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Lidia:

Trabajadora y apóstola

Como leemos en los Hechos de los Apóstoles 16,11-55, Lidia era artesana y comerciante. Había nacido en Tiatira, pero vivía en Filipos. Vendía telas que compraba en su ciudad natal, y que eran más baratas porque la púrpura utilizada para teñirlas no procedía de un molusco, sino de una planta. Previamente convertida al judaísmo, al escuchar las enseñanzas del apóstol Pablo y su compañero Silas, se convirtió en cristiana. Y, como era líder de las mujeres que frecuentaban la casa de oración, muchas siguieron su ejemplo.

Bajo el poder romano que dominaba aquella sociedad, las mujeres estaban sometidas a los hombres y carecían de voz y voto. En las comunidades cristianas, sin embargo, era distinto; allí convivían fraternalmente, sin discriminaciones.

Así, Lidia ofreció su propia casa para que se llevaran a cabo las reuniones de los cristianos. Aquella fue la primera comunidad cristiana en la región de Macedonia. Lidia la administraba, protegía a sus miembros y puso a su disposición los bienes materiales con que contaba. Muchas veces, era ella misma quien dirigía a la comunidad, aunque se apoyaba en otras personas, porque ella viajaba bastante debido a su trabajo. Además de todo lo anterior, Lidia brindaba hospitalidad y protección política a los hermanos de fe que llegaban de otros lugares.

Es importante recordar que los apóstoles y los misioneros cristianos eran víctimas de persecución. Por ello, Lidia invitaba a Pablo y a Silas a que se quedaran en su casa. Cierta vez, ambos fueron juzgados y condenados por las autoridades de la ciudad, debido a que Pablo había desenmascarado a un supuesto “espíritu adivino” que se ocultaba tras las profecías de una joven. Además de padecer marginación por ser mujer y gentil, la adivina era esclava, y con sus augurios generaba mucho dinero para los hombres que la explotaban. Pablo y Silas fueron desnudados, atados, azotados y apresados, bajo la acusación de atentar contra las costumbres romanas. Cuando salieron de prisión, los dos se dirigieron a la casa de Lidia.

Como vemos, la contribución de Lidia a la evangelización de los llamados gentiles o paganos, y a la expansión de las comunidades cristianas entre ellos, fue muy grande. Fue una importante colaboradora del apóstol Pablo. Era líder, trabajadora y maestra, y fue convirtiéndose poco a poco en una verdadera apóstola.

Al mismo tiempo, ayudó a fomentar las relaciones fraternas e igualitarias entre todos los cristianos. A su alrededor, muchas mujeres –incluso las esclavas– se sentían acogidas, respetadas y reconocidas en su dignidad.


La tierra es nuestra casa común

y todos somos hermanos.

(Papa Francisco, Evangelii Gaudium 183).

Padre querido, aquí estoy, sola delante de ti.
Sé que tu mirada compasiva
abarca a tantas personas ligadas a mi vida,
a mi trabajo, a mis desplazamientos;
gente cercana y lejana, necesitada y dispersa.
A veces, lo más difícil es unir
a quienes están más cerca,
proteger a quien convive conmigo
en el día a día.
Otras veces, me siento tentada
a encerrarme en mi mundo
y olvidarme de todos los dramas
de la gran familia humana.
¡Despierta mi ser femenino,
oh Padre de todas y todos!
Ayúdame a abrir los brazos y el corazón,
y usar mis dones para unirme
a quienes buscan crear fraternidad.

Amén.

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