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LOS TEMAS

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A lo largo de su historia el epigrama ha servido de vehículo para recoger sentimientos de todo tipo: de dolor ante un fallecimiento, deseos de pervivencia más allá de la muerte o mero memorial de un difunto (epigramas funerarios), agradecimientos o súplicas a los dioses (epigramas votivos), descripciones más o menos minuciosas de obras de arte, ya sea esculturas, pinturas o construcciones de cierta envergadura como fuentes o puentes (epigramas descriptivos), invitaciones al disfrute de la vida y del banquete (epigramas simposíacos), hasta incluso el amor en sus más diversas manifestaciones, incluido el sexo (epigramas eróticos), y la sátira de situaciones, personas y tipos humanos (epigramas satíricos).

La Antología de Filipo es fiel reflejo de esta riqueza temática y a través de su lectura se vislumbra el amplio abanico de temas que tenían cabida en el epigrama. Con todo, abundan más unos temas que otros y si algo caracteriza a la selección de Filipo en lo que a la temática se refiere es la repetición hasta la saciedad de determinados tópicos que llegan a eclipsar con su reiterada presencia otros peor representados en la colección.

Hay mucho, además, de imitación de la tradición epigramática anterior, hasta el punto de que algunos epigramas no son sino recreaciones estilísticas de otros presentes en esta Antología o anteriores 30 . Y es que en la Antigüedad el concepto de imitación es un principio estético creativo tan aceptado como el de la propia invención u originalidad. Los autores se sentían herederos de una rica tradición y querían manifestarlo así. Ello es especialmente válido para el caso de los epigramas. Los epigramatistas se esfuerzan por presentar nuevas versiones de temas ya tratados, de forma que a menudo los mismos temas se repiten y prolongan en el tiempo. El mérito del artista, del escritor y en concreto del epigramatista, es dar con la clave de una nueva versión que supere a su modelo sin querer nunca suplantar a éste, pues la gracia o el encanto de una imitación es la comparación que permite entre, por decirlo metafóricamente, padre e hijo. Ya en la Antología de Meleagro quedaba patente este principio estilístico que, haciendo uso de terminología latina, se suele denominar imitatio cum variatione , pues muchas veces los autores no pretenden otra cosa que recrear temas o tópicos de diferentes formas, inspirándose en composiciones anteriores 31 .

En el caso de la Guirnalda de Filipo, el gusto por la imitación se detecta, sin ir más lejos, comparando los epigramas que sirven de proemio a las Guirnaldas de Meleagro —el modelo— y Filipo —la imitación 32 . De manera intencionada Filipo encabezó su colección con un epigrama que inmediatamente hace volver la mirada hacia su antecesora, la Guirnalda de Meleagro. Idéntico proceso hay que llevar a cabo en múltiples ocasiones.

Muchas veces la imitación sorprende con un giro expresivo novedoso o con un uso inusitado de un determinado cliché retórico. Así ocurre, por ejemplo, con el uso de los tópicos funerarios en epigramas no funerarios, con el tema del epitafio ficticio que se dirige al viandante con el deseo de que éste transmita un mensaje, o con los siempre ocurrentes epigramas dedicados a muertos en un naufragio. Especialmente productivo es —y esto no es exclusivo del epigrama, sino que se testimonia en todas las manifestaciones literarias de la Antigüedad clásica— el uso de la mitología en la epigramática: los amoríos de Zeus sirven una y otra vez de excusa para justificar las pasiones humanas, Dánae y su seducción se presenta como un reflejo de las relaciones hombre-mujer, y dioses y héroes bellos y fuertes por antonomasia, como Apolo, Heracles o Atlas, les sirven a los epigramatistas para describir plásticamente la naturaleza de excelsos atletas.

Otras veces la imitación no hace sino reincidir en lo mismo y no supone sino una mera y anodina repetición. Es el caso de la interminable serie de epigramas dedicada a describir la denominada vaca de Mirón, un tópico que arranca de Leónidas de Tarento y llega hasta Juliano el Egipcio 33 , el tema de la parturienta fallecida en el trance —manifestación literaria de una situación que no debía de ser inhabitual—, las recreaciones de la novia fallecida poco antes de la boda o de las muertes repentinas e inesperadas, o los epigramas, típicos de la Guirnalda de Filipo, en los que se lamenta la penosa situación de determinadas ciudades o islas antaño florecientes.

Entre los temas que siguen la senda iniciada por los epigramatistas helenísticos están los epigramas de tema religioso o ritual. Éstos son muy numerosos en la Guirnalda de Filipo, ya sea en forma de ofrendas a los dioses 34 , ya de súplica 35 o ambas a la vez 36 . En ocasiones es la propia ofrenda personificada la que habla y hace la súplica a favor del oferente (368). Se bromea incluso con la benevolencia de los dioses hacia quienes se hace la ofrenda (171), es el propio dios el que da instrucciones sobre cómo hacerla (391) o entabla un diálogo con el oferente (269). También se registran epigramas en los que se celebra la concesión de una súplica (180, 367, 461) o su denegación (675-677, 689) y en ocasiones las súplicas no se dirigen a los dioses, sino a benefactores del poeta (77) e incluso a realidades materiales como son, por ejemplo, una simples ramas que protegen del sol o un terremoto (55, 342).

Un tipo peculiar de ofrenda y súplica que merece consideración aparte es la que hace el joven a la hora de celebrar su paso a la edad adulta, ocasión en la que era tradicional realizar la ofrenda de un bucle de pelo y cuya conmemoración se convirtió pronto en un cliché literario de honda tradición en el epigrama griego y latino, así como en otros géneros (176, 221, 318-319) 37 .

También los ritos religiosos son tema de algunos epigramas, como en el epigrama 61, donde un ciego se cura milagrosamente tras iniciarse en los ritos de Deméter; el epigrama 194, donde se celebra a un prometedor director del tíaso de Dioniso; o el epigrama 226, donde Pan reclama sencillez en las ofrendas que se le hacen. Hay incluso epigramas en los que se recomienda una determinada práctica religiosa (344) o se invoca a un dios dedicándole un himno en toda regla (475).

De raíz helenística son también los epigramas funerarios ficticios, es decir, aquellos que no tienen ya nada que ver con la piedra que los vio nacer, sino que son recreaciones muy elaboradas que nunca fueron concebidas para ser inscritas en piedra 38 . La varietas temática que caracteriza este género se manifiesta especialmente en este tipo de epigramas, pues se dedican epitafios ficticios a parturientas fallecidas en el trance (178, 288, 380, 643), a novias que mueren poco antes de la boda (91, 100, 437, 576) 39 , a hermosas muchachas (323, 327), a jóvenes y niños (328, 354, 373-374, 440-441, 490, 577, 603), a héroes mitológicos (130, 645), a guerreros muertos en combate (131), a grandes estrategas, en especial a Temístocles (375, 378, 523, 623), a hombres valerosos (278), a atletas (137, 193), a un marido y su mujer (200), a un hombre perverso (349-350), a un adorador de Cibeles (519), a un molinero (439) y a esclavos (199, 324). Destacan especialmente los epitafios funerarios ficticios de escritores del pasado, una práctica que se remonta a los primeros epigramatistas helenísticos 40 . Así, se escriben epigramas funerarios para los líricos arcaicos —Alemán (87), Hiponacte (447) y Safo (687, 691)—, para los autores dramáticos —Esquilo (88, 377), Eurípides (287), Aristófanes (376) y Menandro (379)— y para otros autores, como Sócrates (152), Diógenes (153) y los oradores Antípatro (124) y Etio (491).

A veces el epigrama se centra no tanto en recordar al difunto, sino en recrear su muerte, como la de Hermocratea, dichosa madre de veintinueve hijos (142); la del bebé Hermonacte, que encontró la muerte por culpa de unas abejas (145); el suicidio de Aristides (143-144, 459) y la muerte del hijo de Aristipo, que fue alcanzado por un rayo tras escapar de un incendio (210). Y no sólo se escenifica el fallecimiento de hombres, sino también de animales, como el del perro Lampón (146), de unos ciervos (211), de un ave de corral (624), de un grajo (650), de una cigarra (651), de un delfín (451, 652), de un ratón (593) y de un cervatillo recién parido (692).

Son especialmente recurrentes los epigramas funerarios dedicados a náufragos 41 y a naufragios en general (54, 132, 306, 385, 595), pues, sin duda, al igual que en la vida de todo griego, el mar es una constante en la epigramática griega. En ocasiones se ensalza su poder, dejándose llevar por la admiración (27), o se advierte de sus peligros (90, 92, 108, 355). Otras, se maldice y se lamenta la invención de la navegación y se censura a su inventor, un tema tradicional en la literatura grecolatina (53, 109, 134, 369) 42 , o se compara con la vida de campo en beneficio de ésta última, aunque en ocasiones el gusto por el contraste hace que se elogie el mar frente a la tierra (353).

Abundan también los epigramas descriptivos, en especial los que se centran en la écfrasis de pinturas y esculturas 43 , llamando la atención el gusto por la descripción de miniaturas y de objetos extraños con alguna peculiaridad que los pone en el punto de mira del epigramatista(10, 39, 44, 261, 382, 589, 660).

Además de la descripción de obras de arte, es recurrente el elogio de los artistas, ya sea pintores y escultores o poetas. Así, se rememora a los grandes pintores y escultores de épocas pasadas, insistiéndose una y otra vez en resaltar la verosimilitud y el realismo de las obras de arte (160, 480, 492, 527). Lo mismo ocurre con los poetas, especialmente con el maestro de todos ellos, Homero (58, 469, 625). Con él se compara a Safo en el epigrama 149, y el siguiente, el epigrama 150, se dedica al heredero de su alma, a Estesícoro. Se le dedican, además, epigramas a Arquíloco (95), Píndaro (151), Sófocles (398, 669), Aristófanes (179), Calímaco (320), Menipo de Pírgamo (341) y Partenio (400). Dentro de los epigramas dedicados a autores del pasado destaca el famoso canon de las poetisas, un poema de Antípatro en el que se enumera a las, en su opinión, siete grandes mujeres poetas de la Antigüedad (94). Hay epigramas, además, de tema estrictamente literario, como el epigrama 154, dedicado al mimo, los epigramas 309 y 358, a actores cómicos, el 266, al estilo del orador Nicetes, el 404, a la oruga que devora los libros, el 405, en el que se conmemora la Ilíada , el 541, sobre el origen de los dramas satíricos, y el 584, donde se reivindica la brevedad como una característica esencial del epigrama. Otras veces el epigrama es como una carta de acompañamiento de la obra de un poeta, como ocurre con la poesía de Anacreonte en el epigrama 316.

También hay descripciones de situaciones concretas, algunas de ellas no testimoniadas en otra parte (32), otras llamativas 44 , detectándose en general un desmesurado gusto por la anécdota 45 , y muy especialmente por la anécdota macabra y las situaciones grotescas o irónicas. ¿Cómo justificar si no el epigrama 41, en el que se describe a un anciano sepulturero que murió al tropezar mientras transportaba un ataúd? ¿Y la historia del hijo que se ahoga por rescatar el ataúd de sus padres o del que se salva de morir ahogado gracias precisamente al cadáver de su padre (299, 452)? ¿O el caso de los bueyes que aran sobre un antiguo cementerio (46-47, 532, 683) y el de la mujer que da a luz tras un terremoto (48)? ¿Y qué decir del ciego y el cojo que se ayudan mutuamente (51, 448) o de la minuciosa descripción de un cadáver despedazado sobre la orilla (446) 46 ?

Menos frecuentes son los epigramas dedicados a describir situaciones mitológicas, como el destino de los hijos de Edipo tras su muerte (49), algunos episodios de la guerra de Troya (57, 187, 283), las desdichas de Níobe y sus hijos (97, 279), la historia de Arión y el delfín (301), el suicidio de Áyax (646), el desafío de Marsias (647), el sacrificio de Políxena (670), las leyendas de Tebas (458, 536), el nacimiento de las fuentes de Asopo y Pegaso (537), y el amor de Pan hacia Dafnis (612) 47 .

Otro de los grandes temas de origen helenístico es, cómo no, el amor. En la Guirnalda de Filipo no tiene la importancia que se testimonia en su predecesora, la colección de Meleagro 48 . Asclepíades, Calímaco, Posidipo y Hédilo, de acuerdo con las tendencias propias de la literatura erudita de su época, que osó introducir la descripción del sentimiento amoroso hasta en la épica 49 , hicieron del amor y sus manifestaciones el tema central de sus composiciones, una práctica imitada hasta la saciedad por Meleagro y los elegíacos latinos y, más tarde, ya a fines de la Antigüedad, por Pablo Silenciario, el último de los grandes epigramatistas eróticos. Si exceptuamos la figura tardohelenística de Filodemo de Gádara, el amor no parece ser el tema central de ninguno de los contribuyentes de la Guirnalda de Filipo. Lo primero que salta a la vista dentro de los epigramas que tratan temas amorosos es la escasez de epigramas que tratan el amor homosexual 50 . Por lo demás, siguen apareciendo los tópicos eróticos tradicionales como la erotodidaxis o magisterio de amor (11, 230, 236, 366, 494, 534, 628), las quejas del amante que no puede resistirse al amor (13), pues éste es invencible (261, 487, 598, 632), cualidad de Eros que hace que se destaquen las ocasiones en que éste se presenta encadenado (165, 359, 569) y que se le tema incluso mientras duerme (629, 678), aunque en ambos casos no se trate más que de la descripción de una representación escultórica. Son frecuentes también las escenas de seducción (36, 238-239, 264, 497, 507), el elogio del amor fácil (518), las descripciones de muchachas (descriptio pulchritudinis) (495, 501, 505), las metáforas del fuego de amor (flamma amoris) (34-35, 230, 311, 503, 504, 560, 569) y de la herida de amor (vulnus amoris) (34, 633), la comparación entre el amor y la navegación (65, 465), la descripción de los síntomas del amor (signa amoris) (34), el énfasis en el carácter instantáneo del enamoramiento o en su carácter ciego (307, 311), las paradojas del amor (410, 509, 591), la añoranza por el amante (310), los celos (187, 206, 562, 665), los juramentos por amor (sacramentum amoris) (563), el lamento por la llegada del amanecer y el fin de la noche de amor (82), el lamento o censura ante la impotencia del amante (265, 506 y 520) y la crítica de la avara puella o su variante homoerótica, el avarus puer (81, 126-128, 188, 227-229, 235, 276, 559, 561, 574-575), y de la chica o el chico desdeñoso e ingrato (365, 472, 498).

Con todo, lo que llama especialmente la atención en lo que se refiere al tema del amor es la presencia de obscenidades bastante subidas de tono, precursoras de la virulencia de autores posteriores como Rufino y Estratón, entre los griegos, y Marcial entre los latinos. A veces los autores se recrean en el contraste. Así ocurre, por ejemplo, en el epigrama 19, donde la dulzura de una estereotipada reflexión sobre la brevedad de la vida y la consiguiente invitación a su disfrute termina con términos obscenos directos (stýo y hē orchipédē) y un giro temático inesperado dentro de la más refinada tradición del aprosdóketon o pointe epigramática que después se convertirá en rasgo genérico de este tipo de composiciones. La presencia de obscenidades, ya directas, ya eufemísticas, es una de las características que más distinguen la Guirnalda de Filipo de la de Meleagro, en la que, con la excepción de algunos epigramas de Posidipo, Dioscórides y el propio Meleagro, éstas están prácticamente ausentes. Sorprenden por su crudeza los epigramas en los que se censura a los que practican el sexo oral y los dedicados al dios Príapo (175, 181, 195, 223, 263, 401, 488, 556).

Hay también epigramas de carácter didáctico. Su finalidad es pedagógica, pero la doctrina se transmite a través de la gracia y el encanto de un epigrama (517, 613, 694). Ello es especialmente cierto en los llamados epigramas gnómicos, es decir, aquellos que terminan con una sentencia o gnṓmē 51 . Es el caso del epigrama 17, en el que se critica al que roba a un pobre, simbolizado éste en un manzano de un solo fruto, y del 18, en el que se censura a un avaro que se lamenta de lo que otros gastan.

Otras veces los epigramas se convierten en meras advertencias y consejos, como cuando en el epigrama 172 se ejemplifica la necesidad de ser precavidos frente al invierno, o el epigrama 493, en el que se adoctrina sobre lo arriesgado que es prestar dinero, o bien la enseñanza es de carácter irónico, como cuando se aconseja la forma de vivir sin trabajar, ya sea casándote con una chica que le guste a los vecinos, ya con una vieja, si bien esto último puede ser objeto de remordimientos (585-586).

En ocasiones se ejemplifican doctrinas morales típicas del mundo griego, como la creencia de que el culpable siempre, tarde o temprano, recibe su castigo (22, 185), el inexorable paso del tiempo (273, 513), la imposibilidad de predecir el futuro (26), los peligros de desear lo que no se tiene (40), la conveniencia de vivir con moderación (284), los inconvenientes del matrimonio (257), la inutilidad de inquietarse por las cosas de la vida (325, 356), la necesidad de trabajar (367), la dureza de todo proceso de aprendizaje (539), la maldición que conlleva el ansia de oro (63), lo arriesgado de echarse a la mar (90, 353, 685), los peligros de beber en exceso (140, 542), lo estéril de lamentarse sin control (290), la necesidad de preocuparse cada uno de lo suyo (339) y la muerte como solución a todos los problemas (648). A menudo los poetas gustan de elogiar la vida sencilla (31, 96, 147, 514-516, 579, 613, 621, 682, 696) y a los que la practican, como el cínico Diógenes y sus seguidores (67-68, 173, 535, 644).

Mención aparte merecen los epigramas consagrados a ensalzar el valor y las hazañas de héroes y guerreros (330). En esta línea son numerosos los dedicados a espartanos, en especial a sus madres, una temática ya presente en la Guirnalda de Meleagro (60, 98, 164, 277, 282, 399, 462, 583).

Hay también epigramas estrictamente simposíacos, en los que destaca el tema de la invitación al disfrute de la vida (234, 250-253, 256, 274, 409), un tópico recurrente también en epigramas no simposíacos (590, 599) y que se remonta a los albores de la lírica griega 52 .

No todo en la Guirnalda de Filipo es continuidad con respecto a su antecesora la Guirnalda de Meleagro. Así, frente a la escasez de temas satíricos entre los epigramas de época helenística 53 , en la época de Filipo ya se testimonia con fuerza la sátira despiadada de realidades y tipos humanos, una anticipación de la tipología de epigramas característica de autores posteriores como Lucilio y Nicarco. Aparece la crítica de la vieja (73, 285, 573), de las mujeres feas (83), de las borrachas (177), de los adivinos y astrólogos (69, 80, 521), del avaro (20), de los arribistas (268), de los poco generosos (270), de los gorrones (271), de unos viejos mulos (272), y de los gramáticos y los críticos literarios puntillosos en exceso (21, 473-474) 54 .

Otra temática novedosa es la del elogio a los emperadores o gobernantes romanos o sus familiares 55 , un tópico que hunde sus raíces en la adulación de Filipo y Alejandro Magno (5-6, 43, 578) 56 . También encuentra un hueco entre los epigramas de la época de la Guirnalda de Filipo el elogio de Roma (25, 281 y 620) 57 . En la misma línea abundan, además, los elogios de islas y otras ciudades (30, 167-170, 326, 340, 558), si bien son especialmente recurrentes los epigramas en los que lo que se elogia es el pasado esplendoroso de lugares hoy asolados (103, 125, 302, 346, 539, 619, 626-627, 630, 690, 698) 58 .

Por último, otra innovación es la existencia de epigramas que, a modo de etiquetas, sirven para acompañar regalos (312-316).

Aunque la calidad de los epigramas no sea por lo general mucha y las más de las veces no destaque ni su tema —muchas veces absurdo a los ojos de un ciudadano del siglo XXI —, ni su factura, sí es cierto que su lectura nos retrotrae, como si de una máquina del tiempo se tratara, a un mundo cercano y lejano a la vez: los humanos convivían tête à tête con los dioses o al menos así lo representaban literariamente, les ofrendaban sus objetos más preciados y les pedían por sus necesidades más íntimas, reclamaban protección a los poderosos, a menudo mediante la adulación más servil, honraban a sus difuntos con sentidos epitafios, expresaban a través de la poesía sentimientos de todo tipo —amor, odio, deseos de venganza, maldiciones, en especial a la navegación y al mar…—, disfrutaban con el banquete, la bebida y el sexo y se deleitaban con la narración de las más variopintas anécdotas, algunas de ellas ciertamente macabras. Puede que fijándonos en el detalle la temática de los epigramas de Filipo no nos atraiga, especialmente si venimos de saborear la lozanía de los epigramas de la Guirnalda de Meleagro, pero en su conjunto ofrecen una imagen completa del epigrama griego como género literario, una vez pasado ya su momento de máximo apogeo.

Antología palatina II. La guirnalda de Filipo.

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