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El suicidio en contextos universitarios

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Así como en los anteriores contextos presentados, el suicidio en escenarios universitarios ha sido estudiado desde distintas perspectivas y en diferentes departamentos del país. En este contexto, también se identifica mayor prevalencia de estudios de carácter cuantitativo y de miradas de la psiquiatría que tienden a medir y estudiar la depresión o la ansiedad a través de cuestionarios, como el inventario de depresión de Beck, o el Inventario de Ideación Suicida Positiva y Negativa (PANSI). Algunos estudios se centran en estudiantes de ciertas áreas de conocimiento o en el punto de avance en el que se encuentran (primeros o últimos semestres). También aquí son menos, aunque valiosos, los estudios de carácter cualitativo.

Dentro de las investigaciones que se han hecho en el departamento de Caldas se encuentra la de Amézquita, González y Zuluaga (2003), quienes estudiaron el fenómeno en la Universidad de Caldas al indagar sobre depresión, ansiedad y comportamiento suicida. Allí identificaron características como la prevalencia de depresión y ansiedad en estudiantes de humanidades, mayoritariamente mujeres. En cuanto al suicidio, identificaron mayores tendencias en estudiantes de programas como Filosofía y Letras y Desarrollo Visual.

En la misma región, Arango et al. (2010) hicieron un estudio con estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Manizales en el que buscaron medir el síndrome de Burnout y sus factores asociados. Allí encontraron riesgo suicida en 11.8 % de la muestra (conformada por 234 estudiantes), relacionado con altos niveles de ansiedad, depresión y acoso. Otro estudio que se hizo en esta ciudad buscó determinar el riesgo de suicidio en estudiantes en la UN - Sede Manizales. Si bien identificaron riesgos, sus niveles son más bajos que los de otros grupos de jóvenes universitarios (Castaño et al., 2015).

En la zona norte del país también se encuentran estudios, como el de Alonso et al. (2008) en una universidad privada de Barranquilla. Los autores buscaron identificar allí conductas de riesgo para la salud en estudiantes de primeros semestres y encontraron (sobre una muestra de 540 estudiantes) que en el 4.3 % de los casos han considerado el suicidio, y de este grupo 78.3 % ha planeado hacerlo y 65.2 % lo ha intentado (p. 240).

En la Universidad de Magdalena se realizó una investigación sobre los niveles de depresión de estudiantes de programas de ciencias de la salud, en la que se identificó alta prevalencia de depresión en estudiantes de estas áreas (52 %), factor que puede aumentar el riesgo de suicidio (Ferrel, Celis y Hernández, 2011, p. 50). En la misma universidad, Ceballos y Suárez (2012) buscaron establecer la relación entre ideación suicida e inteligencia emocional en estudiantes de Psicología. Entre sus resultados, encontraron que de cada 100 estudiantes 5 presentaron ideación suicida; también identificaron una relación negativa entre la ideación suicida y la inteligencia emocional: “Entre mayor habilidad se presenta para reparar las emociones, es decir, para recuperarse emocionalmente, menor probabilidad de presentar IS [ideación suicida]” (p. 96).

Se han desarrollado también estudios sobre las formas de medir la ideación suicida. En la ciudad de Pasto, en Nariño, Villalobos (2010) presentó un estudio de validación del PANSI. Esta investigación se realizó en instituciones de educación secundaria y educación superior. Se encontró que el 35 % de los estudiantes mencionó una conducta suicida alguna vez. Además, a partir de sus resultados, el estudio reafirmó la validez del PANSI para las mediciones del suicidio.

Otro estudio que utiliza el PANSI —junto a otros inventarios— en la medición es el de Siabato y Salamanca (2015) en la sede principal de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Boyacá, con estudiantes que tenían entre 18 y 24 años. La investigación identificó que el 31 % de las personas que participaron en el estudio presentó ideación suicida, relacionada con factores como maltrato, separación familiar, enfermedad, depresión y dependencia emocional (p. 78).

Como se mencionó, se encuentran menos estudios desde perspectivas cualitativas. Uno de los estudios que brinda más información sobre el suicidio en jóvenes universitarios en Bogotá es el realizado por Franco et al. (2017), quienes entrevistaron a actores institucionales de cinco universidades en la ciudad, incluida la UN. Sobre el análisis de 45 casos de suicidios identificados, encontraron rasgos que coinciden con el comportamiento del suicidio a nivel nacional, como mayoría de hombres (68.9 %) frente a mujeres (31.1 %). Las formas de suicidio también coinciden: “Los hombres recurrieron al ahorcamiento, intoxicación, proyectil de arma de fuego, caída al vacío, sobredosis de sustancias psicoactivas y lanzamiento a un vehículo; el grupo femenino utilizó el ahorcamiento, intoxicación y caída al vacío” (p. 273). Otros resultados se relacionan con las áreas de conocimiento que estudiaban quienes se suicidaron: ciencias humanas y sociales (45 %); ingenierías, arquitectura, urbanismo y afines (22 %); ciencias de la salud (18 %); economía y administración (9 %); matemáticas y ciencias naturales (2 %); y bellas artes (2 %).

Frente a la investigación de Franco et al. (2017), Barrios-Acosta et al. (2017) se centraron en las respuestas institucionales de las universidades analizadas e identificaron procesos reflexivos. Recomiendan un trabajo colectivo, “un enfoque e intervención estratégica amplia que fusione las contribuciones de los servicios públicos y de las organizaciones institucionales y comunitarias, con la investigación académica, los estudiantes, entre otros posibles actores” (p. 157).

Otro estudio de carácter cualitativo es el de Ballesteros et al. (2010), quienes investigaron el suicidio desde la teoría de las representaciones sociales e indagaron por las perspectivas que tienen al respecto jóvenes estudiantes de la Universidad Surcolombiana en Neiva y la UN - Sede Bogotá. Desde este estudio se resalta la importancia de comprender lo que piensan y sienten las y los jóvenes sin imposiciones. Al respecto, cabe afirmar que:

Esto implica para la psicología y la psicología social considerar que la salud mental es también una construcción social e histórica y que la prevención y la promoción no pueden centrarse en visiones individuales, intrapsíquicas u orgánicas que pretendan solucionar el problema a través del afectómetro, sino que es preciso profundizar en otros aspectos de carácter histórico, social y cultural para construir una visión mucho más comprensiva y menos sesgada de los complejos procesos que constituyen el trasfondo del ser y actuar de la juventud colombiana. (Ballesteros et al., 2010, p. 542)

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