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3. El kairós del pontificado reformador de Francisco

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Vivimos un kairós singular porque un hijo de la Iglesia latinoamericana fue elegido como sucesor de San Pedro. El Espíritu Santo «sopla donde quiere» (Jn 3,8) y ha soplado como «una fuerte ráfaga de viento» (He 2,2). Francisco fue elegido cuando las periferias del orbe aparecieron en el corazón de la urbe. Representa la llegada del Sur al corazón de la Iglesia y la voz del Sur global en el mundo. Con Francisco la Iglesia de América Latina completa su ingreso en la historia mundial:

Lo que haga la Iglesia de América Latina tendrá un inmenso papel en el Tercer Mundo [...]. A la vez, [...] América Latina podrá incidir decisivamente en el destino de la Iglesia de Europa [...]. América Latina y su Iglesia tienen una gran chance y creo que por nuestra Iglesia pasa de algún modo la chance de la Iglesia mundial [...]. La chance de la renovación mundial de la Iglesia pasa por América Latina y eso nos carga con una grave responsabilidad24.

La Iglesia crece en el Sur. En 100 años se invirtió la composición del catolicismo. En 1910, el 70% de los bautizados católicos vivía en el Norte (65% en Europa) y el 30% en el Sur (24%, en América Latina). En 2010, apenas el 32% vivía en el Norte (24% en Europa, 8% en Norteamérica) y el 68% en los continentes del Sur: 39% en América Latina, 16% en África, 12% en Asia, 1% en Oceanía. O sea, dos de cada tres. Según el Anuario pontificio 2015, de 2005 a 2013, los católicos crecieron un 12% y pasaron de 1.115 a 1.254 millones. Después de un primer milenio signado por las Iglesias orientales y un segundo dirigido por la Iglesia occidental se avizora un tercero revitalizado por las Iglesias del Sur en una catolicidad intercultural, presidida en el amor por la sede de Roma y animada por una dinámica policéntrica. La «tercera» Iglesia está en el corazón de la casa de Dios25. En el paso al siglo XXI y con el nuevo pontificado la Iglesia católica vuelve a reconocer el protagonismo de las periferias y los «periféricos»26. Esto profundiza la crisis del eurocentrismo eclesial. Al mismo tiempo, requiere evitar cualquier tentación de un latinoamericanocentrismo.

Desde 1955, la Iglesia de América Latina consolidó su figura regional. Reúne veintidós episcopados coordinados por el Concilio Episcopal Latinoamericano-CELAM, que en 2015 cumplió 60 años. Nuestra Iglesia es la única comunidad de Iglesias a escala continental que hizo una recepción regional, colegial y creativa del concilio Vaticano II. Este proceso comenzó en la II Conferencia episcopal de Medellín (1968); siguió, a la luz de la Exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI, en la III de Puebla (1979); prosiguió, a su modo, en el horizonte de una nueva evangelización propuesta por Juan Pablo II, en la IV asamblea celebrada en Santo Domingo (1992).

En 2007, la V Conferencia de Aparecida impulsó un movimiento misionero continental y permanente. El cardenal Jorge Bergoglio fue presidente de la Comisión de redacción del Documento Conclusivo, citado veinte veces en Evangelii gaudium. Ayer Bergoglio contribuyó con Aparecida; hoy Aparecida ayuda a Francisco. El Papa toma líneas de Aparecida y las relanza creativamente en su programa misionero27. Encarna el «rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia» (A 100) y la dinámica de la conversión misionera impulsada desde la periferia latinoamericana, que está haciendo su aporte a la reforma de la Iglesia entera. Esto confirma una afirmación de Congar en 1950: «muchas reformas provienen de las periferias»28. Son las reformas marcadas por la vuelta a la pobreza evangélica y la opción por los pobres29.

La región latinoamericana y caribeña es la más urbanizada del mundo. Ocho de cada diez personas vivimos en zonas urbanas; la mayoría en barrios suburbanos. En mi libro Dios vive en la ciudad muestro que Bergoglio fue el primer arzobispo de Buenos Aires formado en nuestra cultura urbana30. En 1936, cuando nació este hijo de inmigrantes italianos, Buenos Aires tenía más de 2.400.000 habitantes (880.000 extranjeros y 1.600.000 nativos). Es el primer papa nacido en una gran ciudad del siglo XX y piensa las tensiones entre la globalización y la urbanización31.

Francisco promueve una reforma de la Iglesia y de la sociedad desde las periferias de la pobreza. La opción por los pobres «marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña» (A 391) y es un rasgo de la teología latinoamericana. En una carta a Gustavo Gutiérrez, Lucio Gera escribió:

He experimentado una afinidad contigo en el hecho de que tu reflexión teológica ha surgido de la experiencia y práctica pastoral, y se ha orientado hacia ella... Te debemos el agradecimiento por haber introducido y mantenido en la reflexión teológica y en la pastoral de la Iglesia la afirmación de la prioridad de los pobres32.

El Papa asume y representa este doble acento evangélico y latinoamericano. Presenta el lugar privilegiado de los pobres en el corazón de Dios y el pueblo de Dios (EG 186216). Esa sección es, en mi opinión, la mejor exposición de un documento pontificio sobre Cristo, la Iglesia y los pobres33. «El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo “se hizo pobre” (2Cor 8,9)» (EG 197). Desde Dios, el Papa sueña una Iglesia más pobre y de los pobres (EG 198). La Iglesia-pueblo de Dios es, sobre todo, la Iglesia vivida por los más sencillos.

Nuestra vida, la pastoral y la teología vinculan estrechamente la piedad popular y la opción por los pobres. Francisco considera la mística popular como inculturación de la fe en una modalidad cultural particular. Aquella no solo es una fuerza misionera, sino también un lugar teológico para pensar la fe: «Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización» (EG 126). Desde 1974 Bergoglio habla del sensus fidei fidelium del pueblo santo (LG 12a). Afirma que, si el magisterio y la teología enseñan el contenido de lo que creemos, por ejemplo, acerca de la Madre de Dios, la piedad popular manifiesta de forma viva cómo se cree y ama a la Virgen34. Hoy confirma esta verdad sobre la sabiduría de la fe de los bautizados (EG 119), lo que nos reconduce a la cuestión de una teología inculturada. La teología debe recoger las representaciones de la fe a partir del sensus fidei fidelium. Kasper afirma que esta doctrina fue olvidada en la teología europea, pero ha sido una constante en varios teólogos argentinos.

En 2015, celebramos el Centenario de la Facultad de Teología de Buenos Aires. En ese contexto se realizó el Congreso internacional de Teología: Cincuentenario del concilio Vaticano II. Allí se recibió un vídeo-mensaje del Papa, quien señaló la feliz iniciativa de celebrar de forma conjunta el acontecimiento universal del Cincuentenario y el evento local del Centenario. Entonces nos instó a atender tanto a lo particular como a lo universal. En ese texto, válido para todos, invitó a seguir la enseñanza del Concilio a través de la fecundación recíproca entre la teología y la pastoral, y entre la fe y la vida. Y agregó: «Me animo a decir que (esa enseñanza) ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y de pensar creyente»35. El Papa completó aquel mensaje con una invitación a los que se dedican a la teología a ser hijos de su pueblo, profundos creyentes y profetas en las fronteras, y también a pensar rezando y rezar pensando36.

El compromiso con la reforma de la Iglesia y la transformación del mundo desde el Evangelio requiere una teología que se renueve desde sus fuentes y en un diálogo con la historia. Francisco, «el hombre de la reforma práctica», como dice Benedicto XVI37, nos anima a avanzar por aquel camino de fidelidad creativa al introducir su Exhortación Amoris laetitia. Allí explica que las complejas cuestiones que aborda deben seguir siendo profundizadas por «la reflexión de los pastores y los teólogos» en la medida en que ella «es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa» (AL 2). Luego señala que, a partir de una unidad doctrinal y pastoral fundamental, «en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales» (AL 3). Estas palabras invitan a seguir pensando el Evangelio en y desde la historia.

Desde el Vaticano II, la teología pensada, escrita y publicada en castellano y en portugués, desde América Latina, presenta una rica gama de expresiones. La teología de la liberación, simbolizada en Gustavo Gutiérrez, responde a la interpelación del Cristo en el pobre, expresa el amor gratuito de Dios y potencia el compromiso por la liberación integral de personas y pueblos. La teología del pueblo de Dios, los pueblos/culturas y la pastoral popular, tuvo grandes exponentes en los argentinos Lucio Gera (1924-2012) y Rafael Tello (1917-2002), hoy estudiados en relación a Francisco38. Su principal representante vivo es Juan Carlos Scannone. En 1974 Juan Luis Segundo la llamó teología del pueblo39. Hoy, la gran novedad del pontificado de Francisco, incluye la pequeña primicia del conocimiento de nuestra incipiente teología, como reconoce Walter Kasper40.

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