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¿MI BEBÉ TIENE VIDA EMOCIONAL?

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Muchos padres se sorprenden cuando les hablo de estadios emocionales del bebé durante su primer año de vida. Llevan el control de lo que comen sus hijos y de cuánto duermen, y son conscientes y a veces se preocupan por los momentos en que alcanzan los diversos niveles de desarrollo físico e intelectual. No obstante, parecen tener menos conciencia —y en consecuencia, menos interés— por la salud emocional de su bebé; por las habilidades que lo ayudan a controlar sus estados de ánimo, tener empatía hacia los demás y mantener buenas relaciones. La salud emocional no es algo que los padres debieran dar por sentado, sino que es algo que ha de enseñarse. Y tenemos que empezar a hacerlo pronto.

Enseñar a un bebé a ser sano emocionalmente es igual de importante que enseñarle cómo ir a dormir, controlar su dieta, alentar sus logros físicos o enriquecer su mente. Estamos hablando de los estados de ánimo y de la conducta de vuestro hijo: de su «inteligencia emocional», para usar el concepto que popularizó el psicólogo Dan Goleman en su libro del mismo nombre, publicado en 1995. El libro de este autor resumía los resultados de distintas investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas, durante las cuales los científicos han estado explorando los muchos tipos de «inteligencia» que existen, no sólo el que produce genios académicos. Y de todos los tipos, tal como han demostrado numerosos estudios, el más importante sea quizás la inteligencia emocional, la base sobre la que se construye cualquier otra habilidad y aptitud. No obstante, no necesitáis ojear todas esas investigaciones ni ser psicólogos para daros cuenta de la importancia que tiene la inteligencia emocional. Simplemente, mirad a vuestro alrededor. Pensad en los adultos que conocéis. ¿No habéis conocido nunca a nadie cuyo coeficiente intelectual se sale del baremo habitual y, sin embargo, es incapaz de conservar un empleo porque tiene «problemas emocionales»? ¿No hay muchos artistas excepcionales o científicos brillantes que no saben cómo relacionarse con otras personas?

Espera un segundo, Tracy, te estarás diciendo a ti misma justo en este momento, mientras observas a tu bebé que está al otro lado de la habitación, tenga seis semanas, cuatro u ocho meses. Sin duda querrás preguntarme: «¿No crees que es algo pronto para estar hablando de las emociones de mi bebé?».

En absoluto. Nunca es demasiado pronto. Cuando nació, tu hijo expresó sus emociones con aquel primer y enérgico llanto en la sala de partos. A partir de entonces, su desarrollo emocional —la forma en que reacciona ante los acontecimientos, su estado anímico general, su capacidad de autorregular y tolerar la frustración, su nivel de actividad, hasta qué punto se excita y cuánto cuesta tranquilizarlo, su sociabilidad, su reacción frente situaciones nuevas— irá avanzando al mismo ritmo que su desarrollo mental.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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