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INTRODUCCIÓN

El discurso XXIII, Sobre la concordia a las ciudades , es la obra más política de las que de se conservan de Aristides. Tras el panegírico pronunciado en la ciudad de Cícico con motivo de la inauguración del templo de Adriano 1 , nuestro orador se retiró a las propiedades familiares que poseía en Misia a finales del verano de 166. Allí, según relata en los Discursos Sagrados 2 , recibió una nueva orden de su guía y protector, Asclepio: debía emprender camino a Esmirna. No obstante, cuando ya se encontraba en ruta el dios decidió cambiar su destino final, éste ahora sería Pérgamo. Eran los primeros días del año 167 y en la capital de la provincia se celebraba el año nuevo; el día tres de enero se procedía a la proclamación solemne de votos. Las celebraciones estaban organizadas por la asamblea de ciudades de la provincia de Asia, o Koinón asiático. En estas circunstancias Aristides tuvo la oportunidad de presentar su discurso 3 . Lo hizo en el Salón del Consejo de la ciudad de Pérgamo que se estaba utilizando como sede de las reuniones oficiales.

Desde finales del s. I d. C. las ciudades griegas que estaban bajo el dominio romano venían enzarzándose en una serie de disputas que podían llegar a poner en peligro la estabilidad del orden romano 4 . La realidad era que no discutían por parcelas reales de poder como había ocurrido en los lejanos tiempos de la independencia griega —el Imperio no lo permitiría—, pero no por ello dejaba de tener consecuencias importantes. El objeto de la rivalidad lo definían como tà prōteîa , es decir aquel grupo de elementos que concedían la primacía o la preeminencia sobre las demás ciudades. En realidad, no eran sino un conjunto de concesiones meramente formales en la mayoría de los casos que servían para establecer un jerarquía ciudadana. Así por ejemplo, entre estos elementos figuraban designaciones honoríficas como «primera de Asia», también el permiso romano para levantar un templo en honor del emperador, que convertía a la ciudad en neocora o guardiana del templo —y aquí volvía a surgir la disputa haciéndose llamar algunas ciudades «primera neocora» o buscando una segunda concesión de un templo, o incluso una tercera—. No obstante, este clima de inestabilidad, aunque se tratara de una disputa que carecía de un auténtico contenido político, podía llegar a convertirse en una seria amenaza para lo que sobrevivía de la autonomía ciudadana. Las dificultades que la aristocracia urbana tenía para controlar el proceso, una vez que había conseguido excitar a sus respectivos pueblos para que se mostrasen hostiles contra sus vecinos, y las dificultades que tenía también para controlarse a sí misma, puesto que algunos miembros de las élites ciudadanas utilizaban la rivalidad como medio de ascenso social, podía acabar destruyendo hasta el régimen municipal en el que vivían. La permanente disputa ofrecía a los gobernadores un campo abonado para aumentar su intervención en ámbitos que en principio escapaban al ámbito de sus competencias. El último reducto de la libertad griega podría así llegar a desaparecer.

La situación había sido denunciada por algunos otros pensadores, entre ellos Plutarco y, especialmente, Dión de Prusa 5 . Pero ninguno de los dos había conseguido volver razonables a los protagonistas de tan desagradables prácticas. Aristides vuelve a intentarlo aprovechando la nueva coyuntura imperial. Acabada victoriosamente la guerra contra los partos, y estando muy reciente la presencia del emperador Lucio Vero, el sofista considera que ha llegado el momento para poner fin a esta situación. La propuesta del sofista consiste en reforzar la estructura de la asamblea provincial, del Koinón , de manera que deje de constituir el marco de la rivalidad para pasar a ser una institución fuerte con personalidad propia dentro del Imperio. Avala su opción política con la referencia a un mandato imperial (§ 73). Posiblemente sea una orden de Adriano a través de la que se exhorta a las ciudades griegas a entrar en concordia y definir así un nuevo parámetro de jerarquización. Si hasta ahora las ciudades intentaban destacar por la obtención de privilegios particulares, el emperador promete tener en especial estima a partir de ese momento a aquellos que se esfuercen por fomentar un nuevo clima en las relaciones interciudadanas.

Como es natural, resulta muy difícil medir los efectos inmediatos de una obra como ésta. No obstante existen algunos elementos que pueden llevar a suponer que constituyó un revulsivo en la situación de la provincia de Asia. Durante el reinado de Marco Aurelio se acuñaron monedas en las que figuraba el lema CONCORDIA y que se referían a Éfeso y Esmirna. En los primeros años de Cómodo otras monedas portadoras del mismo lema incorporaban el de KOINON 6 . Tímidamente al parecer se había entrado en el camino de la solución.

La obra se puede organizar en los siguientes apartados:

1-7:

Proemio.

8-26:

Elogio de la provincia y sus ciudades.

27-40:

Concordia y facción.

41-53:

Ejemplos históricos.

54-58:

Guerra y facción.

59-80:

La situación bajo el Imperio y ventajas de la unión.

La edición utilizada ha sido la de B. Keil, aunque se han aceptado algunas lecturas diferentes de W. Dindorf, y C. Behr.



1 Cf. la introducción a XXVII.

2 LI 18-29.

3 C. BEHR , Aelius Aristides ..., pág. 104. A. BOULANGER , Aelius Aristide ..., pág. 162 colocaba el discurso entre 161 y 165, pero olvidaba la referencia al fin de la guerra pártica de § 3. Cf. J. M. CORTÉS , Elio Aristides ..., págs. 135-141.

4 D. KIENAST , «Die Homonoiaverträge in der römischen Kaiserzeit», Jahrbuch für Numism. u. Geldgeschichte 14 (1964) 51-64. A. R. R. SHEPPARD , «Homonoia in the Greek Cities of the Roman Empire», Ancient Society 15-17 (1984-86) 229-252. F. GASCÓ , Ciudades griegas en conflicto . I-III d. C., Madrid, 1990.

5 Cf. DIÓN DE PRUSA , XL, XLI y XLII. P. DESIDERI , Dione di Prusa. Un intellettuale greco nell’impero romano , Florencia, 1978, págs. 376-468.

6 R. PERA , Homonoia sulle monete da Augusto agli Antonini , Génova, 1984, págs. 105-109.

Discursos IV

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