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SCENA PRIMA

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Roma. — Habitación en casa de Antonio

ANTONIO, OCTAVIO y LÉPIDO, sentados alrededor de una mesa.

ANTONIO. — Todos éstos, entonces, tienen que morir. Quedan sus nombres anotados.

OCTAVIO. — Es preciso que vuestro hermano muera bien. ¿Consentís, Lépido?

LÉPIDO. — Consiento.

OCTAVIO. — Anotadlo, Antonio. .

LÉPIDO. — Pero a condición de que no vivirá Publio, el hijo de vuestra hermana, Marco Antonio.

ANTONIO. — No vivirá. Mirad. Con esta señal le condeno. Mas id, Lépido, a casa de César, traed el testamento, y veremos el modo de suprimir algunas mandas de los legados.

LÉPIDO. — ¿Qué, os encontraré luego aquí?

OCTAVIO. — Aquí o en el Capitolio.

(Salé LÉPIDO.)

ANTONIO. — Éste es un majadero, que sólo sirve para hacer recados. ¿Conviene que, dividido el mundo en tres partes, venga él a ser uno de los tres que ha de tener parte?

OCTAVIO. — Así lo juzgasteis, y pedisteis su voto sobre quiénes debían ser anotados para morir, en nuestra negra lista de proscripción.

ANTONIO. — He vivido más que vos, Octavio, y aunque confiáramos tales honores a este hombre, a fin de aliviarnos de varias cargas calumniosas, él no los llevará sino como lleva el asno el oro, jadeando y sin aliento bajo la faena, guiado o arreado, según le señalemos el camino. Y cuando haya conducido nuestro tesoro adonde nos convenga, entonces se le quita la carga y, como el asno descargado, se le deja marchar í» sacudir las orejas y patas en los prados comunales.

OCTAVIO. — Podéis hacer lo que queráis; pero es un soldado experto y valiente.

ANTONIO. — También lo es mi caballo, Octavio, y por eso le asigno su ración de forraje. Es una Criatura a la que he enseñado a combatir, encabritarse, detenerse y correr en línea recta, gobernados siempre por mi inteligencia los movimientos de su cuerpo. Hasta cierto punto, Lépido no es otra cosa. Necesita ser adiestrado, dirigido y estimulado a ir adelante. Es un individuo de natural inútil que se alimenta de inmundicias, desechos e imitaciones que, usados y gastados por otro, para él constituyen la última moda. No hablemos de él sino como de un trasto. Y ahora, Octavio, oíd grandes cosas: Bruto y Casio están reclutando tropas. Debemos hacerles frente sin demora. Reforcemos además nuestra alianza, conquistemos a nuestros amigos más leales, ensanchemos nuestros recursos y reunámonos en seguida en consejo para poder descubrir mejor los planes ocultos y afrontar los peligros evidentes.

OCTAVIO. — Hagámoslo así. Porque estamos en el poste; numerosos contrarios nos rodean, y me temo que algunos de los que nos sonríen abrigan en su corazón infinitas maldades.

(Salen.)

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