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La Declaración de Boston 12

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En este contexto de modernidad tardía del siglo XXI, la teología de la liberación se enfrenta hoy a nuevas formas de marginación social, sexual, política, religiosa y cultural con sus prácticas correspondientes de resiliencia por parte de las víctimas sistémicas que dicen «¡ya basta!» a la lógica de la dominación13. Seguir siendo un pensamiento crítico surgido de la praxis de liberación del Dios de la vida que opta por los pobres y excluidos una praxis compasiva que inspira a los pobres, pequeños, desheredados y excluidos de todos los tiempos desde el clamor de Abel hasta las víctimas de hoy trae consigo nuevos retos epistémicos, sociales y espirituales que es preciso atreverse a explorar.

La Declaración de Boston puede ser valorada así en un contexto epocal nuevo. Es expresión de un encuentro inédito de casi cincuenta teólogas y teólogos de tres generaciones, con corrientes de pensamiento teológico diverso pero que fueron capaces de confluir en un diálogo franco para enfrentar los desafíos pastorales y teológicos del siglo XXI, a partir de una confesión común de la misericordia divina revelada por Jesús de Nazaret a su comunidad escatológica que devino con el tiempo Iglesia, pueblo de Dios.

Fue posible distinguir en este encuentro al menos cinco voces distintas y convergentes, cada una surgida de su contexto socio-cultural propio, y articulada como discurso teológico original. Todas fueron voces comprometidas con su historia regional propia a partir de la cercanía con el pueblo de Dios.

La primera voz fue el discurso de la teología de la liberación como fuente común, representada en este encuentro por Gustavo Gutiérrez, Agenor Brighenti y Consuelo Vélez, acompañada por los comentarios de Harvey Cox. Sus intervenciones enfatizaron la vigencia de la opción preferencial de Dios por los pobres y marginados en sus luchas por un cambio social de la explotación y esclavitud que contradicen el designio divino sobre la humanidad y la creación. Cada una de ellas, con sus variaciones, fue postulando la mediación de las ciencias sociales y de la hermenéutica de la Biblia leída con corazón compasivo como referentes claves para un método teológico que sigue brotando de la praxis de liberación. Señalaron nuevos acentos como la fuerza inspiradora de la comunidad local pastoral como sujeto creativo (Brigenthi) de la Buena Noticia, o bien la espiritualidad liberadora que dignifica cuerpos y emociones, como fuente de sentido profético en medio del sufrimiento (Vélez).

La segunda voz en Boston fue la teología del pueblo desarrollada por Lucio Gera y Rafael Tello hace algunas décadas, que hoy caracteriza al pontificado del papa Francisco, pero que tiene una historia regional, acompañando la vida pastoral de comunidades y teólogos del Cono Sur. Juan Carlos Scannone y Carlos Galli, junto con un nutrido grupo de teólogas y teólogos laicos de Buenos Aires, expusieron su percepción y análisis del primado de esta teología: la cercanía pastoral y compasiva con las personas y comunidades que habitan las periferias urbanas es el principio teológico y espiritual de la vida cristiana. La prioridad del pueblo de Dios –y de sus pastores y teólogos que «huelen a calle»explica el sentido de la reforma de la Iglesia católica que promueve desde hace cuatro años el papa Francisco en la Iglesia católica romana.

La tercera voz fue la de la comunidad teológica latina de los Estados Unidos, a través de las voces de Roberto Goizueta, Nancy Pineda-Madrid y Michael Lee, entre otros colegas procedentes de universidades católicas estadounidenses como el Boston College que fue la institución anfitriona. El énfasis lo hicieron en la migración latina como clave hermenéutica teológica transcultural. De ahí la importancia de la comunidad como núcleo de cuidado mutuo de la identidad de los ancestros y la sabiduría de las comunidades cristianas latinas de los Estados Unidos que, enfrentándose a un ambiente hostil de racismo y exclusión, viven con devoción y fiesta la cercanía del Dios viviente y de María de Guadalupe como «madre de la nueva creación»14. Esta teología latina estadounidense se reconoce heredera de la teología de la liberación en su primera generación, con pioneros como Virgilio Elizondo y María Pilar Aquino, buscando al Dios de los pobres en los rostros de las personas migrantes indocumentadas que «peregrinan por el desierto de muerte buscando un valle de vida»15.

Tres narrativas teológicas cercanas, aunque con interlocutores y mediaciones teóricas diversas. El suelo común que les da sustento es la religiosidad popular latinoamericana y caribeña, de matriz cristiana pero en simbiosis con otras sabidurías ancestrales, inculturadas en diversos contextos. La diferencia radica, a nuestro parecer, en el método teológico propio y sus mediaciones teóricas y práxicas. Por ejemplo, la primacía de la mediación socio-analítica es prioritaria para la teología de la liberación, pero no parece serlo para la teología del pueblo ni para la teología latina estadounidense. En cambio, la valoración principal de la religiosidad popular como expresión del sensus fidelium, acompañada de la compasión pastoral por el pueblo marginado, parece caracterizar un páthos propio de la teología del pueblo y, en un estilo propio de la cultura estadounidense, de la teología latina en ese contexto.

Podrían señalarse otros elementos comunes así como varios otros diversos e incluso opuestos de estas tres corrientes, por ejemplo los que corresponden a la crítica al imperialismo del capital, al pensamiento hegemónico neoliberal y a la racionalidad moderna instrumental depredadora. Pero no nos detendremos en ello en aras de subrayar en este capítulo de mirada retrospectiva lo que nos parece más relevante para la teología íbero-latino-americana-caribeña en el contexto presente de la des-globalización.

Nuevos signos de los tiempos

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