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Un archivo sui generis y sus públicos potenciales

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A propósito del nombre de este archivo, vale la pena cuestionarnos: ¿a qué se refiere el término audiovisual?, ¿qué lo hace etnográfico?, ¿es realmente un archivo? En el desarrollo de este proyecto de investigación se ha pensado que el AEA no era exactamente un archivo, o era quizá uno muy peculiar. A pesar del nombre que lleva y de que se construyó una retórica de archivo etnográfico (al viejo estilo de los museos etnográficos, las colecciones privadas o los gabinetes de curiosidades), al no haber un corpus de material preexistente que ordenar, en el AEA en realidad no había políticas archivísticas claras ni prácticas rigurosas de preservación, clasificación y puesta en acceso, ni una promoción y difusión efectivas del patrimonio audiovisual generado.15


Se trataba de producir materiales audiovisuales, principalmente cine etnográfico, con el objetivo de conformar un acervo útil en el futuro. Pero ahora que ese futuro nos ha alcanzado, resulta impostergable preguntarnos: ¿de quién, para quién o para qué es este patrimonio audiovisual? ¿Es acaso el Estado el único responsable del resguardo de este acervo? ¿De qué manera y con quiénes debería compartirse la custodia de estos materiales? Además de garantizar su óptima preservación y de redoblar esfuerzos para su divulgación, ¿podríamos imaginar un escenario favorable para la restitución o devolución de las películas del AEA a las comunidades indígenas en donde fueron filmadas?

En este mismo orden de preguntas, ¿quiénes fueron, quiénes han sido y quiénes faltan de ser espectadores del cine del AEA? Es bastante claro que el archivo no pretendía elaborar películas para el público en general. Se trata de un cine de nicho, para especialistas, el cual buscaba hacer un registro visual sistemático de los modos de vida tradicionales para futuras investigaciones, y eventualmente para la formación de nuevas generaciones de antropólogos y etnógrafos. Cabe mencionar que algunas películas del AEA ganaron Arieles y otros premios importantes en festivales internacionales de cine. Cuando se digitalizaron las películas y se editaron en DVD por parte de la CDI, alrededor de 2010, hubo una muestra en la Cineteca Nacional. Podemos asumir que quienes más han aprovechado este cine son los estudiantes y profesionales del cine, cinéfilos, documentalistas, así como historiadores, sociólogos y comunicadores. También se podría afirmar que nunca se contempló que los propios indígenas que aparecen filmados fueran los destinatarios de estas películas. Así, nuevamente quedan pendientes investigaciones más precisas sobre los espectadores y los no-espectadores de este cine etnográfico post indigenista.

Actualmente, en el contexto de la pandemia, el INPI ha liberado, a cuentagotas, algunos títulos a través de plataformas digitales, como FilminLatino, y otros más han participado en algunas muestras de cine en línea sobre pueblos indígenas. Pero fuera de estos casos excepcionales, este acervo no se ha vuelto de acceso abierto aprovechando las nuevas posibilidades de internet y los medios electrónicos. Por tanto, incluso hoy en día, el corpus del AEA sigue siendo un tesoro difícil de encontrar. Este desencuentro entre las películas del AEA y sus públicos hipotéticos y potenciales constituye una preocupación central de esta publicación que conlleva el propósito de contribuir, de algún modo, a revertir esta situación.

Redescubriendo el archivo etnográfico audiovisual

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