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IV. BIBLIOGRAFÍA
ОглавлениеLa edición más autorizada de Teócrito sigue siendo la de A. S. F. Gow, Theocritus , vols. I-II, Cambridge, 1950 (la 2.a ed. revisada es de 1952), acompañada de traducción y comentario. Los Bucolici Graeci , Oxford, 1952, del mismo autor, incluyen también los «poemas-figura» y las piezas atribuidas a Mosco y a Bión. En el tomo I de la edición de Cambridge se da cumplida noticia de las ediciones anteriores, entre las que hay que destacar la de Ahrens, la de Wilamowitz, la de Legrand y la de Gallavotti, cuyo aparato crítico hay que tener siempre presente. En el tomo II (págs. 563 y sigs.) se recoge una bibliografía excelente hasta finales de los años cuarenta, que puede completarse de modo muy imperfecto con la que figura en las ediciones más recientes de J. Alsina, I-II (Fundació Bernat Metge), Barcelona, 1961-1963, acompañada de una cuidada traducción al catalán; F. P. Fritz (Tusculum), Tubinga, 1970, con versión alemana; y H. Beckby (Beiträge zur klassischen Philologie, 49), Meissenheim am Glan, 1975, que abarca todo el Corpus bucolicum , también con traducción alemana y un sucinto comentario. Como es natural, las selecciones comentadas de los idilios, debidas a P. Monteil (Érasme, Collection de textes grecs commentés, 13), París, 1968, y a K. J. Dover, Londres, 1971, tienen una bibliografía muy restringida. Para obtener más información, puede consultarse el artículo de J. Alsina, «Notas bibliográficas sobre Teócrito», Convivium 13-14 (1962), 179-190, y el trabajo de N. A. Rubcova dedicado a reseñar las publicaciones sobre Teócrito aparecidas entre 1960 y mediados de los setenta, desgraciadamente poco accesible, «Bibliografía reciente sobre Teócrito», publicado en ruso en la revista Vestnik Drevnej Istorii 143 (1978), 168-176.
Sobre la historia del texto, el único libro dedicado íntegramente a la cuestión es el de U. von Wilamowitz-Moellendorf, Die Textgeschichte der griechischen Bukoliker (Philologische Untersuchungen, 18), Berlín, 1906, que ha tenido gran influencia y merece siempre un estudio atento, si bien las conclusiones en él defendidas deben modificarse de acuerdo con el testimonio de los papiros publicados posteriormente; sobre esto, aparte de la información que dan en sus ediciones Gallavotti y Gow, conviene tener presentes las observaciones de P. Maas, Gnomon 6 (1930), 561-564 (= Kleine Schriften , págs. 93-96), y K. Latte, Nachricht. d. Akad. d. Wissenschaften zu Göttingen (Phil.-hist. Kl.), 1949, págs. 225-232 (= Kleine Schriften , págs. 526-534). Para la transmisión de los escolios continúa siendo esencial C. Wendel, Ueberlieferung und Entstehung der Theokrit-Scholien (Abhandl. d. Gött. Gesellsch. d. Wissenschaften, 17.2), Berlín, 1920. El mismo Wendel es también autor de la mejor edición de los escolios, Scholia in Theocritum vetera (Bibliotheca Teubneriana), Leipzig, 1914.
La cuestión de la autenticidad y de la cronología de los idilios ha sido estudiada recientemente en dos tesis doctorales, por G. F. Fabiano, Gli idilli spuri o dubbi del «Corpus» teocriteo , Génova, 1969, y R. Martínez Fernández, Los apócrifos de Teócrito en el «Corpus bucolicorum» , cuyo extracto fue publicado en Madrid en 1975. El mismo problema ha sido abordado desde el ángulo de la métrica por V. di Benedetto para los poemas dóricos en Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa 25 (1956), 48-60; véase también, a este respecto, M. L. West, «A Note on Theocritus’ Aeolic Poems», Class. Quarterly 17 (1967), 82-84. Las «Aportaciones al estudio del hexámetro de Teócrito», Habis 7 (1976), 21-56, y 8 (1977), 57-75, de M. Brioso Sánchez, están dedicadas a un examen de la estructura rítmica del hexámetro en los idilios cuya paternidad teocrítea es segura. Bajo la dirección del prof. S. Ruipérez, en fin, se ha comenzado en la Universidad Complutense una tesis doctoral sobre la estructura del hexámetro en el Corpus teocríteo que promete interesantes resultados.
Un aspecto importante de la difícil cuestión de la lengua de Teócrito ha sido abordado por M.a T. Molinos Tejada, en Cuadernos de Filología Clásica 6 (1974), 267-281, donde se llama la atención sobre el carácter mixto que tenía el dialecto de Siracusa en época del poeta, y se recoge la bibliografía pertinente.
Puede obtenerse información sobre las opiniones actuales a propósito de la poesía alejandrina, en la ponencia de M. Brioso Sánchez, en Actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos , Madrid, 1983, págs. 127-146. Sobre la bucólica en particular, puede verse M. García Teijeiro, «Notas sobre poesía bucólica griega», Cuadernos de Filología Clásica 4 (1972), 403-425.
No cabe entrar aquí en una bibliografía específica para cada uno de los idilios, ni siquiera limitada a los últimos años. Cuando ha parecido conveniente, se cita en las notas que acompañan a nuestra traducción. Por ahora nos contentaremos con señalar las tres ediciones últimamente consagradas a uno en particular: la de H. White para el XXIV, Amsterdam, 1979; la de G. Chryssafis para el XXV, Amsterdam-Uithoorn, 1981; y la de S. Hatzikosta para el VII, Amsterdam, 1982. Allí se encontrará bibliografía abundante y reciente, sobre todo la de Giangrande y sus discípulos, que desde hace varios años trabajan sobre Teócrito y literatura helenística. De G. Giangrande se han publicado ya dos volúmenes de Scripta Minora Alexandrina , Amsterdam, 1980 y 1981. Véase también H. White, Studies in Theocritus and other Hellenistic Poets , Amsterdam-Uithoorn, 1979, y Essays in Hellenistic Poetry , Amsterdam-Uithoorn, 1980. Siguen una línea distinta los Problemi di poessia alessandrina , I: Studi su Teocrito , Roma, 1971, de G. Serrao. Las tesis de Lawall y de Irigoin sobre la formación del grupo bucólico han sido ya señaladas en el apartado dedicado a la transmisión e historia del texto. Entre los estudios recientes sobre la obra del poeta siracusano mencionaremos los cuatro siguientes: A. Köhnken, Apollonios Rhodios und Theokrit (Hypomnemata, 12), Gotinga, 1965; K. Lembach, Die Pflanzen bei Theokrit , Heidelberg, 1970; Axel E.-A. Hortsmann, Ironie und Humor bei Theokrit (Beiträge zur klassischen Philologie; 67), Meissenheim am Glan, 1976, y Fr. T. Griffiths, Theocritus at Court (Mnemosyne; Supl. 55), Leiden, 1979.
Como otros poetas, Teócrito inspiraba algunas de sus descripciones en el arte de su época, y, a la inversa, el paisaje y los motivos bucólicos influyeron, a su vez, en las artes figurativas. Sobre esta cuestión contamos con dos recientes trabajos de conjunto: N. Nicosia, Teocrito e l’ arte figurata , Palermo, 1968, y N. Himmelmann, Ueber Hirten-Genre in der antike Kunst (Abh. Rhein.-Westf. Akad. Wiss., 65), Opladen, 1980.
La influencia de Teócrito y los otros bucólicos griegos sobre la literatura posterior, bien directamente, bien a través de Virgilio, ha sido inmensa. Limitándonos a los estudios de conjunto más recientes, mencionaremos: Th. G. Rosenmeyer, The Green Cabinet. Theocritus and the European Pastoral Lyric , Berkeley, 1969, y Europäische Bukolic und Georgik , Darmstadt, 1976, selección de artículos de diversos autores sobre el tema, con una amplia bibliografía ordenada por países; D. M. Halperin, Before Pastoral. Theocritus and the Ancient Tradition of Bucolic Poetry , New Haven-Londres, 1983.
En España se ha estudiado bien tanto la llamada novela pastoril, como la elaboración literaria de temas bucólicos, tales como el de Polifemo y Galatea o el del beatus ille en nuestro Siglo de Oro. Sería interesante, sin embargo, saber hasta qué punto influyeron en las letras hispánicas los bucólicos griegos. El único trabajo de conjunto sobre este tema que hemos visto es el de B. Hompanera, «Bucólicos griegos, sus traductores e imitadores en España», Ciudad de Dios 62 (1903), 200-208 y 629-640; 63 (1904), 114-122 y 191-196, que no es resultado de una investigación detallada y directa, aunque se lee con gusto y representa bien las opiniones extendidas entre nosotros a comienzos de siglo. Hay también algún estudio sobre la influencia de un determinado tema de los bucólicos griegos en nuestra literatura. Véase A. González Palencia, «El Amor ladronzuelo de miel», Boletín de la Real Academia Española 29 (1949), 189-228 y 375-411, y el trabajo del mismo autor y de E. Mele sobre El Amor fugitivo citado en la Introducción a Mosco.
Desde luego, si Virgilio ocupa el primer lugar en la formación de la tradición pastoril europea, tal posición de privilegio del gran poeta latino debe ser aún más cierta en España que en otros países, porque hasta finales del siglo XVII no parece haberse publicado aquí una traducción relativamente completa de los bucólicos, que hubiera servido para difundir los idilios entre quienes no eran capaces de leerlos en griego. Así, el interés que Teócrito despertó entre nuestros humanistas del primer Renacimiento (y que ese interés existió lo demuestran los manuscritos teocríteos y las ediciones del poeta hechas en Italia que se encuentran en las bibliotecas españolas, a menudo con numerosas anotaciones) no caló, probablemente, en la cultura y en la literatura de los siglos XVI y XVII , cuyos modelos clásicos son casi exclusivamente romanos. Nunca llegó a publicarse, por desgracia, la traducción del infatigable Vicente Mariner en versos latinos de todo el Corpus bucolicum , incluyendo una versión en prosa de los argumentos, prolegómenos y escolios de la edición de Callierges. El manuscrito marineriano, fechado en el verano de 1625 y descrito por M. Pelayo en la Biblioteca de Traductores Españoles , III, continúa inédito, como tantos otros del mismo autor, en los anaqueles de la Biblioteca Nacional. Ya nos hemos referido a las notas al texto teocríteo que M. Martí compuso a finales del siglo XVII y que tampoco consiguió publicar. Sólo tenemos noticia de una versión española de Teócrito publicada en esa centuria, y ésta limitada a un solo idilio. Es la de Esteban Manuel de Villegas, nuestro clásico traductor e imitador de Anacreonte: en la segunda parte de sus Eróticas , Nájera, 1617, incluyó una traducción al español, muy libre, del idilio VI.
En el siglo XVIII el neoclasicismo y la ilustración pusieron de moda el poema pastoril y se interesaron por el griego. Quienes se preocupan por la enseñanza de esta lengua clásica en España nombran a Teócrito entre los autores de lectura recomendable. Tal hacen el P. Idiáquez en un apéndice sobre el método de Pluche para enseñar y aprender latín y griego (Villagarcía, 1758), y Fray Bernardo de Zamora en la introducción a su Gramática griega filosófica , Madrid, 1771, según puede verse en C. Hernando, Helenismo e Ilustración. (El griego en el siglo XVIII español) , Madrid, 1978, págs. 99 y 123. No faltan tampoco algunas traducciones. En carta a Jovellanos del 18 de octubre de 1777, habla Meléndez Valdés de que está pasando a limpio las traducciones de dos idilios de Teócrito. No publicó en vida ninguna de ellas, pero Cueto halló una, la del idilio XX, titulada El vaquero , que comienza «Queriendo yo besarla dulcemente...», y la publicó en su edición de Meléndez en el tomo LXIII de la B.A.E., Madrid, 1871, pág. 131 (en la pág. 77 está la mencionada carta del poeta a Jovellanos). Es una versión en elegantes hendecasílabos, muy del estilo de Meléndez, que en aquellos años salmantinos se interesaba por la delicadeza y buen gusto que descubría en la obra de los bucólicos griegos. Su influyente amigo Jovellanos compartía esta afición y enviaba al poeta traducciones de terceros para que las juzgara. Tal se desprende de una carta que Meléndez le remite con fecha 24 de agosto de 1776 (publicada en págs. 74 y sig. del mismo tomo de la B.A.E.), en la cual se habla de una versión que don Cándido María Trigueros había hecho de la lamentación de Adonis. Es seguro que otros muchos ensayos semejantes se han perdido o están olvidados en archivos y bibliotecas. El mismo resultado tuvieron también más altas empresas. Consta, por ejemplo, que los jesuitas españoles expulsos desarrollaron una notable labor en Italia dentro del dominio de los estudios clásicos a finales del siglo XVIII , y que algunos de ellos se ocuparon de Teócrito. Baste aquí con citar a Esteban de Arteaga, que tradujo al latín los idilios, y a Joaquín Pla, quien preparó una edición y traducción del poeta de Siracusa que había de publicarse en Roma. Véase M. Batllori, La cultura hispano-italiana de los jesuítas expulsos , Madrid, 1966, págs. 145 y sig., 392, 404 y sig.
La primera versión relativamente completa editada entre nosotros de los bucólicos griegos fue la de otro amigo de Meléndez, el erudito José Antonio Conde (Madrid, 1796). Faltan en ella los idilios XIV-XVII, XXII, XXIV, XXV, algunos fragmentos de Bión, los «poemas-figura» y la composición A la muerte de Adonis; pero la traducción, en versos blancos, es bastante fiel al original, cualidad más bien rara en el proceder de la época. Sin duda prestó un servicio a nuestra cultura clásica, pues fue la única existente en nuestra lengua hasta que, casi un siglo después, publicó la suya el mejicano don Ignacio Montes de Oca y Obregón, obispo de Linares y, luego, de San Luis de Potosí, más conocido por su pseudónimo literario de Ipandro Acaico. Su trabajo, editado primero en Méjico, 1878, y luego en Madrid, 1880, como tomo XXIX de la Biblioteca Clásica, con prólogo de M. Pelayo, se atiene mucho menos que el de Conde al tenor literal, pero se lee, ciertamente, con más gusto. La versión, efectivamente, está hecha con soltura y versificación fácil. Es, además, más completa, pues prescinde sólo de los idilios X, XXVIII y XXIX. Verdad es, sin embargo, que el autor, movido por los mismos criterios morales que le llevaron a prescindir de esos poemas, modifica profundamente el texto cuando lo cree necesario, y hace, por ejemplo, a Hilas hijo de Heracles. Por las mismas razones se abstuvo de incluir la traducción del que hoy es idilio XXX, que llegó a conocer.
La traducción de Montes de Oca, reimpresa total y parcialmente muchas veces, continúa siendo la más difundida en lengua española. Esa relativa popularidad se explica bien tanto por los méritos de su estilo como por la falta de competidores, puesto que las versiones publicadas con posterioridad no merecen desplazarla, pues o bien son traducciones serviles del francés o bien son muy incompletas. Al primer grupo pertenecen dos versiones en prosa. La de Germán Gómez de la Mata, editada en dos volúmenes de la Editorial Prometeo de Valencia, hacia 1920 (ninguno de ambos volúmenes lleva fecha; uno contiene las obras de Hesíodo, Bión y Mosco junto con los himnos órficos, y el otro incluye los idilios y epigramas de Teócrito, además de los poemas de Tirteo y las Anacreónticas) , que es, según confesión propia, traducción de la versión francesa de Leconte de Lisie, y la de J. B. Bergua, que, aunque en ninguna parte lo diga, lo es de la versión de Legrand, por cierto que con tremendos errores en la interpretación del original francés (esta traducción de Bergua se encuentra en el volumen La Grecia Clásica , Madrid, 1969, donde dicho autor, además de los bucólicos griegos, incluye a Hesíodo y otros poetas helenos, cuya traducción realiza valiéndose siempre de los mismos métodos). Fuera de éstas, no hay más que una versión, también en prosa, de A. González Lasso, publicada en Madrid, 1963, por la Editorial Aguilar. Se trata de una traducción con pocas pretensiones, decididamente literal, limitada a los idilios de Teócrito considerados como de autenticidad segura en la edición francesa de Legrand, esto es I-VII, X-XVIII, XXII, XXIV, XXVIII, XXIX, XXX. A los mismos idilios y al fragmento de Berenice se limita, igualmente, la versión catalana que acompaña al texto griego en la edición ya mencionada de J. Alsina, si bien en ésta la introducción y las notas son más valiosas y la prosa es mucho más cuidada. La versión de González Lasso es, desde luego, la única disponible en castellano, para los idilios que incluye, hecha directamente sobre un texto griego depurado por la crítica moderna.
Para terminar este bosquejo de traductores españoles de Teócrito, no queda sino señalar varias versiones de idilios sueltos, casi siempre en verso, realizadas en el siglo pasado y en el actual.
Don Jenaro Alenda publicó en la Revista de instrucción Pública , 21 de agosto de 1858, una traducción de Las Siracusanas muy alogiada por Menéndez Pelayo, quien reprodujo el canto a Adonis con que concluye el poema en su Biblioteca de traductores españoles , I, págs. 70 y sig. El mismo don Marcelino tradujo dos idilios, el II y el XXVII, en su juventud: llevan, respectivamente, las fechas de 30 de agosto de 1875 y año de 1879; pueden leerse en los tomos I, págs. 53-59, y II, págs. 115-123, de sus Poesías . No hemos visto, en cambio, las traducciones de los poetas mejicanos del pasado siglo, Luis Gonzaga Ortiz y José Joaquín Pesado. En sus Poetas Bucólicos Griegos menciona I. Montes de Oca una versión del idilio X del primero y otra del XI debida al segundo (págs. 354 y 356 de la edición de la Biblioteca Clásica). Considera ambas provistas de notable mérito literario, pero muy apartadas del original griego. De El Cíclope tenemos ahora una interesante versión en prosa rítmica del prof. M. Fernández-Galiano, contenida en su artículo «Sobre un ensayo de versión rítmica de los bucólicos», Helmantica 26 (1975), 161-175 (171-173 para dicha traducción); tanto las muestras que en este artículo ofrece, como los resultados que esos principios rítmicos han dado en su versión de los epigramas helenísticos, invitan a esperar con el mayor interés la publicación de su traducción de todos los bucólicos griegos y latinos 18 .
Existen también varias versiones catalanas de idilios sueltos, entre cuyos autores se cuentan notables personalidades de la vida cultural de aquella región española, como M. Verdaguer y Callís, traductor del XI y del XXI, y A. Masriera, traductor del XV. Hay, además, una versión gallega del II, publicada por A. Iglesia Alvariño en la revista Euphrosyne 3 (1961), 569-574.
1 U. VON WILAMOWITZ -MOELLENDORF , Textgeschichte der griechischen Bukoliker , Berlín, 1906, pág. 151.
2 Símico es conjetura de Ahrens, basada en que el autor de esta noticia entiende que Simíquidas en el texto teocríteo significa «hijo de Símico».
3 Simíquidas estaría formado sobre simós «chato».
4 Conjetura de Ahrens.
5 Probablemente Homero, como quiere WILAMOWITZ , Textgeschichte ..., págs. 125 y sig., puesto que el epigrama resalta la originalidad de la poesía bucólica; no el sofista Teócrito de Quíos, como suele suponerse.
6 Cf. supra , n. 3, y téngase en cuenta que el enamorado del idil. III es también chato (v. 8).
7 Cf. el argumento del idil. XVII, donde se reprocha a Munacio haber situado a Teócrito en época de Ptolemeo Filopátor.
8 Vid. WILAMOWITZ , Textgeschichte ..., pág. 168 y n. 1.
9 Vid. FR . T. GRIFFITHS , Theocritus at Court , Leiden, 1979, pág. 12, nota 13.
10 Vid. C. WENDEL , Ueberlieferung und Entstehung der Theokrit-Scholien , Berlín, 1920, pág. 106.
11 Cf. el juego de palabras del v. 12 de La Siringa .
12 Vid. A. S. I. Gow, Theocritus , vol. I, Cambridge, 1950, pág. 19, nota 3.
13 Corresponde a Miss A. Lindsell el mérito de haber llamado la atención sobre esta peculiaridad en su artículo «Was Theocritus a botanist?», Greece and Rome 6 (1937), 79-83. El Corpus teocríteo menciona ciento siete nombres diferentes de plantas o árboles, de los cuales sólo siete aparecen únicamente en idilios de sospechosa autenticidad o decididamente apócrifos. Este número es muy superior, por ejemplo, al que se encuentra en los poemas homéricos o en todos los trágicos juntos, vid. K. LEMBACH , Die Pflanzen bei Theokrit , Heidelberg, 1970, págs. 11 y sigs.
14 Fr . 465 PFEIFFER ( = Epítome de Ateneo III 72a). El pasaje no permite saber la intención de estas palabras de Calímaco, que pueden referirse al incómodo manejo de un largo rollo de papiro.
15 Textgeschichte ..., págs. 106 y sigs. Vid., también, la introducción a su edición de los bucólicos griegos.
16 Theocritus’ Coan Pastorals , Cambridge, Mass., 1967.
17 «Les boucoliques de Théocrite. La composition du recueil», Quaderni Urbinati 19 (1975), 27-44.
18 Esa traducción ha sido ya publicada con el título de Títiro y Melibeo. La poesía pastoril greco-latina (Cuadernos de la Fundación Pastor, 32), Madrid, 1984. Comprende versiones de los idilios I-XII, XIV, XV, XIX, XX, XXIII, y XXVII; Mosco, I, III, frs . 1-3; Bión, 1, II, frs . 2, 9, 14 y 16; Papiro de Viena 29801, y la composición A Adonis muerto . Después de escribir nuestra introducción, hemos visto también el volumen de R. RAMÍREZ TORRES , Bucólicos y líricos griegos , México, 1970, cuyas traducciones tienen muchos defectos.