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LA FORTUNA DE UN SEGUNDÓN

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Ante la desgracia del primogénito, la familia se volcó en el segundo. Archambaud era tan solo un oficial joven y guapo sin dinero, por lo que se vio obligado por sus padres a lograr un buen matrimonio, algo que finalmente se consiguió. Su madre tenía unas cuantas sobrinas lejanas, la más rica de las cuales era Sabine de Senozan de Viriville, nieta del conde de Vienne, primo de su madre, cuya hija Claudia se había casado en 1761 con Jean-François Olivier de Senozan. El matrimonio había muerto en 1769 dejando una sola hija, Sabine, que, gracias a diversas herencias, se había convertido en uno de los mejores partidos de Francia. Su fortuna no era comparable con su linaje (algunos llegaron a hablar de mésalliance), pero permitía pasar por alto sus orígenes poco ilustres, dado que su nobleza era reciente y debida a la compra de cargos parlamentarios. También el benjamín, Bosun, hizo en su día un buen matrimonio en el mundo de las finanzas.

Según resulta del contrato nupcial, la novia de Archambaud disponía de una renta de 20.000 libras para su uso personal y aportaba otras 100.000 libras al matrimonio procedentes de la venta de parte de sus bienes muebles. La aportación del novio consistía, más que en bienes concretos, en «esperanzas», entre las que destacaban las tierras de l’Angoumois que heredaría de su bisabuela cuando esta muriera. Todo ello a costa de dejar sin un céntimo a Charles-Maurice con el argumento de que ya se encargarían de él la Iglesia y su tío el arzobispo. En cuanto a las gracias personales de la joven, que no había cumplido aún dieciséis años (Archambaud tenía diecisiete), parece que no eran muchas: «Tiene una cabellera soberbia, hermosos dientes, no es baja y, con un poco de colorete, su tez resulta bonita [...] es alegre, sabe música y le ama mucho», he aquí cómo la describió en una carta Mademoiselle Charlemagne, amiga de la familia y gouvernante de los hijos de Charles-Daniel y Alexandrine.

La boda tuvo lugar en el Hôtel de Senozan a principios de 1779. El rey, la reina y toda la familia real habían firmado el contrato nupcial pocos días antes de la ceremonia religiosa que bendijo el cardenal de la familia del novio. A la ceremonia siguieron unas cuantas grandes cenas en los palacetes1 de Châtelet, de Guerchy y en el de los Talleyrand. En ningún momento hizo acto de presencia Charles-Maurice, que prefirió desaparecer. Ni siquiera menciona la boda en sus memorias. No tardaría en ser ordenado discretamente sacerdote en Reims.

En aquel momento Archambaud aún estaba desarrollando su personalidad, pero no tardó en revelarse como un joven cortesano de escasa inteligencia al que solo apasionaban las mujeres y el juego. Siempre endeudado hasta las cejas, en 1786 su affaire con la duquesa de Guiche, hija de la duquesa de Polignac y educada bajo la mirada de la reina, constituyó un auténtico escándalo. Durante una visita nocturna del joven a la dama en Versalles, la llegada inesperada del marido obligó al amante a saltar desde una ventana del primer piso, a consecuencia de lo cual se dislocó una rodilla. Se dice que Luis XVI comentó el episodio con estas palabras: «Puesto que parece absolutamente necesario que estemos rodeados de putas, por lo menos que se las aloje a todas en la planta baja». Una de las pocas bromas que se le conocen.

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