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LOS SENTIMIENTOS DE LOS BEBÉS

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La vida emocional de los bebés, exactamente igual que la nuestra, está regulada por el sistema límbico, una pequeña parte del cerebro que también se conoce como «cerebro emocional». No te preocupes, cariño, no pretendo darte una lección de anatomía. De hecho, la verdad es que las explicaciones científicas detalladas me marean. Todo lo que debes saber es que, al nacer, tu bebé tenía aproximadamente la mitad del circuito neuronal necesario para empezar a experimentar emociones. Dado que el sistema límbico se desarrolla de abajo a arriba, lo primero que madura son sus estructuras límbicas más bajas. Esta parte más baja del cerebro incluye la amígdala, con forma de almendra, que es como la oficina central de nuestras emociones. La amígdala alerta a otras partes del cerebro de que hay algo contra lo cual merece la pena reaccionar. En otras palabras, es la responsable de generar emoción pura: la espontánea respuesta al estrés agudo en el cerebro que provoca una aceleración del pulso y una descarga de adrenalina. El sistema límbico superior comienza a desarrollarse entre los cuatro y los seis meses, que es cuando la mente toma conciencia de las emociones. Aunque el cerebro de tu hijo continúa madurando hasta bien entrada la adolescencia, consideremos lo que ocurre sólo durante el primer año (en el capítulo 8 analizaremos los años de la infancia y las etapas posteriores):

MENOS DE CUATRO MESES. Incluso cuando tu bebé es una criaturita diminuta, su cerebro primitivo lo controla todo. Las emociones al nacer son espontáneas y algo incontrolables, tales como una mueca en respuesta al dolor por tener gases, por ejemplo. Sin embargo, al cabo de unas pocas semanas, el bebé sonreirá y también empezará a imitarte y eso es un síntoma de que ya está conectando con tu estilo emocional. Llorará para expresar que está incómodo o cansado y sonreirá y hará gorgoritos y ruiditos cuando se sienta feliz o excitado. Empezará a sostenerte la mirada cada vez durante más tiempo, desarrollará una sonrisa social y hará asociaciones simples pero importantes: si lloro, alguien vendrá a tomarme en brazos. Entonces el bebé comenzará a darse cuenta de que mediante llantos y expresiones faciales puede hacerte reaccionar para que satisfagas sus necesidades. Cuando tú respondes a esas señales, él aprende a confiar y cuando tú sonríes y lo imitas, él aprende a interactuar.

Recuerda, querida, que llorar es la única forma que tiene tu bebé de manifestar sus emociones y necesidades. Cuando tu hijo llora, no significa que seas una mala madre. Sencillamente es su manera de decir: «Necesito tu ayuda porque soy demasiado pequeño para hacerlo solito». El llanto, que a los padres primerizos les suena bastante ambiguo, es especialmente intenso de las seis a las ocho primeras semanas. Puede que tardes algunas de ellas en comprenderlo, pero pronto sabrás distinguir entre los llantos de hambre, aburrimiento, agotamiento y dolor. Si además conectas con el lenguaje corporal de tu hijo, te resultará más fácil interpretar esas señales. Y, tal como expliqué en el primer capítulo, aún mejor si el bebé sigue una rutina; en ese caso, tanto la hora del día como el momento de la rutina en que se encuentre te dirán mucho sobre sus emociones.

No obstante, a pesar de todo su encanto y sus cualidades absolutamente cautivadoras, de todos sus llantos y de todas sus quejas, los científicos sospechan que, de hecho, tu bebé al principio todavía no siente las emociones en su interior. En un experimento realizado con bebés de dos y tres días, se les administraron pequeñas cantidades de agua mezclada con vinagre o azúcar. Las expresiones faciales de los bebés mostraban claramente repugnancia (nariz arrugada, ojitos entrecerrados, lengua hacia afuera) o agrado (boca abierta, cejas elevadas). Sin embargo, mediante el uso de escáneres cerebrales los investigadores pudieron ver que había muy poca actividad en la corteza límbica, la zona del cerebro donde realmente se sienten las emociones.

Tal vez te sirva de consuelo saber que cuando tu bebé llora, sus llantos son un acto reflejo y más adelante no recordará el dolor. Esto no quiere decir que yo abogue por dejar llorar a los niños. No, de ninguna manera. Eso va contra mi filosofía del cuidado infantil. Más bien defiendo todo lo contrario, creo que mientras respondas a las llamadas de tu bebé y prestes atención a su «voz», los llantos no le causarán ningún daño duradero. También por esa misma razón a menudo recomiendo el uso de chupetes para los niños (véase la página 198), ya que los ayudan a calmarse por sí solos, una habilidad emocional clave. De todos modos, el factor más importante es tu respuesta a los llantos de tu hijo. Diversos estudios han demostrado que cuando los padres saben interpretar y reaccionar ante los diferentes tipos de llanto, sus bebés pasan sin apenas dificultades a lo que los expertos denominan «comunicación sin lloros», lo cual tiene lugar en algún momento entre las doce y las dieciséis semanas. A esa edad, la mayoría de bebés se han tranquilizado y lloran menos tiempo al día. También resulta más fácil saber qué quieren y sosegarlos.

ENTRE LOS CUATRO Y LOS OCHO MESES. Cuando el sistema límbico superior entra en acción, el cerebro de tu bebé da un gran paso adelante. Empezará a reconocer rostros familiares, lugares y objetos e interactuará mucho más con su entorno; incluso disfrutará de la compañía de otros niños. También se percatará de la mascota de la familia. Dependiendo del temperamento de tu bebé, de lo cual hablo en las próximas páginas, en esta etapa suele haber más alegría y risas que angustia y lágrimas. Te darás cuenta de que comienza a sentir y a comunicar sus emociones a través de sus expresiones faciales y de sus balbuceos y no sólo a través de sus llantos.

Ahora la vida emocional de tu bebé es más compleja. Algunos niños, a esta temprana edad, incluso empiezan a mostrar signos rudimentarios de que son capaces de controlar sus emociones. Por ejemplo, si acuestas a tu bebé para una siesta y él se revuelve un poco en la cuna, habla un rato consigo mismo, succiona su chupete o se abraza a su peluche o manta favorita hasta que se duerme solito, significa que ya ha aprendido a consolarse y a apaciguarse. Esto acostumbra a suceder antes en bebés de temperamento estable, pero la capacidad de calmarse por sí mismos, al igual que otras habilidades emocionales, se aprende. De la misma manera que coges a tu hijo de las manos para ayudarlo a caminar, también puedes ayudarlo a dar sus primeros pasos emocionales.

Incluso aunque tu bebé no parezca controlar sus sentimientos, ahora probablemente te será más fácil consolarlo. Tal vez llore de aburrimiento si lo dejas demasiado tiempo en la misma posición o en el mismo sitio, o muestre enfado cuando se le quita un juguete o cuando se lo cambia de postura. En algunos pequeños también pueden detectarse signos de una testarudez que se va intensificando. Un bebé de seis meses ya puede chillar y darse puñetazos en el pecho. Además, también es capaz de manipular a aquellos que lo rodean. Puede «flirtear» con los adultos a fin de atraer su atención, observar una cara para ver si la persona responde a sus quejidos y mostrarse satisfecho y casi orgulloso cuando finalmente consigue que lo aúpen.

Cada vez más, tu bebé se convertirá en una presencia social y emocional. Te hará saber cuáles son sus preferencias en cuanto a los alimentos, las actividades y las personas. No sólo imitará sonidos, sino también las inflexiones de tu voz. Se retorcerá ostensiblemente si lo dejas en lugares confinados e incluso puede que se muestre reacio ante la mera perspectiva de que lo sujetes en el carrito o en la trona. Aunque de hecho aún no juegue con ellos, ahora se interesará más por otros bebés. Dependiendo de su temperamento, puede que tenga miedo de niños más activos o de gente que no conoce. Al esconder la cabeza en tu hombro (o llorar), te estará diciendo: «¡Sácame de aquí!». Ahora tu hijo no sólo experimenta sus sentimientos (si hasta el momento tú has sido receptiva), sino que espera que los demás reaccionen ante ellos.

DE OCHO MESES A UN AÑO. A esta edad, los bebés sienten y comunican más de lo que pueden expresar, pero si observas atentamente a tu pequeño verás cómo giran esas minúsculas ruedecitas y cómo sus emociones —negativas y positivas— van y vienen a lo largo de su jornada. Es una presencia real en tu hogar y disfruta enormemente con tu compañía. Puedes llamarlo desde el otro lado de la habitación y él se girará como diciendo: «¿Qué pasa?». Tu bebé ha adquirido un nuevo sentido de sí mismo. Seguramente le encanta que sostengas un espejo delante de él: sonreirá, dará palmaditas o besará su propia imagen. También sentirá una conexión más profunda contigo y con las personas que cuidan de él con asiduidad; y quizás se muestre reticente ante los extraños, hundiendo la cabecita en tu hombro hasta sentirse más confiado.

Conoce la diferencia entre adultos y niños. Es un gran imitador. Y su memoria es mucho mejor porque, entre los siete y los diez meses, esa parte de su cerebro, el hipocampo, ya está prácticamente formada del todo. La buena noticia es que se acuerda de varias personas en su vida y de los libros que le habéis leído. Y la mala es que, si le cambias la rutina ahora, tendrá una reacción emocional muy fuerte ante cualquier novedad. Además, algunos niños se frustran porque sus habilidades comunicativas están bastante por detrás de su actividad mental y no pueden expresar aquello que necesitan. Puede que a esta edad se vuelvan algo agresivos o autodestructivos (que se den golpes en la cabeza, por ejemplo). A partir de ahora las quejas también se convierten en un hábito frecuente y, seguramente, no querrás fomentarlo.

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