Читать книгу Antología palatina II. La guirnalda de Filipo. - Varios autores - Страница 6
INTRODUCCIÓN LA GUIRNALDA DE FILIPO DE TESALÓNICA Y EL EPIGRAMA DE SU ÉPOCA
ОглавлениеProbablemente en algún momento bajo el mandato del emperador Nerón (54-68 d. C.), Filipo de Tesalónica, un epigramatista griego que por aquel entonces residía en Roma, llevó a cabo la segunda gran recopilación de epigramas de la Antigüedad, la llamada Guirnalda o Corona de Filipo 1 . Tenía como modelo la colección de epigramas del sirio Meleagro de Gádara, que, introducida quizá en la capital del imperio de la mano del poeta Arquias, el famoso amigo de Cicerón, se había difundido en los círculos cultos alrededor del año 100 a. C. 2 . En ella Meleagro había recogido, según su criterio personal, los mejores epigramas de los más relevantes epigramatistas anteriores y contemporáneos suyos, añadiéndole sus propias composiciones. Probablemente existieron y se difundieron otras colecciones de epigramas antes de la de Meleagro 3 , pero ésta fue sin duda la primera de su magnitud e importancia, pues, según modernas reconstrucciones, contenía más de ochocientos poemas, obra de más de setenta epigramatistas 4 .
Filipo era además heredero de una larga tradición, pues la historia del epigrama no comienza con Meleagro y su Guirnalda , sino que se remonta a los albores de la literatura griega. De hecho, los primeros epigramas, los epigramas votivos y funerarios que se inscribieron en piedra o en cerámica, son casi contemporáneos de los poemas homéricos y, aunque pronto adquirieron características propias, en un principio compartían con ellos el metro —el hexámetro— e incluso la lengua, pues se escribieron utilizando los giros, epítetos y fórmulas propios de la lengua de la poesía épica, tal como la formuló Homero 5 .
Con todo, no fue hasta época helenística cuando el epigrama pasó definitivamente de la piedra al papel y se convirtió en un género literario más. De la mano de autores de la talla de Ánite, Leónidas, Posidipo, Asclepíades, Hédilo, Calímaco, Teócrito, Apolonio, Arato y otros muchos se consolidó como género literario, delimitándose de forma nítida los rasgos genéricos que ya se apuntaban desde los primeros epigramas: la brevedad, el carácter sintético y la variedad métrica, con predominio evidente del dístico elegíaco, y temática. Así, junto a los temas tradicionales —los epigramas votivos y funerarios— surgieron con fuerza el epigrama descriptivo, el epidíctico y el amatorio, categoría en la que hay que incluir desde lo sensual o sentimental a lo puramente erótico e incluso obsceno. También aparecerán los temas satíricos, que llegarán a su culminación ya en época imperial de la mano de Lucilio y Nicarco, en el ámbito griego, y de Marcial, en el latino.
En la época de Filipo —mediados del siglo I d. C.—, el epigrama, a pesar de haber vivido su época de máximo esplendor siglos atrás de la mano de los grandes epigramatistas helenísticos, cuya obra era bien conocida gracias a la labor pionera de Meleagro, seguía siendo ampliamente cultivado y, de hecho, era ya un género literario consolidado que había encontrado su hueco entre los géneros literarios mal llamados ‘menores’, junto con la elegía, con la que compartía como rasgo común su carácter eminentemente lúdico y su relación íntima con las celebraciones festivas y los simposios. El epigrama de esta época —y ésta es una de las diferencias fundamentales entre las dos Guirnaldas — nace y se desarrolla en los ambientes cultos de Roma, la capital cultural del momento. El contexto en el que se mueven los autores de la época de Filipo es ya el mundo romano y los epigramatistas escriben para un público que vive inmerso en la cultura romana 6 . Así, al menos Filodemo, Arquias, Antípatro de Tesalónica, Crinágoras, Automedonte, Boeto, Eveno, Talo, Pompeyo, Alfeo de Mitilene, Antífilo de Bizancio y el propio Filipo vivieron en Roma. Entre ellos, Antípatro y Crinágoras se relacionaron con las más altas instancias políticas de su época, el primero en el círculo de L. Calpurnio Pisón, procónsul de Macedonia, y el segundo con el mismísimo emperador Augusto, de quien el autor tardío latino Macrobio cuenta que solía rodearse de epigramatistas griegos 7 .
Eran muchas las nuevas voces que habían surgido y corrían el riesgo de perderse. Ante esta situación, Filipo recogió el testigo de Meleagro y seleccionó entre sus contemporáneos y antecesores no incluidos por el sirio en su Guirnalda los epigramatistas que él consideraba merecedores de formar parte de una nueva antología y a éstos les añadió, al igual que su predecesor, sus propias composiciones. El criterio que siguió a la hora de elegir a los contribuyentes de su antología nos es desconocido, pero el resultado fue una recopilación de epigramas de diferentes autores de distintas épocas, de diferente temática y de diferente calidad. Toda selección implica siempre una elección, pero también una renuncia, y no cabe duda de que mientras que algunos de los autores incluidos por Filipo en su Guirnalda quizá no merecen, por lo que conocemos de su obra, figurar en ésta ni en ninguna antología, con toda seguridad otros, cuya exclusión les ha significado el olvido, no fueron incluidos injustamente, bien por desconocimiento de su obra por parte del compilador, bien por desprecio de la calidad de sus epigramas o bien por desdén hacia su autor. La extensión, el número de epigramas y los contribuyentes de esta recopilación son difíciles de precisar, pues la Guirnalda de Filipo, tal como se difundió en su época, se nos ha perdido para siempre y una hipotética reconstrucción es tarea imposible. Lo único que podemos hacer, y es lo que hicieron A. S. F. Gow y D. L. Page, autores cuyo criterio de selección y texto seguimos en esta traducción 8 , es rastrear en el inmenso caudal de epigramas griegos en busca de aquellos que pudieron —cronológica y culturalmente— formar parte de la misma.