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IDILIO II LA HECHICERA SINOPSIS

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Preparación del encantamiento e invocación a la Luna y a Hécate (vv. 1-16). Realización del encantamiento: quema de harina de cebada (vv. 18-21); quema de laurel (vv. 23-26); quema de salvado, los aullidos de las perras anuncian la presencia de Hécate (vv. 33-36); el silencio de los elementos prueba también la presencia de la diosa, contraposición con la angustia interior de la maga (vv. 38-41); quema de cera y girar de un rombo de bronce (vv. 28-31); libación (vv. 43-46); conjuro (vv. 48-51); quema de un trozo de la tela del vestido de Delfis (vv. 53-56); despedida de la criada para que vaya a realizar un encantamiento al umbral del amado (vv. 58-62). A lo largo de esta primera parte del poema se repite como estribillo una invocación a la rueda mágica (vv. 17, 22, 27, 37, 42, 32, 47, 52, 57 y 63). En la segunda parte, la maga, ya a solas, confía a la Luna la historia de sus amores con Delfis (vv. 64-166). El estribillo pasa entonces a ser una invocación a la propia Luna (vv. 69, 75, 81, 87, 93, 99, 105, 111, 117, 123, 129 y 135).

¿Dónde están mis ramos de laurel? Tráelos, Testílide. ¿Dónde están los hechizos de amor? Corona el vaso de fina lana carmesí, que he de encadenar al desdeñoso hombre que yo quiero con vínculos mágicos 1 . Once días ha que ni me visita, el muy cruel; ni siquiera le importa si [5] estoy viva o estoy muerta. No, el ingrato no ha llamado a mi puerta. Cierto, a otra parte Amor y Afrodita han llevado su corazón voluble. Iré mañana a la palestra 2 de Timageto para verlo y reprocharle cómo me atormenta; pero ahora deseo apresarlo con mis hechizos 3 . Luce, [10] Luna, brillante: a ti, muy quedo, entonaré mis encantamientos, diosa 4 , y a Hécate infernal, que hasta a los perros estremece cuando pasa entre los túmulos de los muertos y la obscura sangre 5 . Salve, Hécate horrenda, asísteme [15] hasta el fin en la preparación de estos bebedizos para que tengan la virtud de los de Circe, Medea y la rubia Perimede 6 .

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa 7 .

Primero se quema en el fuego harina de cebada. Anda, Testílide, espárcela. ¿Dónde tienes la cabeza, estúpida? A ver si hasta tú, desgraciada, vas a reírte de mí. Espárcela [20] y ve diciendo: «los huesos de Delfis 8 esparzo».

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Delfis me ha causado una pena, y yo por Delfis laurel quemo: como el laurel crepita vivamente en el fuego y se consume de repente sin que ni siquiera veamos su ceniza, [25] así la carne de Delfis se deshaga en la llama.

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Ahora 9 voy a quemar el salvado. Tú, Ártemis, puedes [33] quebrantar el durísimo metal de las puertas del Hades y vencer toda resistencia... 10 . ¡Testílide! Escucha, las [35] perras aúllan en la ciudad. Ya está la diosa en las encrucijadas. Haz enseguida resonar el bronce 11 .

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Mira, calla el mar, callan los vientos 12 ; pero dentro [40] del pecho no calla mi pena: toda me abraso por ese hombre, que ha hecho de mí, ¡desgraciada!, en vez de esposa una mujer infeliz y deshonrada.

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

[28] Como esta cera con ayuda de la diosa yo derrito, así de amor se derrita Delfis de Mindo; y como gira este rombo [31] de bronce por obra de Afrodita, así gire él a mi puerta 13 .

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Por tres veces hago la libación y por tres veces, Augusta, [43] digo esto: ora si con él duerme mujer, ora si duerme hombre, que tanto olvido embargue a Delfis 14 como cuentan [45] que, en Día, Teseo olvidó a Ariadna, de hermosa cabellera 15 .

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Hay en Arcadia una planta, la hipómanes, por la que enloquecen en los montes todas las potrancas, todas las raudas yeguas; así pueda yo ver también a Delfis, y venga [50] a esta casa como enloquecido, dejando la lustrosa palestra.

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

De su manto ha poerdido Delfis esta fimbria, que yo ahora echo desmenuzada al voraz fuego 16 . ¡Ay! Amor [55] cruel, ¿por qué, pegado a mí cual sanguijuela de pantano, me has chupado toda la obscura sangre?

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

Un lagarto he de machacar mañana, y le llevaré una maligna pócima 17 . Ahora, Testílide, toma tú estas hierbas [60] mágicas y estrújalas en secreto sobre el umbral de su casa mientras aún es de noche *** 18 , y murmura entretanto: «los huesos de Delfis estrujo».

Rueda mágica, trae tú a mi hombre a casa .

[65] Sola ya ahora, ¿desde cuándo he de llorar mi amor? ¿Por dónde comenzaré? ¿Quién me ha traído esta pena? Fue la hija de Eubulo, nuestro Anaxo, de canéforo 19 al bosque de Ártemis, en cuyo honor iban alrededor muchos animales salvajes, a más de una leona.

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

Y la nodriza tracia de Teumáridas, que en gloria esté, [70] mi vecina, me pidió y suplicó que fuera a ver la procesión. Yo, infeliz de mí, la acompañé luciendo un hermoso vestido largo de lino y envuelta en el manto de Clearista 20 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna . [75]

Cuando estaba ya a medio camino, donde se halla la posesión de Licón, vi a Delfis y a Eudamipo que iban juntos. Sus barbas eran más rubias que las siemprevivas, sus pechos brillaban más que tú, oh Luna, como si acabaran [80] de dejar el placentero ejercicio del gimnasio 21 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

En cuanto lo vi, me volví loca, y mi pobre corazón quedó abrasado. Desvanecióse mi prestancia. Ya no paré mientes en aquella procesión, y no sé cómo volví a casa. Comencé a tiritar de ardiente fiebre y estuve en cama [85] diez días y diez noches 22 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

Y mi tez se tornó con frecuencia del color del fustete 23 , caíanme de la cabeza todos los cabellos, y me quedé [90] sólo en la piel y en los huesos. ¿Qué casa dejé de visitar? ¿A qué vieja dejé de acudir que entendiera de encantamientos? Pero no hallaba alivio, y el tiempo pasaba.

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

[95] Y así conté a mi esclava la verdad: «Vamos, Testílide, encuentra un remedio para mi cruel enfermedad. El mindio se ha adueñado enteramente de mi pesona desdichada. Ve y espía la palestra de Timageto, pues allí suele ir, allí le gusta estar.

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

[100] »Cuando sepas que está solo, hazle una seña en secreto, dile: ‘Te llama Simeta’ 24 , y traelo aquí con discreción.» Así le hablé. Ella fue y trajo a Delfis con su piel brillante 25 hasta mi casa. Yo, en cuanto lo vi franquear con su ágil pie el umbral de mi puerta

[105] Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

me quedé toda más helada que la nieve, de mi frente corría a chorros el sudor, cual húmedo rocío; no podía hablar, ni los balbuceos siquiera que los niños dicen es sueños a su madre querida. Todo mi hermoso cuerpo quedó [110] rígido, enteramente igual a una muñeca 26 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

Al verme, el hipócrita fijó su vista en el suelo y se sentó en la cama. Allí sentado, dijo: «Sabes, Simeta, al invitarme [115] a tu casa te adelantaste a mi venida tan poco como adelanté yo en la carrera al seductor Filino el otro día.

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

»Pues yo hubiera venido, sí, por el dulce Amor, que hubiera venido en cuanto fuera de noche con dos o tres amigos, llevando manzanas de Dioniso en mi seno 27 y [120] en mi cabeza una corona de álamo blanco, el árbol consagrado a Heracles, entretejida toda alrededor con bandas escarlata 28 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

»Y si me hubierais recibido, habría sido una delicia (que yo tengo fama de ágil y de guapo entre todos los jóvenes), [125] y me habría dormido contento sólo con haber besado tu hermosa boca; pero si me hubierais mandado a paseo y la puerta hubiera permanecido cerrada, seguro que habríais recibido la visita de hachas y de antorchas 29 .

Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

[130] »Ahora, empero, confieso que ante todo soy deudor de Cipris, y después de ella, tú eres quien me ha salvado del fuego, señora, al haberme citado en tu casa, medio abrasado como estoy de pasión. Amor, en verdad, muchas veces enciende una llama más ardiente que las de Hefesto en las Líparas islas 30 .

[135] Mira de dónde llegó mi amor, augusta Luna .

»Con funesta locura, hace huir a la doncella de su morada, y a la recién casada abandonar el lecho aún caliente de su esposo.» Así habló él, y yo, la muy crédula, lo tomé [140] de la mano, y le hice acostarse en la mullida cama. En seguida un cuerpo daba calor al otro cuerpo, estaban nuestros rostros más encendidos que antes, susurrábamos con dulzura. En fin, para no alargarme más, Luna amiga, se consumó todo, y satisficimos ambos nuestro deseo. Hasta [145] ayer ninguna queja tuvo él de mí ni la tuve yo de él; pero hoy, a la hora en que las yeguas portadoras de la rosada Aurora salían del Océano para recorrer los cielos 31 , me ha venido la madre de nuestra flautista Filista y de Melixo, y me ha dicho, entre otras muchas cosas, que Delfis tenía [150] un amor. Si su pasión era una mujer o si era un hombre, dijo que no lo sabía seguro, sino sólo esto: que continuamente se hacía escanciar vino puro para brindar por Amor, y que, finalmente, se marchó aprisa, diciendo que iba a llenar de guirnaldas aquella casa. Esto fue lo que me ha contado la comadre, y ella no miente, que Delfis venía [155] a verme antes tres y cuatro veces al día, y a menudo dejaba en mi casa su alcucia doria 32 . Ahora, en cambio, once días hace que no lo veo: ¿no ha de tener otro cariño y haberme olvidado a mí? Pero ahora lo encadenaré con mis hechizos de amor, y si todavía sigue atormentándome, [160] por las Moiras que la puerta a la que él llame será la del Hades. Tan malignas son las drogas que le guardo en el cofre, a fe mía, cuyas propiedades, Soberana, aprendí de un asirio 33 . Mas ya me despido de ti, Augusta; dirige tus corceles hacia el Océano 34 . Yo soportaré mi pasión como la he sobrellevado hasta ahora. Salve, Luna de luciente trono; [165] salve, estrellas, que acompañáis el carro de la Noche serena.


1 Al laurel se le atribuían virtudes apotropaicas, de suerte que su mención al comienzo del poema debe de implicar que Simeta toma precauciones proveyéndose de medios que garanticen su seguridad antes de evocar en sus ritos mágicos a potencias siempre peligrosas. En vv. 23 ss. quema laurel, entre otras cosas, para hechizar a su amante. En estos ritos y ceremonias mágicas tanto la lana como el color rojo representan un papel importante. Aquí se trata de ligar el vaso con una banda o hilo de lana carmesí, porque, según los principios de la magia simpatética, ello repercutirá en el embrujamiento de Delfis. Aparte de esta finalidad, que es la más inmediata, puede buscar Simeta, como con el laurel, protección apotropaica. Véase la monografía de H. SCHWEIZER , Aberglaube und Zauberei bei Theokrit , Basilea, 1937.

2 Las palestras podían ser propiedad particular. Aparte de lugar de entrenamiento deportivo, lo eran también de tertulia y de reunión. Delfis, desde luego, es un atleta, y esta palestra de Timageto puede ser el mismo gimnasio mencionado en el v. 80; en todo caso, es el lugar donde suele pasar el tiempo, según precisan los vv. 97 s.

3 La expresión ekthynéōn se refiere, concretamente, a hechizos hechos con fuego, como va a realizarlos, efectivamente, Simeta.

4 La Luna tiene gran importancia en la magia griega y, de hecho, se la invoca con frecuencia en los papiros mágicos en solicitud de ayuda. Un escolio a este pasaje, citando a Píndaro, indica que los enamorados piden ayuda al Sol, y las enamoradas a la Luna. En los conjuros mágicos es esencial que las palabras sean pronunciadas, porque sólo así ejercen su virtud. De ahí que, en ocasiones, se diga que el mago grita con voz fuerte, como el hechicero en LUCIANO , Nekyomantia 9; otras veces, sin embargo, el mago no desea llamar la atención o no quiere que se conozca su fórmula de encantamiento, y entonces, como aquí Simeta, susurra o murmura.

5 Las tres diosas que invoca Simeta, primero la Luna, ahora Hécate y luego (v. 33) Ártemis, estaban en gran parte identificadas en época de Teócrito, de modo que podía verse en ellas representaciones de una misma deidad. Hécate es la señora de la magia negra y de los fantasmas; el animal que le está consagrado es el perro, que presiente y anuncia su presencia. La mención posterior de Ártemis debe, naturalmente, ponerse en relación con la circunstancia de que Simeta conoció a su ingrato amor en una fiesta de esta deidad de la naturaleza virgen (vv. 66 s.).

6 Tres magas de la mitología griega. Circe es la hechicera que transforma en animales a los compañeros de Odiseo, según el conocido episodio que se narra en el canto X de la Odisea . Medea representa un muy importante papel en la leyenda de Jasón y los Argonautas. Perimede, en cambio, es un nombre que no corresponde a ningún personaje conocido que haya destacado por sus artes mágicas; sin duda, los antiguos lectores de Teócrito advirtieron ya esto, porque un escolio a este pasaje identifica a Perimede con la Agamede de Ilíada XI 740, y una nota parcialmente conservada en el Papiro de Antínoe parece identificarla con la Polidamna de Odisea IV 228. El pasaje de PROPERCIO (II 4, 8) que nombra a Perimede después de Medea depende, probablemente, de este texto de Teócrito.

7 Aquí comienza el encantamiento, que dura hasta el v. 63. La forma es muy elaborada: consta de nueve cuartetos separados regularmente por un estribillo, en el cual la maga insiste machaconamente en su deseo, mientras hace rodar la rueda mágica. Hemos traducido así, «rueda mágica», la palabra griega íunx , que, propiamente, es el nombre del ave que nosotros llamamos «tuercecuello» (Jynx torquilla ). Desde antiguo se utilizó en ritos mágicos destinados a atraer a la persona amada, quizás porque, como su nombre indica, este pájaro tuerce el cuello hacia atrás y lo extiende después rápidamente, lo cual pudo interpretarse como una forma de atraer a su pareja. Lo cierto es que se lo sujetaba a una ruedecilla con dos orificios en el centro, a través de los cuales se pasaba un cordón, que se tensaba y relajaba alternativamente con ambas manos, de modo que la rueda giraba primero en un sentido y luego en otro (vid. detalles y reconstrucción del artilugio en el comentario de Gow a este pasaje), así se pensaba arrastrar a la persona amada. Por extensión, íunx pasó a significar también el conjunto del ave y la rueda, y con frecuencia también la rueda sola, que acabó, sin duda, por emplearse a menudo sin sujetar a ella al pájaro. Noticias tardías hablan de una ninfa llamada Iunx, hija de Pan y de Eco, que consiguió, mediante un filtro de amor, que Zeus se enamorara de ella o de Io. Hera la habría castigado transformándola en piedra o en el ave de igual nombre. Evidentemente, se trata de una leyenda inventada para explicar el rito mágico.

8 Delfis es, naturalmente, el nombre del amado infiel.

9 La numeración tradicional, basada en los manuscritos medievales, es ahora alterada conforme al testimonio del Papiro de Antínoe y del Papiro de Oxirrinco 3546, que coinciden, precisamente, con el mejor de aquellos manuscritos, el K. Los vv. 28-32 pasan, así, a insertarse entre el 42 y el 43.

10 Hay algunos testimonios del uso del salvado en magia. Sobre Ártemis aquí, vid. supra , n. 5. «Las puertas del Hades» son, desde luego las puertas de los infiernos. Dichas puertas están hechas, según la tradición de adámas . El nombre, que en griego tiene una significación poco concreta (literalmente significa «indomable»), debió de utilizarse, primero, en la magia y en los cuentos populares para referirse a una substancia de excepcional solidez y dureza; luego, pasó a la lengua técnica con los sentidos de «acero» y «diamante».

11 Las encrucijadas estaban consagradas a Hécate (vid. sobre ella, supra , n. 5). El ruido producido por el metal espanta, según una superstición muy extendida (cf. nuestro «tocar hierro»), a los fantasmas y a las apariciones.

12 El silencio súbito de los ruidos naturales es señal de la inminencia de una aparición.

13 Mindo era una ciudadela costera de Caria, en Asia Menor. En sus ritos mágicos, Simeta utiliza otro instrumento bien conocido. Este rombo, en efecto, es una pieza de madera o metal, de forma más o menos romboidal, a uno de cuyos extremos se ata un cordel; tomando, luego, este cordel en la mano, se hace describir círculos al rombo en el aire con rapidez, y éste emite entonces una especie de mugido característico (los antropólogos llaman a este objeto precisamente «bullroarer», vid. el comentario de Gow a este pasaje).

14 Como en la concepción mágica la acción del encantamiento es ciega y puramente mecánica, hay que prever todas las posibilidades para asegurarse su eficacia, de ahí que Simeta especifique que ha de actuar tanto si Delfis se ha encaprichado de otra mujer, como si lo ha hecho de un hombre. En Grecia una relación homosexual no implicaba, en absoluto, falta de interés por el otro sexo.

15 Ariadna es la hija de Minos, rey de Creta, que ayudó al héroe Teseo a matar al monstruoso Minotauro y a salir del Laberinto. Según la leyenda, Teseo la abandonó ingratamente en una isla en el camino de regreso a Atenas. En Odisea XI 324, donde se alude a una versión distinta, el nombre de la isla es Día, identificada con una islita situada al norte de Creta. Los poetas posteriores, sin embargo sitúan el abandono en Naxos, en pleno Mar Egeo, y tratan a Día como otro nombre de esta importante isla.

16 El encantamiento propiamente dicho termina y culmina aquí con la utilización de algo personal de Delfis. La fimbria de ropa representa, efectivamente, a quien la poseía.

17 Puesto que hay testimonios indicadores de que se utilizaban lagartos en la preparación de filtros amorosos, lo más razonable parece entender que eso es lo que aquí proyecta Simeta. La poción puede objetivamente ser llamada «maligna», porque daña a la persona que la bebe privándola de la voluntad y de la capacidad de elección, aparte de posibles efectos secundarios. De todos modos, hay indicios también de que se preparaban brebajes venenosos con lagartos (NICANDRO , Alexipharmaca 537; PLINIO , Historia Natural XXIX 73), y la misma Simeta declara más adelante, vv. 159 ss., que está dispuesta a matar a su amante ingrato si no logra atraérselo. Vid. A. D. NOCK , «The lizard in magic and religion», Proc. Brit. Acad . 17 (1931), 274-78 [(hay también tirada aparte) = Essays on religion and the ancient world , I, Oxford, 1972, págs. 271-76].

18 El v. 61 falta tanto en el Papiro de Antínoe como en el manuscrito K. Se trata, posiblemente, de una conjetura relativamente tardía que se ha introducido en el texto de los manuscritos medievales, con lo cual, por cierto, se rompe la estructura del pasaje, constituida siempre por cuatro versos entre estribillo y estribillo. La razón de esta conjetura se ve bien: al fin del v. 60 la palabra nýx «noche», restituida por Bücheler, se había corrompido muy pronto en nŷn «ahora», que es la lectura presentada por la tradición manuscrita y por el Papiro de Antínoe; como esto no daba sentido, se forjó el verso espurio 61 «...ahora, mientras todavía / de corazón estoy prendada, y él no hace caso alguno de mí».

19 Canéforo en griego puede ser femenino, significa «portadora de canastillo», aludiendo a los canastillos que determinadas muchachas elegidas llevaban en procesión con los objetos rituales que habrían de utilizarse en el sacrificio ofrecio a la divinidad en cuyo honor se celebraba la fiesta. Sobre Ártemis aquí, vid. supra , n. 5.

20 Esto es, Clearista le había prestado su manto para que lo luciera. Tales préstamos se encuentran bien atestiguados en literatura y corresponden, sin duda, a una práctica usual.

21 El brillo de la piel de ambos jóvenes permite a Simeta conjeturar, naturalmente, que acababan de dejar el gimnasio para asistir a la fiesta. Sabido es que en los ejercicios atléticos los antiguos se frotaban con aceite. Vid. infra , n. 32.

22 Simeta cuenta a la Luna los fulminantes efectos de su enamoramiento. La primera parte de estas confidencias (vv. 64-135) está en quintetos separados por el nuevo estribillo; a partir del v. 136, cuando la narración se hace más patética, esta estructura elaborada desaparece: Simeta habla, entonces, más consigo misma que con la Luna.

23 El fustete o «árbol de las pelucas» (Cotinus coggygria Scop., Rhus cotinus L.) es un arbusto de la Europa mediterránea cuya madera produce un colorante anaranjado. Sin que sea segura, ésta es la identificación más probable del thápsos que menciona aquí el texto de Teócrito.

24 Simeta es un nombre propio formado sobre el adjetivo que significa «chata». Los fisonomistas antiguos veían en esta peculiaridad del semblante un signo de propensión amorosa, y, de hecho, Simeta está atestiguado como nombre de cortesana (ARISTÓFANES , Acarnienses 524). Cf. también idil. XI, n. 8.

25 Véase supra , n. 21.

26 Se trata de una muñeca de cera.

27 Las manzanas eran entre griegos y latinos un regalo común para indicar amor (cf. idils. III 10, V 88, VI 7, X 34, XI 10, XXIII 8). Dioniso es el dios de todo lo natural y espontáneo; puede, pues, considerársele, protector de la vegetación en general (ATENEO , II 82d, citando este pasaje de Teócrito y otro de Neoptólemo de Paros, atribuye a este dios el «descubrimiento» de las manzanas).

28 Heracles es el patrono de los atletas, de ahí la mención de Delfis.

29 Es decir, hubiera quemado o derribado la puerta.

30 Hefesto, a quien los romanos identificaron con Vulcano, es la deidad que señorea el fuego, el artífice y el herrero. Sus lugares favoritos son los parajes en que hay volcanes, como las islas Líparas o Eolias, situadas al norte de Sicilia.

31 En la cosmología tradicional griega, la tierra es un disco plano ceñido por un gran río, el Océano, de cuyo borde oriental surge cada mañana el carro de la Aurora con la luz rosada del amanecer, anunciadora del Sol, que recorre, poco después, también, la bóveda celeste en un carro transportado por veloces corceles (cf. idil. XXV 85 s.).

32 En la cual llevaba el aceite para frotarse en el gimnasio. Vid. supra , n. 21, y cf. v. 102.

33 «Asirio» aquí tiene una significación amplia, puesto que Asiria había sido destruida siglos antes de Teócrito. Los caldeos, como los egipcios, tenían fama de muy expertos en magia.

34 Vid. supra , n. 31. De la misma forma que el Sol y la Aurora, la Luna recorre el cielo nocturno y va a ocultarse en el Océano que rodea la tierra. Simeta deshace aquí el encantamiento que con su fuerza mágica habría obligado, piensa, a pararse a la Luna en su curso.

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