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XIX. CARTA A LOS EMPERADORES SOBRE ESMIRNA

Al emperador César Marco Aurelio Antonino Augusto [1] y al emperador César Lucio Aurelio Cómodo Augusto, os saluda Elio Aristides.

Antes, grandísimos emperadores, os enviaba obras preparadas para concursos, discursos, y cosas parecidas, pero ahora el hado me ha proporcionado otro asunto: yace Esmirna, la joya de Asia, el adorno de vuestro imperio, aniquilada por el fuego y los terremotos. Por los dioses, ofreced vuestra mano, ofrecedla como es propio de vosotros. En verdad, Esmirna, que ha sido la ciudad más favorecida de la Hélade de hoy en día, tanto por parte de los dioses como por vuestra parte, es decir tanto por todos los emperadores que el tiempo ha ido trayendo como por el senado, ha sufrido el daño más grande de los que se recuerdan. Pero sin embargo, incluso en estas circunstancias, el hado preservó un elemento a la manera de esperanza de salvación: vosotros visteis la ciudad 1 , conocéis la pérdida. Recordad [2] lo que dijisteis cuando la mirasteis todavía en camino; recordad lo que dijisteis cuando entrasteis, cómo fuisteis tratados, cómo os sentisteis. Se celebraban las Teoxenías 2 , y vosotros descansabais como en la más civilizada de vuestras posesiones. ¿Qué perspectiva no os agradaba? ¿Qué elemento, de entre todos, contemplasteis en silencio y sin que vosotros pronunciarais un elogio conveniente? Cosas que no habéis olvidado tras marcharos. Todo eso ahora son cenizas. [3] Aquel puerto ha cerrado los ojos, la belleza del ágora ha perecido, los adornos de las avenidas han desaparecido, los gimnasios de aquellos hombres y niños están destruidos completamente, de los templos, unos yacen en el suelo, otros se han hundido. La que era de entre las ciudades el más encantador espectáculo y sinónimo de la belleza 3 se muestra ante todos los hombres como la más inconveniente visión. Una colina derruida y muerta, y el céfiro sopla furioso sobre el yermo. Todo lo que ha sobrevivido pone su mirada en vosotros, y en vosotros toda el Asia completa pone sus ojos, rogando toda reunida, ahora y siempre, el bien para vosotros, pero para Esmirna vuestra piedad, si es que Esmirna es su solar.

[4] En efecto sé que voy a pronunciar un discurso extraño, pero no insensato; al menos eso creo. Pues, incluso si el asunto os parece indiferente, ha resultado ser propio de vuestra buena fortuna que ha proporcionado un motivo por el que desplegar vuestra naturaleza de la mejor y más briliante manera, después de aquellas abundantes y grandes hazañas con las que os mostrasteis en un tiempo anterior. Pues para mí, ni Lisímaco, ni el mismo Alejandro, ni Teseo y las otras leyendas 4 , sino vosotros habéis llegado a ser los fundadores de la ciudad; vosotros establecedla nueva desde el principio; que toda la ciudad, y en todos los aspectos, llegue a ser vuestra. Si queréis considerarla como velo de las princesas, o como diadema de los emperadores, o de cualquier otra manera que queráis, así salvad la ciudad. ¿A qué fundadores, a qué reyes no eclipsaríais? ¿Qué cotas de magnanimidad no sobrepasaríais al hacer que cuanto con el tiempo y de manera progresiva la ciudad había adquirido formase parte de una sola fundación? Y estas cosas no las [5] digo como si estuviera aconsejándoos, o como si estuviera enseñando a unos ignorantes, no me he vuelto tan insensato a consecuencia de esta desgracia, pero en verdad los hombres acostumbran a suplicar así: «concede la victoria a Áyax» y «séme ahora propicia, Atenea» 5 . Tampoco puede tomarse a mal el que os escriba de la misma manera en la que tratamos con los dioses. Y a los dioses suplicamos por estas cosas, pero nosotros necesitamos de vosotros, los más divinos gobernantes; de alguna manera es hermoso pedir tales cosas tanto a los dioses como a los hombres.

Quizás deseáis escuchar cómo yo mismo me libré. Algunos [6] días antes de estos acontecimientos, el dios 6 me puso en camino y me condujo hacia cierto fundo 7 que tengo y me ordenó permanecer en la finca; en ella me encontraba cuando me enteré de los acontecimientos. Pero cuando me enteré, no pude conservar la tranquilidad, y nada me faltó, creo, salvo invocar a los dioses y a vosotros. Por todo esto, ni esperé a la embajada común, ni creí conveniente orientarme hacia otra cosa salvo a lo que debía hacer, sino que, pensando que, si a alguna otra persona de entre todas le (convenía) tratar el asunto (con vosotros), también a mí me convenía, me ordené a mí mismo ministro, creyéndome digno, si no de alguna otra cosa, sí al menos de [7] lamentar en voz alta las desdichas de la ciudad. Otros que tuvieron influencia junto a los reyes obtuvieron regalos para sus patrias cuando atravesaban por momentos felices, pero yo, si es que también tengo algún ascendiente sobre vosotros, os pido y suplico que concedáis esta gracia a la ciudad, que no sea lanzada lejos como un utensilio roto al que se le reprocha su inutilidad, sino que sea traída de nuevo a la vida por vuestro medio. Me viene a la mente así mismo la historia de Solón, del que se dice que, tras disolverse su constitución, tomando el escudo y la lanza, los colocó delante de su casa ya que no podía prestar ayuda, creo, pero así mostró como pensaba 8 . Pero mi contribución es incluso mayor. Pues, si en nada puedo colaborar con mi trabajo, sé que es conveniente para la empresa invocar vuestra filantropía de manera que mi esfuerzo no será en vano. [8] Y cuanto se encuentra fuera de las puertas de ningún modo me turba, puesto que no compartía la alegría de los magistrados cuando se tomaban un interés superfluo 9 . El que quiera que pida para éstos, lo mío nada estorba. Pero de buena gana corro hacia ese día en el que vea todo levantado, todo lo que está dentro del recinto de la ciudad. tanto los antiguos como los nuevos recuerdos que os honran y los que provienen de vuestra mano, todo lo que proporciona honra a la ciudad ante los hombres del mismo rango y los extranjeros que acuden, y todo aquello que proporciona además principio de toda fortuna y consuelo de toda desgracia a los extranjeros.

Cuando pienso para mí que uno de los emperadores antiguos, [9] no de vuestra casa —pues no podría suceder, ni hubiese sido propio de ninguno de vosotros— sino uno de los primeros, jugando a las damas, según se cuenta, en medio del juego dijo así, de pasada, que no quería que los nasamones existieran; más tarde los nasamones perecieron 10 . Y creo que de vosotros se podría esperar en justicia que, si os tomaseis interés, hicieseis uso de vuestros propios hábitos, y tan sólo dijeseis y declaraseis que vuestro deseo es que Esmirna exista, mostraríais rápidamente a todos nosotros lo que deseamos. No voy a hacer uso más de ejemplos extraños, [10] sino de los vuestros mismos: la solicitud tan grande que mostrasteis por la ciudades de Italia, de manera que las habéis recuperado de todos sus problemas 11 . Habéis recobrado a aquellas ciudades que ciertamente estaban enfermas desde antiguo, pero a Esmirna, que florecía en la actualidad y que ahora mismo ha sido derribada, colocadla de nuevo entre el número de las ciudades, antes adornando [11] sus templos, ahora salvando toda su dignidad. La ciudad es digna de ser salvada no sólo por su apariencia, sino también por la buena disposición que siempre mostró hacia vosotros, pues tomó parte en vuestro favor en la guerra contra Antíoco 12 , en la guerra contra Aristonico 13 , sosteniendo sitios y manteniendo batallas no insignificantes, de las que todavía se conserva recuerdo en las puertas. Además, cuando necesitaron ropa para vuestro ejército y, el general que lo mandaba había muerto, llevando a la ciudad el cadáver, le tributaron honras fúnebres dentro de las actuales murallas 14 y repartieron túnicas para los soldados, dándo cada [12] ciudadano la suya a un soldado 15 . Tales fueron los gastos que en vuestro favor emprendieron nuestros gobernantes. ¿Qué cosas hicieron en favor de sus congéneres, los demás griegos? Ponerlo por escrito no sería pequeña tarea, pero en una época en la que tuvieron lugar continuos terremotos y hambres en la región costera de Asia, en la que algunos lugares fueron destruidos por las simas, y en la que toda clase de desgracias asaltaron a las ciudades, con trigo y dinero y sin reserva de interés salvaron a estas ciudades: Quios, Eritrea, Teo, Halicarnaso 16 . Mientras que entonces una sola ciudad bastó para socorrer a las demás, ahora no hay para ella una ciudad suficiente para auxiliarla. La esperanza está en vosotros.

Y antiguamente recibía los premios de sus trabajos, tierra, [13] panoplias y botín, con los que vosotros la honrasteis. Pero ahora el hado le ha otorgado la primacía en las desdichas, cuya liberación está en vuestras manos. El cambio de fortuna, de entre todos sus premios, sería el más digno de contar y admirar. Se dice que consiguió tan espléndidamente el templo que ahora yace derribado, que, en la competición entablada, Asia fue elegida de entre las otras provincias, y de entre las ciudades de Asia tal era Esmirna que el resto de Asia obtuvo siete votos y sólo para esta ciudad hubo cuatrocientos 17 . Este templo, posiblemente, podría salvarse por la acción de la provincia de Asia 18 , si a vosotros os parece bien, pero la reconstrucción de toda la ciudad es cosa únicamente vuestra, a quienes los dioses concedieron tan importantes recursos. Cuando dirijo la mirada [14] hacia la grandeza del desastre me parece que ninguna palabra es suficiente, sino que todas se quedan cortas, pero, cuando dirijo la mirada hacia vuestra virtud, naturaleza y disposición para la beneficencia, me sucede que temo que pueda parecer que hablo más de lo conveniente. Creo que, en efecto, esto no es así; pero si fuese así, sé que me perdonaréis. Ciertamente también un hombre dice muchas cosas, incluso contrarias a su naturaleza, llevado por la desgracia, especialmente cuando de ningún modo podía esperarla.


1 Los emperadores visitaron la ciudad en la primavera de 176, tras la sublevación de Avidio Casio; cf. M. L. ASTARITA , Avidio Cassio , Roma, 1983, págs. 155-162; J. M. CORTÉS , Elio Aristides ..., págs. 156-159.

2 Festival en honor a Apolo; cf. J. C. CADOUX , Ancient Smyrna ..., pág. 278.

3 La belleza de Esmirna era considerada proverbial. ESTRABÓN , XIV 646. Formaba parte también de su titulatura oficial, Inscrip. Graec. ad Res Roman. Pertin . IV 1419-21 y 1424. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ..., págs. 171-201, con la descripción de sus monumentos más destacados.

4 Cf. XVII 2-4.

5 HOMERO , lliada , VII 203 y V 117.

6 Asclepio.

7 Esta finca probablemente sea Laneo, en Misia; cf. C. BEHR , Aelius Aristides ..., pág. 6.

8 ARISTÓTELES , Constitución de los atenienses , 14,2.

9 Esta oscura indicación hace referencia a ciertos problemas desconocidos de urbanización fuera de las murallas de la ciudad.

10 Se trata de Domiciano quien en 85-86 dio la orden de exterminar a la tribu norteafricana de los nasamones; cf. DIÓN CASIO , LXVII 4, 6.

11 El favor de Marco Aurelio para las ciudades italianas (Historia Augusta, Vida de Marco 11,3), cuando suministra trigo en épocas de hambre. También tomó medidas para proteger de la extorsión a los colonos de las fincas imperiales sitas en Italia; Historia Augusta, Vida de Marco , 11, 9; cf. M. ROSTOVTZEFF , Historia social y económica del Imperio romano , 4a ed., Madrid, Espasa Calpe, 1981, vol. I, págs. 390-407 y vol. II, pág. 235, n. 29.

12 Antíoco III, rey de Siria, derrotado en 190 a. C. por los hermanos Escipión. Esmirna, para conseguir el auxilio romano frente a las pretensiones del rey, erigió en el 195 un templo a Dómina Roma como diosa protectora. Los marineros de Esmirna, bajo mando romano, contribuyeron decisivamente a la victoria frente al rey; cf. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ... págs. 129-140.

13 Aristonico pretendió el trono del reino de Pérgamo tras la muerte de Átalo III (133 a. C.). No consiguió nunca el apoyo de las ciudades porque habían sido declaradas libres en el testamento del rey. Fue derrotado en 129 a. C.; cf. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ..., pág. 146.

14 P. Licinio Craso, quien fue muerto al inicio de la guerra contra Aristonico. Fue enterrado fuera de las murallas, pero en tiempos de Aristides ya estaba dentro; cf. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ..., pág. 147, n. 1.

15 El reparto de ropa tuvo lugar al final de la primera guerra contra Mitrídates, con evidente confusión por parte de Aristides, mientras Sila invernaba con su ejército en el año 85-4 a.C.; cf. TÁCITO , Anales IV 56; cf. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ..., pág. 157, n. 4.

16 No hay seguridad sobre la fecha de estos terremotos.

17 El templo estaba dedicado a Tiberio, Livia y el Senado. La adjudicación definitiva tuvo lugar en el 26 d. C.; cf. TÁCITO , Anales IV 15; 37; 55-56 y DIÓN CASIO , LIX 28, 1. Sólo se vio afectada la provincia de Asia. En la elección tuvo mucho peso los servicios prestados a los romanos; cf. C. J. CADOUX , Ancient Smyrna ..., págs. 239-240; D. MAGIE , Roman Rule ..., págs. 503-504.

18 El templo de Cícico también fue reconstruido con fondos provinciales, cf. Introducción al discurso, XXVII.

Discursos IV

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