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LOS CARMINA LATINA EPIGRAPHICA Y LA LITERATURA LATINA
ОглавлениеLa génesis de cualquier documento epigráfico —en prosa o en verso— se va produciendo a lo largo de distintas fases sucesivas 91 ; de tal manera que quien corre con el cometido final de grabar el texto sobre su soporte material no es, ni mucho menos, su redactor inicial. Por ejemplo, en el caso de los epitafios, el propio difunto podría redactarlo en vida, o bien sus parientes o amigos más cercanos; uno y otros podrían optar por componerlo ellos mismos (desde su propia inspiración, bajo la influencia de otros epígrafes conocidos o de autores literarios prestigiosos) o bien encargarlo a algún vesificador, gramático local o poeta medianamente aceptable.
Después de esta primera fase en la que el texto se escribía en cursiva o minúscula, se procedía a un diseño provisional del texto sobre la piedra (ordinatio) que guiaba la mano del lapicida 92 o grabador.
Por último, el texto era confiado al scriptor u ordinator , el cual convertía la letra cursiva de su cliente en algo más monumental, en letras capitales, al transferirlo sobre su soporte.
En todas las fases de su ejecución hay que contar con posibles distracciones, errores de lectura o malentendidos que pueden llegar a desfigurar su redacción inicial. Pero una vez asentados en su soporte definitivo, adquirían, gracias a él, un carácter imperecedero que no siempre tuvo el resto de las obras literarias.
Si detenemos ahora nuestra mirada sobre la primera de las fases, el texto epigráfico —poema en nuestro caso— pertenece a la tradición literaria romana de escribir versos de encargo, o espontáneamente, para una ocasión determinada; práctica helenística que penetró en Roma sobre el siglo II a. C. 93 . Así que el difunto, aún en vida, o sus parientes, compondrían el epitafio desde lo mejor de sí mismos, tratando de dar vida a una serie de lugares comunes muy usados y conocidos por todos los eruditos, y procurando hacer, en alguna medida, una obra personal. Y si es que no eran capaces de dar forma poética a sus sentimientos fúnebres, ni disponían del dinero suficiente para pagar a versificadores profesionales o gramáticos especialistas en el género, ellos mismos, con sus propias manos, copiarían versos de cualquier otro epitafio conocido o aceptarían sugerencias de los lapicidas de otros 94 .
El sistema, naturalmente, daba lugar a repeticiones, fórmulas y cierto aire de estereotipo que ha jugado un papel en contra a la hora de valorar literariamente estos poemas.
La búsqueda de temas fijos, heredados de la tradición epigramática griega, como ya detallábamos páginas atrás, favorecía asimismo esta topicidad compositiva 95 .
El carácter formulario —según estudió, entre otros, Zarker 96 — consiste sobre todo en las repeticiones de versos enteros, o de fragmentos de versos, o incluso grupos de dos o más palabras que aparecen en más de una inscripción; las repeticiones, a veces, no son exactamente literales, sino que muestran interesantes modificaciones desde el punto de vista métrico o introducen alguna que otra variante: