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ORIGEN DE LAS PATOLOGÍAS MENTALES

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Una importante proposición teórica del Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona es que los desórdenes y patologías mentales pueden interpretarse, de forma útil, como distorsiones o debilidades en áreas del modelo de la persona: la unidad cuerpo-alma, las relaciones interpersonales, la voluntad, la razón, las emociones y las capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas, además de las vocaciones y la virtud. Concretamente, la comprensión de un trastorno mental puede comenzar por observar primero su efecto o expresión en el cuerpo. Esto obviamente permite tratamientos médicos dirigidos a la intervención en el cuerpo, incluyendo el uso de medicamentos y dietas especiales. Estar encarnado significa que toda actividad mental tiene una base biológica y, por lo tanto, lo primero que hay que investigar con los pacientes es su estado corporal.

El siguiente dominio importante que evaluar es la condición de las relaciones interpersonales de un cliente tanto en el pasado como en el presente. Aquí, la teoría y la investigación sobre el apego temprano se vuelven especialmente relevantes. Además, es necesario evaluar los vínculos adultos o las relaciones interpersonales de una persona para comprender adecuadamente su trastorno psicológico.

La voluntad de la persona también se convierte en un aspecto central de evaluación del estado mental. La cualidad autodeterminante de la libre elección es tan central para la personalidad que deben evaluarse la fuerza, libertad y comprensión de la voluntad por parte del paciente. En particular, debe tenerse en cuenta cualquier restricción a la voluntad, como sucede en los comportamientos adictivos. La debilidad y las limitaciones de la voluntad producidas por el miedo y la ansiedad son aspectos adicionales que deben ser identificados. En resumen, ¿cuánta libertad en la voluntad y capacidad de agencia tiene la persona?

Otra dimensión que evaluar es el estado de la razón de la persona. Entre los aspectos centrales de esa evaluación se incluyen la complejidad de las capacidades racionales (Piaget, 1952; Piaget e Inhelder, 1969), la capacidad para participar en un razonamiento moral (Kohlberg, 1981, 1984) y los tipos de patrones de pensamiento irracional que tan bien identificaron los terapeutas cognitivo-conductuales Beck y Ellis. Se trata de comprender las capacidades racionales de una persona y sus distorsiones. El enfoque católico integrado permite llevar a la terapia también el desarrollo de la razón y el conocimiento de la verdad y la bondad, no solo con respecto a uno mismo y a los demás, sino también con respecto a un conocimiento general de Dios y al amor como entrega de uno mismo.

Las patologías de las emociones son, por supuesto, comunes, y la ansiedad y la depresión son las más obvias. En este aspecto, el Meta-Modelo Cristiano Católico reconoce muchas de las importantes contribuciones de los enfoques seculares existentes.

Las patologías incluidas en el dominio sensorial-perceptivo-cognitivo suelen ser neurológicas, y este modelo no tiene nada especial que aportar aquí, salvo reconocer la importancia de este tema, especialmente en lo que respecta a la imaginación.

¿Es incapaz la persona de discernir sus llamadas o vocaciones, o existen bloqueos, como la incapacidad para establecer compromisos? Una característica adicional por evaluar es la presencia e intensidad de las principales virtudes en la personalidad del paciente. ¿Qué virtudes parecen estar casi ausentes? ¿Qué virtudes podrían reforzarse para ayudar a superar los problemas psicológicos? Algunos trastornos de la personalidad, por ejemplo, pueden conceptualizarse, al menos parcialmente, como relacionados con la ausencia de ciertas virtudes (por ejemplo, la falta de empatía y justicia en la personalidad antisocial).

El aspecto final de la persona, que debe considerarse cuando se evalúa la naturaleza de un trastorno, queda implícito en la suposición católica de la existencia de la moralidad objetiva. En este caso, la posición católica es que algunos desórdenes mentales son consecuencia de la violación de la ley moral. Estos trastornos suelen ser de carácter sexual, por ejemplo, la promiscuidad. Sin embargo, el fracaso del amor comprometido con el cónyuge o el hijo y la ausencia de buenas obras realizadas por otros son también fracasos morales que pueden tener consecuencias psicológicas negativas. La posición católica es que la moralidad relevante a los temas que podrían surgir con la mayoría de los clientes y profesiones de la salud mental se aborda claramente en la enseñanza social y moral de la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica, 2000, y varios documentos del Vaticano II y el magisterio de la Iglesia).

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

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