (véanse sus artículos en Emerita 13 [1945], 41-48, y Anales de Filología Clásica de la Universidad de Buenos Aires 4 [1949], 15-89). M. S. Ruipérez («El manuscrito de Teócrito del códice griego núm. 230 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca», Emerita 18 [1950], 70-88) y P. Pericay («El manuscrito barcelonés de Teócrito», Emerita 23 [1955], 165-181) han estudiado otros códices de valor secundario. Las conjeturas al texto teocríteo de un importante humanista español a finales del siglo XVII han sido editadas y comentadas por L. Gil en su artículo «Las Notae in Theocritum de Manuel Martí. Edición y estudio preliminar», Cuadernos de Filología Clásica 11 (1976), 19-52.

En cuanto al orden tradicional de los poemas, para I-XVIII es el de la Editio princeps , publicada en Milán hacia 1480; para XIX-XXIX, el de la edición de Stephanus de 1566. Debe considerarse como una convención, basada para el primer grupo en la circunstancia de que el editor de la princeps utilizara un manuscrito de la familia Vaticana , única en que se encuentra dicho orden, contradicho tanto por las otras dos como por los papiros.

La difícil cuestión de la autenticidad de los poemas se menciona, cuando ha lugar, en nota aparte para cada uno de ellos; para Mosco y Bión se discute brevemente en sus introducciones respectivas. En varios casos hemos de contentarnos con un prudente non liquet , como veremos.

Para nuestra traducción hemos tomado como base el texto de las ediciones de Gow, que hemos traducido íntegro, con la única excepción de los epigramas, puesto que éstos han sido admirablemente vertidos a nuestra lengua por M. Fernández-Galiano en el número siete de esta misma Biblioteca Clásica Gredos, págs. 197-206. Los casos en que nos hemos apartado de Gow y que suponen cambio claro de sentido son los siguientes:




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